El hambre del Señor
El Señor tiene hambre y de una forma u otra siempre nos está pidiendo. Su hambre no solo es material, de esa que se calma con alimentos, sino espiritual, hambre de amor nuestro. En cuanto al hambre material, habrá quien se pregunte: ¿Pero cuando Dios me ha pedido alimentos? Y se olvida de que en el juicio final, EL Señor dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mi, malditos, id al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui peregrino, y no me alojasteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces ellos responderán diciendo: Señor, ¿cuando te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o enfermo, o en prisión, y no te socorrimos? Él les contestara diciendo: En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo. E irán al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna”. (Mt 25,41-46).
Con relación a estos versículos evangélicos comenta Fulton Sheen, que lo sorprendente es que nuestro Señor, no hace mención de los adúlteros, homicidas y ladrones. Habla de los que olvidan algo y, por lo mismo, no hacen nada: ¿Acaso esto, no es esto una forma de homicidio refinada?
No hay duda de que, cada vez que pudiendo, hasta donde nos sea posible, si omitimos a ayudar a calmar el hambre del mundo, somos unos homicidas refinados. Pero ¡ojo! mucho cuidado con las llamadas Ongs, al margen de la Iglesia católica, y peor si están propiciadas o creadas por la ONU. La mayoría de las veces son unos negocios adjetivados de humanitarios, pero que carecen de escrúpulos no ya católicos, sino simplemente éticos. Hace unos días, leí en Religión en libertad, que una conocida Ong concretamente “Médicos sin fronteras”, estaban practicando la eutanasia en varios países africanos. Muchas Ongs están integradas por personas sin fundamento religioso alguno y creen por ejemplo: Que el problema del sida, se soluciona repartiendo preservativos, el del control de la natalidad, practicando abortos, y el del hambre practicando la eutanasia, porque así serán menos las bocas para alimentar.
Pero siendo muy importante este tema, es más digno de atención el hambre de amor nuestro que padece el Señor. Henry Nouwen una vez escribió “Somos íntimamente amados, mucho antes de que nuestros padres, maestros, cónyuges hijos y amigos nos amen o nos lastimen. Ésa es la verdad de nuestras vidas, Ésa es la verdad que quiero que reclames para ti. Ésa es la verdad proclamada por la voz que dice: “Eres mi querido”. Escuchando esa voz con gran atención interior, oigo en mi corazón palabras que dicen: “Te he llamado por el nombre, desde el comienzo mismo. Eres mío y yo soy tuyo. Eres mi amado en ti descansa mi predilección. Te he moldeado en las profundidades de la tierra y te he implantado en el seno de tu madre. Te he tallado con las palmas de mis manos y te he ocultado en la sombra de mi abrazo. Te miro con ternura y cuidados infinitos, con un cuidado más íntimo que el de una madre para con su hijo. He contado cada pelo de tu cabeza y te he guiado a cada paso. Dondequiera que vayas voy contigo, y dondequiera que estés te cuidaré. Te daré alimentos que satisfarán toda tu hambre, y bebidas que extinguirán toda tu sed. No te ocultaré mi rostro. Me conoces como a ti mismo, así como yo te conozco como a mi mismo. Me perteneces. Soy tu padre, tu madre tu hermano, tu hermana tu amante y tu cónyuge… Si hasta tu hijo… Donde estés ahí estaré. Nada nos separará jamás. Somos uno”
Esta es la realidad, que unos no terminamos de aceptar y otros llegan a menospreciarla. Hemos sido creados para amar y ser amados, y lo nuestro es no aceptar esta situación, porque lo nuestro; es creer que solo seremos más felices y seremos más amados, si es que poseemos mas materialidad sobre todo monetaria; es creer sobre todo en nuestra juventud, que es cuando empezamos a darle la espalda al Señor, que solo con nuestra inteligencia y capacidad podemos comernos el mundo, y cuando nos llega la senectud si hemos caminado siempre de espaldas al Señor, y entonces resulta que es el mundo el que nos ha comido a nosotros y si no damos marcha atrás, porque más vale tarde que nunca, terminaremos con una vida amargada y amargándosela a los demás. Pero si aceptamos el amor que el Señor siempre nos tiene, le amemos nosotros o no le amemos, las cosas son diferentes.
La base de nuestra felicidad, en esta vida y por supuesto en la otra, es siempre el amor que el Señor nos tiene, es este un amor ilimitado como lo es todo lo suyo, y tan ilimitado que le lleva a la locura de la Eucaristía, a quedarse aquí entre nosotros, para poder recoger el escaso amor que le ofrecen esos pocos, que habitualmente van a visitarle al sagrario de una iglesia, para poderse sumergir en el torbellino de fuego de amor que es, el que Él nos da. Es este el torbellino de fuego, que a Elías, mientras cruzaba el Jordán, lo arrebató del lado de Eliseo y ascendió al cielo. ¡Elías, Elías!, quien pudiera haber tenido tu amistad con el Señor, mucho debiste de amarle, que es lo que a nosotros nos falta amarle más. Él te regaló una teofanía cuando te llevó al Horeb y en la boca de tu cueva, pudiste percibir su presencia en una suave brisa y decirle al Señor: Ardo en celo por mi Dios.
El Señor tiene un drama, es el drama de que su amor a nosotros no es correspondido, Él suspira por nuestro amor y su amor es tan grande que es un fuego devorador, es el fuego de la zarza ardiendo, es un fuego espiritual que abrasa y hace estremecer de gozo a lo que lo quieren aceptar. Dice Lafrance que por eso es peligroso orar, porque el fuego de amor del Señor nos puede devorar. Pero ¡ojo!, Dios solo devora al que está ansioso de ser devorado. Y este fuego de amor que el Señor nos regala, es más santificante que el del purgatorio. Su amor por nosotros es un amor devorados que nos desea con todas sus fuerzas, pero al mismo tiempo es infinitamente respetuoso. Su amor, escribe Edward Leen crece de acuerdo con el aumento de la fuerza de atracción que para Él tiene el alma. Es el Espíritu Santo quien imparte esa fuerza de atracción que nos hace merecer la atención del Todopoderoso. Y lo lleva a efecto dándonos cada vez más gracias.
Jean Lafrance escribe un algo sorprendente al decirnos: “Si no existiese ese amor infinito de Dios para con nosotros, no existiría el pecado; descubrimos entonces que el fondo del misterio del pecado está constituido por nuestra ingratitud, nuestra indiferencia y nuestro endurecimiento frente a este amor. Por eso no nos queda más que invocar el artículo segundo: no somos conscientes de ello. Felizmente para nosotros, pues si estuviésemos lúcidos sería la condenación al infierno. Somos amados con un amor infinito del que no comprendemos nada, por eso nuestra primera obligación, es tratar de comprenderlo un poco”.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. AMAR A DIOS.- www.readontime.com/isbn=978461164509
- Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281
- Amor incomprensible. Glosa del 03-12-09
- ¿Pero, es verdad que Dios nos ama? Glosa del 25-04-10
- Testimonios de amor que Tú nos das. Glosa del 12-12-11
- Sumergidos en el amor de Dios. Glosa del 06-04-12
- Amar y ser amados. Glosa del 20-01-10
- ¿Tiene Dios, sed de nosotros? Glosa del 29-06-11
- Mendigo de amor. Glosa del 07-06-11
La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.
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