Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Breve reseña sobre las Hijas del Espíritu Santo

Breve reseña sobre las Hijas del Espíritu Santo

por Duc in altum!

 Introducción:

Toda obra en la Iglesia responde a una necesidad que se convierte en una misión concreta y abierta al signo de los tiempos. La congregación de las Hijas del Espíritu Santo nació para construir -mediante la educación formal[1] e informal[2]- una sólida cultura vocacional, subrayando el valor de la vida religiosa y sacerdotal a partir de la Espiritualidad de la Cruz, teniendo como modelo a María, Madre de la Divina Gracia. En el marco del año jubilar, de cara a los primeros noventa años de vida, es muy importante reconocer la huella de Dios en el pasado, presente y futuro del instituto.


Monograma que significa "Jesús, hombre y salvador". En la parte superior, la "Cruz del Apostolado". Las religiosas lo llevan en su hábito.

La fundación:                    

La congregación surge en el marco histórico del México postrevolucionario. Es decir, en medio de un país marcado por las tensiones políticas y los graves atentados contra la libertad religiosa. A pesar de las circunstancias, el Venerable P. Félix de Jesús Rougier (1859-1938) y la Sierva de Dios Ana María Gómez Campos (1894-1985), siguieron adelante con la fundación, pues sus planes no incluían la posibilidad de rendirse o conformarse ante una crisis que amenazaba con poner fin a la Iglesia Católica en el país. Con la confianza puesta en Dios, dieron inicio a la obra. Así lo vivió y documentó la M. Ana María: “hoy, 12 de enero de 1924, día consagrado a nuestra inmaculada Madre, Santa María de Guadalupe, fue la inauguración del colegio”[3]. Con tan solo cuatro alumnos inscritos, fueron capaces de dar vida al proyecto fundacional. Esto nos deja ver la audacia con la que las religiosas de la primera hora fueron cimentando las cosas. Guiadas por el consejo constante del P. Félix, quien les transmitió la Espiritualidad de la Cruz, pusieron manos a la obra, entendiendo que su tarea consistía en promover vocaciones sacerdotales y religiosas a través de la educación cristiana; horizonte que con el paso del tiempo se fue ampliando, hasta incluir la formación de futuros padres y madres de familia identificados con el carisma sacerdotal.


Grupo fundador. Al centro, la M. Ana Ma. y el P. Félix Rougier; ambos disfrazados a causa de la persecución religiosa. 

 

Periodo 1924-1938:

Iniciar desde cero, no es tarea fácil. De hecho, tuvieron que sortear diferentes obstáculos. Por ejemplo, la falta de recursos y la persecución religiosa que se recrudeció con la llegada de Plutarco Elías Calles a la presidencia de la República en el año de 1924. Lo anterior, complicaba el esquema de los colegios católicos o confesionales, pues la educación era fundamentalmente atea. El P. Félix -quien vivía en la Ciudad de México- tenía que ocultarse para que no lo desterraran, pues era ciudadano francés, mientras que las primeras religiosas del instituto, tenían que disfrazarse para poder dar las clases en el colegio de San Luis Potosí, cuyo nombre inicial fue “Instituto del Espíritu Santo y de Santa María de Guadalupe”, hoy “Motolinía”. La M. Ana Ma. -como egresada de la Facultad de Altos Estudios- era una profesora experimentada, dispuesta a hacer hasta lo imposible con tal de hacer realidad el proyecto fundacional. Esto la llevó a convertirse en una buena formadora y administradora de los pocos recursos que se iban consiguiendo a través de las primeras colegiaturas. Además, algo que la animó y ayudó como fundadora, fue la incorporación a la pequeña comunidad de su mamá -quien había quedado viuda muchos años atrás- y de su hermana menor, Guadalupe. Ana María, no era la única contenta, pues el P. Félix veía con buenos ojos que se unieran, ya que se trataba de dos grandes mujeres, cuyas aportaciones servirían para reducir las dificultades a causa de la falta de personal.


Primer Colegio del Espíritu Santo. Actualmente, el inmueble alberga a las religiosas mayores en San Luis Potosí. Se le conoce como "la casa de San Miguelito". 

 

Los primeros 14 años de la congregación, estuvieron marcados por el desprendimiento y la desinstalación. Lo que por la mañana eran los salones de clase, por la noche se volvían las celdas de las religiosas. La escuela se convirtió en una forma concreta de expresar su amor a Cristo Sacerdote y Víctima. La M. Ana Ma., nos narra la pobreza en la que fueron construyendo el sueño que las había llevado a dejarlo todo: “la mayoría de nuestros primeros niños no pagaban colegiatura, pues con trabajo reuníamos treinta pesos mensuales; pero a D.G (Dios gracias), nunca nos faltó el pan de cada día…”[4]. Conviene subrayar el cuidado que tuvo el P. Félix de acordar con la Arquidiócesis de San Luis Potosí, un salario que asegurara la buena alimentación y atención médica de las religiosas, aunque esto no las dejó exentas de incomodidades que forman parte de todo comienzo. Al respecto, afirmaba la fundadora: “somos ricas en medio de la pobreza. Espiritual y materialmente nada nos falta”[5]. En otras palabras, sabían abandonarse en las manos de Dios, quien nunca las defraudó. Al llegar 1930, se fundó el Colegio Motolinía de Morelia, Michoacán. Poco a poco, disminuía la persecución religiosa, favoreciendo la expansión.


