Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Mi reacción ante la renuncia del Papa

por Un obispo opina

Son muchos los testimonios de gratitud que en pocos días ha recibido su Santidad Benedicto XVI, desde que anunció su dimisión como Papa.

Estas líneas quieren ser también un homenaje de sincero agradecimiento a este insigne Padre y Pastor de la Iglesia.

Si de pronto me encontrase con Benedicto XVI, el saludo espontáneo que me saldría sería: ¡Gracias, Santo Padre, muchas gracias! No me alegro porque deje de ser Papa, pero sí me alegró mucho su comunicado porque deseaba que llevase una vida más tranquila conforme a sus años y a sus fuerzas, como supongo le deseamos todos. Uno sabe lo que pesan los años y de corazón, deseaba para su Santidad un merecido descanso.

Dos sentimientos afloraban en mí con frecuencia en estos días. Uno, es ver la herencia que como Padre espiritual me ha dejado y que yo no debería malgastar. De tantas y tan sabias enseñanzas de este Papa teólogo, qué puedo aprender yo de él para vivir con bondad el tiempo que el Señor me conceda en este mundo. Es tanto… Su amor al Señor, a la Iglesia, a las personas; su entrega sin límites, dispuesto al sacrificio; su fe y abandono en la Providencia, su confianza en la acción maravillosa del Espíritu. Su saber actuar, su saber estar. Sí, Santo Padre, ¡faltaría más!, has estado muy acertado, también en tu última decisión, conforme al querer de Dios sobre ti. ¿Es que alguien sabe más y mejor que tú en este caso?

Qué elegancia, qué sencillez, que original, qué discreto, qué prudente, qué delicado a la hora de retirarse. Cuando tantos apegos vemos a puestos, a trabajos pastorales, a cargos, sí, realizados con la mejor intención, pero fuera de tiempo y lugar, también este maestro de la Iglesia nos enseña cómo se hacen estas cosas.

Otro sentimiento es el de una inmensa gratitud. Gracias era la palabra que en bastantes ocasiones decía al final de sus alocuciones.

En verdad, también después que uno escuchaba o leía sus mensajes, quedaba como saboreando la miel de haber sido introducido en un ambiente divino, delicioso, bello. Los comentarios de la Escritura resultaban como un paseo a lo desconocido de las bellezas divinas.

Gracias, Santo Padre por compartirlas con tus pobres hijos. Y mantengo la esperanza de que el Señor nos haga llegar por los medios para Él ilimitados, los descubrimientos que hagas, al seguir buceando desde tu retiro, en los mares de la bondad y belleza divinos . ¡Oh,si conociéramos a Dios!

¿Y qué tenía que agradecernos el Papa a quienes le escuchábamos? Por supuesto que nada, pero él sabe muy bien, que hablar a quienes acogen cordialmente su palabra, su persona, es muy distinto a intentar hablar a quienes no quieren ni recibirle ni escucharle. No creo que fuese distinta la acogida cordial y fraterna que a unos y a otros pudiese ofrecer Benedicto XVI, en lo íntimo de su corazón. Algo podía indicar al respecto su actitud siempre sencilla, serena, inclinada a acoger y escuchar. Este humilde trabajador de la viña del Señor, sin duda que habrá podido ver y alegrarse de algunos de los frutos de su siembra.

Pero también conoció las asperezas de los cardos que sin sembrarlos, aparecen… Aunque no los conozcamos todos, porque él los habrá sufrido calladamente, sí conocemos algunos que han sido bien notorios y dolorosos. Posiblemente no le hayan lastimado tanto las ofensas por difamaciones a su persona, como los desatinos y pecados conocidos por miembros destacados de la Iglesia. ¡Cómo se acordaría Benedicto XVI de lo que nos había adelantado el Maestro Divino: Dichosos vosotros cuando os odien, os excluyan, os insulten y desprecien a causa del Hijo del Hombre…

Puede que esa dicha mantuviera inalterable el ánimo de este hombre de paz y con fortaleza para seguir el camino de la verdad, con mano tan firme como suave, a la hora de tomar decisiones que nadie quisiéramos tener que comunicar y que, por mucho que fuesen voluntad del Señor, para los humanos no eran agradables. Decimos que es fácil ser bueno cuando las cosas y personas nos son favorables. Pero qué difícil es serlo cuando hay que tomar decisiones sabiendo que van a sentar mal en muchas personas y ambientes.

Gracias, Santo Padre, por darnos la lección práctica de cómo trabajar y sufrir por la Iglesia, en estos tiempos en que se nos presentan múltiples ocasiones.

José Gea
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