Domingo, 24 de noviembre de 2024

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Paz interior y olvido

por El Blog de Juan del Carmelo

             Recuerdo cuando era pequeño…, que las diferencias y peleas en el colegio ya nos producían entonces heridas síquicas a los niños y estas heridas se enconaban en mi mente, al igual que ocurre en la mente de todo niño y sobretodo en todos los mayores y yo no era una excepción y se me enconaban en mi interior todas las heridas. Eran nimiedades, pero para los niños al igual que para los adultos, las heridas síquicas enconadas, producen resentimiento y generan un espíritu rencoroso. Pero a mi juicio, el mayor daño, no nos lo hace el que nos ofende sino nos lo hacemos nosotros mismos perdiendo la paz. Ahora de mayor ya hace tiempo que he comprendido las palabras de mi madre, cuando de niño y yo le contaba mis cuitas y ella cuando yo esperaba que me diese la razón, invariablemente siempre me decía: Olvida todo y no pierdas la paz. ¡Que lista era mi madre! Ella sabía que lo importante, no era saber si yo tenía o no razón, sino que no perdiese la paz y me amargase la vida, haciéndome rencoroso.

 

             Cuando, por las razones que sean, nos encontramos en una situación de ofendidos, es indiferente si tenemos razón o no la tenemos, hay algo mucho más importante que eso y es tener la suficiente humildad para dominar la soberbia que se nos genera, tengamos o no tengamos razón. Cuando somos titulares de una ofensa recibida, hay cuatro cosas que hay que realizar y que nos cuestan un terrible esfuerzo hacerlas.

            

             La primera y como acción inmediata es dominar nuestra soberbia: Pedir la Dios que nos de fuerza y nos ilumine para aceptar la humillación de no contestar adecuadamente al cretino que nos está provocando, porque nos guste o no él es también hijo de Dios, y ÉL también le ama.

            

             La segunda es tener presente las palabras del Señor: “Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No hagáis frente al malvado; al contrario, si alguno te abofetea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra, y al que quiera litigar contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto, y si alguno te requisara para una milla, vete con el dos. Da a quien te pida y no des la espalda a quien desea algo de ti prestado”. (Mt 5,38-42). ¿Y, por qué la mejilla derecha y no la izquierda? ¿Es que acaso en Israel eran todos zurdos? La razón estriba en que, en que, si se no se nos trata de zurdos y una persona está frente a otra, lo normal es que con la mano derecha se golpee la mejilla izquierda del otro. Pero el Señor menciona la mejilla derecha del ofendido, porque  tuvo en cuenta la ley rabínica conforme a la cual, pegar con el dorso de la mano era más humillante e insultante que hacerlo con la palma…. Una persona que ama al Señor, no puede corresponder, aunque su deseo y su cuerpo, así se lo pidan.

            

             La tercera es perdonar, ¡No hemos dicha nada, perdonar así como así! y dejándole que se marche de rositas. Es en esta circunstancia una de las cuales, en que nuestra soberbia se levanta de inmediato. ¿Qué van a pensar los demás? ¿Qué le tengo miedo físico? ¿Qué es verdad eso que dicen que me alimenta y me sostiene? Ahora es el momento de mostrar quien soy yo. Se va a enterar. Las situaciones que se pueden presentar son muchas y variadas por que muchas y variadas son las relaciones humanas. Lo que muchos piensan es que perdonar y no hacer nada es darle la razón al ofensor y nuestra soberbia nos pide actuar. Humillarse no respondiendo es inaceptable, pero es lo sensato, sobre todo en razón de algo fundamental que es el olvido.

            

             La cuarta razón es olvidar. Si no somos capaces de olvidar nunca podremos alcanzar el preciado bien espiritual, que es la paz interior. Sin paz interior el ser humano es un amargado que se amarga la vida a si mismo y se la amarga a los demás. No existe  situación más triste en la vida que la de vivir amargado por los recuerdos de cosas que sucedieron hace decenas de años, porque no todo el dinero del mundo no puede borrar en esa mente amargada, la causa de su amargura, que es un rencor nacido de una venganza no realizada, por razón de una ofensa, en la que posiblemente hasta es posible  de que se haya ya muerto el ofensor.

            

             Desde luego que el paso del tiempo dulcifica, pero no siempre. Rencontrar la paz interior no es una tarea fácil, hace falta mucha de las gracias divinas. De acuerdo con el Kempis este nos dice que: “Cuanto más humilde sea el hombre y más sumiso a Dios, tanto más sabio será en todo y encontrará más paz” y en otro punto nos dice: “Siempre que el hombre apetece algo fuera de razón, pierde enseguida el sosiego de su alma”, Y cuando resulta, que lo que nos apetece es, que nuestros deseos de animadversión o venganza queden satisfechos, porque nuestra soberbia así nos lo demanda, nunca podremos tener paz interior.

 

             Una de las actuaciones demoniacas clásicas, es buscar que su víctima pierda la paz, porque carente de ella, la soberbia que es aliada del demonio, funciona más sueltamente y el demonio se frota las manos. Es la clásica situación a la que nos referimos, cuando mencionando a una persona y decimos de ella: “Perdió los estribos”. Los que son jinetes y han montado mucho a caballo, saben lo difícil que es sujetar a un caballo desbocado cuando uno se encuentra encima, y uno no se puede apoyar en los estribos. Esto es lo mismo que le ocurre al ser humano cuando pierde los estribos, se desboca como si fuera un caballo.

 

             Jacques Philippe, es un sacerdote de la Hermandad de la Santa Cruz, es decir, del Opus Dei, que ha escrito varios libros y del titulado “La paz interior”, saco estos párrafos: “Para nosotros los creyentes, la razón esencial en virtud de la cual podemos estar siempre en paz no procede del mundo “Mi reino no es de este mundo” (Jn 18,36). Viene de la confianza en la palabra de Dios”. “Esta buena voluntad, esta disposición habitual de decir si a Dios, tanto en las cosas grandes como en las pequeñas, es una condición sine qua non de la paz interior”. Por último pondré de manifiesto, que la falta de paz interior, no es perfectamente compatible con la inhabitación Trinitaria en el alma humana.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

             Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-       Libro. DEL SUFRIMIENTO A LA FELICIDAD.- www.readontime.com/isbn=8460999858

-       Libro. LA HUELLA DE DIOS. Isbn.- www.readontime.com/isbn=9788461164523 

-       Yo perdono, pero no olvido. Glosa del 21-08-10

-       Setenta veces siete. Glosa del 04-11-11

-       Paz de Dios. Glosa del 28-01-10

 

             Si se desea acceder a más glosas relacionadas con este tema u otros temas espirituales, existe un archivo Excel con una clasificada alfabética de temas, tratados en cada una de las glosas publicadas. Solicitar el archivo a: juandelcarmelo@gmail.com

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