Valor del sufrimiento
El sufrimiento, no formaba parte del plan de Dios para nosotros. Hemos sido nosotros los que hemos dado lugar a la generación nuestro propio sufrimiento, al no querer aceptar el cumplimiento de la divina voluntad. En una alocución pronunciada el 24 de marzo de 1979, dijo el Papa Juan Pablo II: “El sufrimiento es también una realidad misteriosa y desconcertante. Pues bien, nosotros cristianos, mirando a Jesús crucificado encontramos la fuerza para aceptar este misterio. El cristiano sabe que después del pecado original, la historia humana es siempre un riesgo; pero sabe también que Dios mismo ha querido entrar en nuestro dolor, experimentar nuestra angustia, pasar por la agonía del espíritu y el desgarramiento del cuerpo. La fe en Cristo no suprime el sufrimiento, pero lo ilumina, lo eleva, lo purifica lo sublima, lo vuelve válido para la eternidad”.
Nosotros tenemos que comprender, que el sufrimiento para el hombre nunca le es deseable y no le es deseable porque es un mal que recibimos. Y el mal, desde que nuestros primero padres, desobedecieron a Dios en el Paraíso, anda suelto por el mundo. Dios no ama el mal, ni las consecuencias del mal, en este caso el sufrimiento, pero si lo utiliza al igual que el bien como un medio para que el hombre acepte su amor. Y esencialmente es ahí, donde reside el valor del sufrimiento para el hombre, en que este acepte sufrir por amor al Señor y si así lo hace, nace para el hombre que soporta el sufrimiento, un gran valor purificativo para su alma.
No se sabe de ninguna persona que haya abandonado este mundo, sin haber tenido que soportar nunca, ni un solo sufrimiento, el sufrimiento nos afecta a todos y muchas veces empaña nuestra paz o la poca felicidad que aquí abajo podemos llegar a alcanzar. Los sufrimientos humanos con los que nos podemos encontrar, pueden ser materiales o espirituales. Los materiales más corrientes son los que nos producen nuestras enfermedades y los no materiales, también más frecuentes con los que nos podemos encontrar, son los referentes a las pérdidas de seres queridos, o el sufrimiento soportado por estos.
En general los sufrimientos espirituales, como pertenecientes a un orden superior, son más dolorosos que los materiales. El Señor como hombre que era, sufrió material y espiritualmente en este mundo. Pero quizás sufriese más en el Huerto de Gethsemaní, por el peso espiritual que soportó de todas nuestras ofensas y pecados, que en su flagelación, coronación de espinas y crucifixión posterior, ya que en ningún momento se quejó; pero si lo hizo en Gethsemaní, pidiéndole al Padre que apartase de Él ese cáliz y sudando sangre. Los sufrimientos en la coronación de espinas, en la flagelación, en el camino hacia en calvario y en la crucifixión y muerte, fueron sufrimientos en su cuerpo material, pero la angustia en la oración del Huerto en Gethsemaní, fue un sufrimiento espiritual, en recibir todos nuestros pecados, pasados y futuros.
En lo que se refiere a los efectos del sufrimiento sobre el alma, este es una fuente inagotable de gracias divinas. Ningún santo ha visto en el sufrimiento otra cosa que el beneficio de la gracia divina comprendido en él. El papa Juan Pablo II, en su libro “Orar”, escribe que: “Un sufrimiento soportado con paciencia se convierte en cierto modo en oración y en fuente fecunda de gracia”.
El sufrimiento bien llevado es una fuente de nuevas gracias para el alma escogida. Santa Teresa de Lisieux, manifestaba: Un sufrimiento bien sufrido merece la gracia de un sufrimiento más. Para el hermano marista Pedro Finkler, el sufrimiento soportado por amor a Dios, puede ser incluso más meritorio y más útil para la salvación del mundo que lo puedan ser las inefables alegrías de una profunda vida de oración contemplativa. Pero en general, todo ser humano le tiene tanto terror, al sufrimiento como a la muerte.