Venerable P. Félix de Jesús Rougier, M.Sp.S.
(1859-1938)

En 1933, se aprobó la erección del noviciado canónico. El 12 de febrero de 1934 -en presencia del P. Félix- profesaron las primeras 11 religiosas. La obra iba tomando forma y rumbo, sin embargo, con la muerte del querido padre fundador, acaecida el 10 de enero de 1938, la M. Ana Ma., tuvo que asumir todo el peso de la obra, abandonándose una vez más en las manos de Dios, permaneciendo muy cerca del sagrario. Con todo, supo sobreponerse y abrirse al futuro con esperanza. Los 14 años que pasó contando con el acompañamiento espiritual del P. Félix, la prepararon para continuar sola al frente de la congregación que comenzaba a crecer en número de vocaciones, comunidades y colegios.


Sierva de Dios Ana María Gómez Campos, F.Sp.S.
(1894-1985). 

Periodo 1938-1968:

Se dieron nuevas fundaciones. En 1941, abre sus puertas el colegio México de Ensenada. Al año siguiente, se inaugura el colegio Pedro de Gante de Tulancingo y en 1943, da inicio el colegio la Paz de Tijuana. Aumentó el número de ex alumnos que eran ordenados sacerdotes, animando a las religiosas en su tarea educativa. El primer capítulo general se llevó a cabo en 1944, resultando electa como Superiora General, la M. Ana María Gómez Campos. Para 1950, la congregación ya era de derecho pontificio y se contaban innumerables egresados de sus colegios, buenos religiosos, religiosas y, por supuesto, padres de familia, pues con el paso del tiempo las Hijas del Espíritu Santo comprendieron que también era importante educar y acompañar a los laicos en el espíritu heredado por el P. Félix y enriquecido por el aporte carismático de la M. Ana Ma. En 1961, la congregación llegó al Puerto de Veracruz, fundando el Instituto Rougier. El Concilio Vaticano II fue bien recibido por la mayoría de las religiosas, aunque hubo penosas salidas dadas las circunstancias eclesiales que se vivían a nivel mundial. En el marco del V Capítulo General especial (1968-1971) renunció -por motivos de edad- la M. Ana María Gómez Campos, siendo sucedida por la M. Ana María de la Rosa.


M. Ana María de la Rosa, F.Sp.S.

En 1972, la M. Ana María Menéndez Navarrete, intuye la necesidad de fundar un movimiento para niños, adolescentes y jóvenes que compartiera la Espiritualidad de la Cruz, con el propio acento de la congregación. El proyecto se concretó con la fundación -en el año de 1973- del Movimiento Vocacional Espíritu y Vida, iniciándose con un grupo de alumnas del extinto Colegio Ignacio L. Vallarta de la Ciudad de México, quienes se reunían en la casa de Andes #430. Actualmente, el grupo se mantiene vivo y dispuesto a seguir consolidándose.

María, Madre de la Divina Gracia:

La Virgen María en atención al contexto histórico y cultural de cada lugar y latitud del mundo se presenta de una forma distinta. Es decir, a través de las diferentes advocaciones que forman parte de la mariología. Aunque no hay un dogma o enunciado normativo sobre la obligación de creer en alguna advocación en particular, es un hecho que sirven como un punto de encuentro con la Virgen María -quien lejos de opacar la figura histórica y espiritual de Jesús- nos conduce directamente hacia él. En ella, encontramos a una mujer que contempló a Cristo en sus diferentes facetas y que, desde ahí, nos transmite o comunica lo contemplado para que también nosotros seamos capaces de entrar en contacto con su proyecto y misión.

En el V Capítulo General de la congregación, la M. Ana Ma., dio lectura a un escrito que tenía entre sus apuntes sobre la visión y significado de la imagen de Mater Divinae Gratiae (Madre de la Divina Gracia):

“Vi a la Sma. Virgen hermosísima, sentada en un trono real. ¡Qué modestia! Sus ojos inclinados hacia el suelo, su cabeza adorable cubierta con un mando, suavemente inclinada…

¡Me pareció ideal! Con esos dos títulos: MADRE Y REINA. Pero más Madre que Reina.

En su brazo izquierdo sostenía al Niño Jesús, lindísimo.

Los vi en un lugar alto, muy alto. No sé cómo llegué hasta donde ellos estaban, y de rodillas me acerqué al oído del Niño Jesús y le dije: “Yo te pido con toda el alma, si es de tu agrado la Obra”. No me contestó. Inclinó su cabeza adorable a ver el rostro de su Madre y pedirle su consentimiento.

