Aniversario y protesta
Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27
La noche de Navidad de 1948 se emitió, desde la catedral de París, la primera Misa televisada. La radio había llegado antes a las celebraciones litúrgicas eclesiales. El cardenal parisino afirmó tajante en aquella histórica ocasión: “En la oscura posguerra mundial hoy encendemos una Luz de esperanza para toda persona de buena voluntad mediante la televisión le llevamos el sacrificio de la Santa Misa. Este paso será histórico.”
No se equivocó aquel prelado. Ahora cumplimos setenta años de emitir, mediante la imagen en pantalla, la celebración de la Eucaristía, que hace tanto bien espiritual y moral a los espectadores. La tecnología ha avanzado tanto que, en algunos hospitales, se encuentra cómo el encamado observa en su tableta o móvil la reproducción de la Misa. Algo impensable aquella noche navideña de hace setenta años.
Cuando despedimos el año 18 del siglo actual no podemos sospechar a donde nos conducirá la evolución de la tecnología de la comunicación audio visual. Todos los avances que lleguen serán bienvenidos, siempre que se pongan al servicio de la dignidad de la persona humana y de la evangelización de los pueblos.
Se están cerrando templos por toda Europa a causa de la falta de clérigos y de laicos, que puedan participar de la celebración de los sacramentos. Como contrapartida ha surgido una corriente comercial muy alejada del respeto sagrado a los edificios que un día fueron centros de culto católico consagrados a Dios y su pueblo. Se ofrecen, mediante el alquiler monetario, iglesias góticas o barrocas como restaurantes de comidas de empresas, o de salones de bailes suntuosos mientras se rueda una secuencia para la serie televisiva del momento. El dinero obtenido sirve, dicen, para el mantenimiento de los edificios, considerados dentro del patrimonio histórico y artístico. Algunos obispos han protestado por estas iniciativas.
Sumo mi protesta encendida. Porque tales situaciones no fueron como meter una cámara de televisión en la catedral parisina hace ahora setenta años. El dinero obtenido por alquilar un templo para acontecimientos gastronómicos o como platós de cine no sirve para nada, ni siquiera para el mantenimiento del monumento, que todos sabemos el alto coste que alcanza una gotera inclemente, una pieza de piedra salida de su sitio por la erosión del tiempo, u otras situaciones más duras producidas por movimientos sísmicos imprevisibles. Además, ese afán recaudatorio por el alquiler de los templos para actividades lúdicas recuerda mucho aquel pasaje del evangelio cuando Jesús expulsó a los mercaderes del templo y les conminó con la conocida frase: “Mi casa es un lugar de oración…nunca una cueva de ladrones”. Tal como lo narra el evangelio de San Marcos 11,15-18.
Ojalá no veamos nunca, ni en el año que va a comenzar, que en la provincia de Jaén se alquilen templos para fastos festivos y laicistas, que son los promotores principales de las organizaciones de acontecimientos citados, a quienes les gustaría que nuestra Religión Católica desapareciera del paisaje urbano de las aldeas, villas, pueblos y ciudades de la tierra del Santo Reino de Jaén. Feliz salida y entrada de año nuevo, amigos lectores.
Tomás de la Torre Lendínez