No somos lo suficientemente conscientes, de que los sufrimientos y las adversidades nos convienen. A cualquiera que le digan esto, de inmediato replicará: ¡A mi no me conviene sufrir! Porque por más que se crea uno que es en verdad consciente, es necesario tener nuestra alma suficientemente desarrollado en el amor a Dios y es entonces cuando uno es verdaderamente consciente y comprende y acepta estas realidades que se mencionan en estos párrafos.
Todo nos viene de Dios y nada de lo que Él nos envía o permite es para nuestro mal. El abad Vital Lehodey, escribe: “La adversidad es una mina de oro de donde se pueden sacar las más sublimes virtudes y méritos inagotables”. Y Luís de Blosio hace siglos, también escribía: “Recibe con amor, como si fuesen regalos que Dios te envía con mucha estima, todas las adversidades, ya vengan del cielo, o de los elementos, o del demonio”.
Dios con respecto a nosotros solo tiene más que un deseo, diríamos que una obsesión, y es que nadie se salga de su ámbito de amor, pues si así lo hace, irremediablemente al no pertenecer a ese ámbito de su amor, en el momento de su muerte y no aceptar su amor, en su naturaleza se producirá un vacío de la mano divina, un vacío de su amor, que inmediatamente lo rellenará, la antítesis del amor que es el odio y cuando se entra en el ámbito del odio, es imposible salir de él, pues para ello sería necesario hacer una cosa tan simple que ahora si podemos hacer, que es el arrepentimiento. Pero el arrepentimiento para poder hacerlo es necesario tener amor, porque el arrepentimiento es un acto de amor, y si uno se ha salido voluntariamente el ámbito de amor del Señor, jamás podrá ya arrepentirse. Es la tragedia de los que están en el infierno, demonios y almas, que jamás podrán salir de allí.
Entre las muchas ventajas espirituales que tiene el sufrimiento, es la de fortalecernos que nos proporciona en el desarrollo espiritual de nuestra alma. El sufrimiento humano, tiene el valor de ser una forma de compartir con Cristo sus sufrimientos, porque si queremos resucitar con Cristo, previamente hemos de vivir con Cristo, tomando cada uno su cruz y siguiéndolo: “…, si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz y me siga”. (Mt 16, 24).
El valor del sufrimiento, a los ojos divinos, radica esencialmente en el amor. El sufrimiento humano para ser válido, ha de ser soportado en el amor a Dios, es decir en comunión con el mismo Dios, que aceptó nuestra humana condición y se sometió por los todos los hombres, al sufrimiento de la muerte en la cruz. Del amor viene el carácter expiatorio del sufrimiento. Cuando se sufre amando, se termina por no sufrir, porque cada vez se va uniendo uno más, al ser amado.
San Pablo escribía en su epístola a los Colosenses: “Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia”. (Col. 1,24). Esto quiere decir que el que sufre en unión con Cristo no solo recibe su fuerza, sino que completa lo que todavía le falta a la pasión del Señor. El cardenal Danneels indica que: “Sufrir con Cristo encierra, pues, una fuerza creadora y corredentora”.
Si aceptamos el sufrimiento en función de la Cruz su valor es inmenso, porque el sufrimiento humano al unirse al sufrimiento de Cristo en la cruz, entra en comunión con el mismo Jesucristo, y este sufrimiento humano adquiere el valor del pleno amor de Dios a esa alma, a la que mira complacido.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. DEL SUFRIMIENTO A LA FELICIDAD.- www.readontime.com/isbn=8460999858
- La cruz de cada uno. Glosa del 07-02-10
- Mi sufrimiento glorifica al Señor. Glosa del 18-10-10
- Valor de nuestras angustias. Glosa del 18-05-11
- ¿Es bueno sufrir? Glosa del 24-05-11
- Sufrimiento y amor. Glosa del 09-03-12
- Sufrimiento y felicidad. Glosa del 20-09-09
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