La encantadora Virgen no pronunció palabra: únicamente pude ver dibujada en sus labios una suave y ligera sonrisa muy significativa…

El Niño sólo me miró diciéndome: ¿Has entendido? ¡Todo lo comprendí al instante con luz meridiana! ¡La Obra era de su agrado! ¡Se realizaría a pesar de todo![6]”.

Los elementos del ícono:

Se encuentra sentada y con una corona pues se trata de una reina, aunque se le antepone el título de madre. Tiene en sus brazos al niño Jesús, lo que nos revela la profundidad de su corazón maternal y sacerdotal. Viste con los colores blanco y azul. El primero significa la pureza y el segundo la piedad con la que intercede por todos y cada uno de sus hijos e hijas. Tiene la mano derecha extendida, ya que ella es como un puente por el que transitan los dones y frutos del Espíritu Santo. Su cabeza está inclinada porque sabe escuchar y guardar la palabra de Dios. La margarita -que tiene el niño en su mano izquierda- representa, no sólo a la congregación, sino a todos los laicos con los que las Hijas del Espíritu Santo comparten un mismo carisma, en clave de unidad. Como afirma en repetidas ocasiones la M. Ana María Menéndez, en su obra “Heme aquí” (editorial La Cruz, 2012), el icono de Mater, es la aportación -junto con la filiación y la infancia espiritual- de la madre fundadora al carisma.

Periodo 1985-2013:

Las fundaciones continuaron dándose en diferentes puntos de la República Mexicana. El 24 de marzo de 1985 -siendo Superiora General la M. Ana María Menéndez Navarrete (1933-2013)- falleció en la Ciudad de México, la Sierva de Dios Ana María Gómez Campos, cuya vida concluía con fama de santidad. Desde entonces, la congregación ha seguido caminando, sabiendo que cuenta con una gran intercesora en el cielo. En este momento, la obra se encuentra presente en México, Costa Rica, Bolivia y Chile, aunque ha tenido experiencias temporales de misión en Estados Unidos de América e Italia.


La fundadora en sus últimos años.

El 12 de enero del 2014, la congregación de las Hijas del Espíritu Santo cumplirá sus primeros 90 años de vida. Nueve décadas a favor de una sólida cultura vocacional, a través de la educación formal e informal. El carisma -netamente sacerdotal- sigue vivo en el espíritu de la obra, cuyas comunidades han sabido hacerse presentes en diferentes contextos y realidades sociales. Actualmente, hay un fuerte compromiso por inculturar el carisma en otros países. Sin duda alguna, una congregación que ha sabido acoger el sentir de la Iglesia.

Conclusión:

¿Cuál es su carisma? Promover todas y cada una de las vocaciones, especialmente, para el sacerdocio y la vida religiosa.

¿Por qué tienen colegios? La vocación no es algo que se dé automáticamente. De ahí que sea necesario trabajarla previamente y con mucho cuidado. La educación cristiana -además de impartir conocimientos académicos- busca que los niños, adolescentes y jóvenes, se conozcan a sí mismos, identificando la voz de Dios con plena libertad. El colegio permite dar un acompañamiento integral y, al mismo tiempo, progresivo. Si solo se limitaran a los jóvenes que participan en la pastoral juvenil, olvidándose de los colegios, habría muchos que nunca escucharían hablar siquiera sobre la palabra “vocación”, pues la escuela ofrece la posibilidad de acercarse a los que no les pasa por la cabeza la idea de formar parte de un grupo católico.


Distintas generaciones de formadoras incansables.

¿Qué hacen en los seminarios? Tomando en cuenta que es una obra a favor de la formación y santificación de los sacerdotes, la presencia de las religiosas es un testimonio de lo que implica seguir a Jesús, además de que es sano que los seminaristas reconozcan el papel de las mujeres en la vida de la Iglesia. Lo anterior, teniendo en cuenta que las Hijas del Espíritu Santo que son enviadas a dichas comunidades, cuentan con la preparación para apoyar al equipo de formadores y, desde ahí, brindar un servicio apropiado a las necesidades que se tengan.

¿Cuál es el objetivo de contar con grupos juveniles? Aprovechar la educación informal, para abrir un espacio más especializado de acompañamiento. Además, esto forma parte de las invitaciones que ha dado el Concilio Vaticano II, en el sentido de acoger a los nuevos movimientos eclesiales.

Bibliografía:

BRAMBILA Z., Amalia, La Madrecita; biografía de la MRM. Ana María Gómez Campos, edición privada, México 1990.

ESQUERDA BIFET, Juan, Sembradora de la paz, Perfil espiritual y apostólico de la madre Ana María Gómez Campos, F.Sp.S., Imprime, México 2008.

MENÉNDEZ NAVARRETE, Ana María, Heme aquí, La Cruz, México 2012.



[1] Presencia en colegios y seminarios.

[2] Animación de grupos juveniles (MOVEV y PROJUV).

[3] PD., Vol. 46, 9017, Vol., 43, 8721. 8720.

[4] PD., Vol., 46, 9021.

[5] PD., Vol., 46, 9017.

[6] Apuntes autobiográficos de la Sierva de Dios Ana María Gómez Campos, pág. 53. 

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