La fe es una planta
Y no soy yo quien lo asegura, es Él, el mismo Señor el que nos lo dice…: "Dijeron los apóstoles al Señor; Auméntanos la fe. El Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: “Arráncate y plántate en el mar”, y os habría obedecido”. (Lc 17,5-6).
Son varias las veces que en los evangelios, el Señor emplea parábolas, metáforas o comparaciones, con elementos tomados del ambiente rural y su naturaleza vegetal, que les rodeaba a sus oyentes. El Señor toma cuando habla, de esta la naturaleza que les rodea, su inspiración y sus imágenes. Predica al aire libre y dice lo que ve y saca lecciones de lo que observa. Las aves del cielo y los lirios del campo y otro día habla del sembrador y de la cizaña, o de la levadura y la mostaza, y de la higuera y la vid. Todo es enseñanza en su manos, porque en todo ve la presencia del Padre que da vida a cada ser y sentido a cada situación. Se puede pensar que el Señor hizo nacer los Evangelios al aire libre, porque mayoritariamente al aire libre predicaba.
Y así en otro pasaje evangélico también nos dice que el Reino de los cielos: “También decía: ¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra. Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo”. (Mc 4,31-34).
Pero centrándonos en el tema de la fe, está es como todos sabemos un bien espiritual, pero su comportamiento es muy similar al de una planta vegetal. La fe también tiene raíces y partes aéreas como la mostaza. Y esas raíces son de una gran importancia. ¿Y cómo adquieren las personas, las raíces de la fe? Son muy variadas las causas por las que la fe, desarrolla sus raíces.
Primeramente hemos de considerar que todo ser humano por el mero hecho de serlo tiene un alma creada por Dios a su imagen y semejanza y en ella su Creador ha dejado su huella en una serie de marcas señales o improntas, que el día de mañana tendrán mucha importancia en la vida de la persona adulta. Entre estas improntas se encuentra, ese conocimiento intuitivo que todos tenemos de la Ley natural. Todo el mundo sabe, hasta la criatura más apartada de Dios, que el robar y el matar, no está de acuerdo con la moral, por muy abyecta que sea en su conducta esta persona, que también siente que tiene una conciencia que inicialmente le crea remordimientos, y digo inicialmente porque llega un momento en que muchas personas ahogan la voz de su conciencia, aunque nunca logran apagarla del todo.
Y entre todas estas improntas humanas, se encuentra el germen de la fe, la necesidad que siente la persona de buscar a su Creador, en función del principio de que lo creado tiende a su creador y esto está totalmente relacionado con una serie de preguntas transcendentales que el hombre constantemente se hace en su interior y a las que solo le puede encontrar respuesta dentro del ámbito de la fe. “Juan Pablo II en su encíclica “Fides et ratio”, escribía: “… una simple mirada a la historia antigua muestra con claridad como en distintas partes de la tierra, marcadas por culturas diferentes, brotan al mismo tiempo las preguntas de fondo que caracterizan el recorrido de la existencia humana: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo y a dónde voy?¿Por qué existe el mal?¿Qué hay después de esta vida? Estas mismas preguntas las encontramos en los escritos sagrados de Israel, pero aparecen también en los Veda y en los Avesta; las encontramos en los escritos de Confucio e Lao-Tze y en la predicación de los Tirthankara y de Buda; asimismo se encuentran en los poemas de Homero y en las tragedias de Eurípides y Sófocles, así como en los tratados filosóficos de Platón y Aristóteles. Son preguntas que tienen su origen común en la necesidad de sentido que desde siempre acucia el corazón del hombre: de la respuesta que se dé a tales preguntas, en efecto, depende la orientación que se dé a la existencia”.
Todas estas son unas raíces primarias de la fe cuyo origen es divino. Pero estas raíces de origen divino, pueden verse fortalecidas por otras de origen humano. El hombre en su fase infantil, adquiere unas raíces de fe humana, que si sus padres son religiosos, se las transmitirán y esa transmisión será siempre más efectiva con el ejemplo que le den sus padres y sus mayores y educadores, que con la palabra de ellos. La conducta y el amor de una madre, siempre crea en el alma de su hijo las más fuertes raíces, en la fe de un hijo y el amor de este al Señor.
La persona crecerá y directa o indirectamente, solo el Señor conoce los pensamientos y los caminos humanos de cada uno de nosotros, las raíces de la planta de la fe germinará. El tamaño de la planta de nuestra fe, cuando crezca, será siempre lo que nosotros queramos que sea, venciendo siempre en la continua lucha con el maligno. El Señor, respetando siempre nuestro libre albedrío, hará lo posible y lo imposible por fortalecer nuestra fe, pues Él está ansioso de que le demos nuestro amor, y el amor, la fe y la esperanza crecen y decrecen siempre al unísono. Si nuestra fe es fuerte, fuerte será también nuestro amor al Señor.
La fe es un don, y como tal don, no se adquiere ni se aumenta, devanándonos la cabeza en encontrar razones lógicas en la existencia de Dio, que nos den la fe, o en su caso un aumento de nuestra fe, si es que levemente creemos. Solo hay un camino para adquirirla o aumentarla y aunque resulte paradójico, consiste en pedirle a Aquel, del cual dudamos de su existencia, que nos regale o nos aumente el don de la fe, el regalo de creer inquebrantablemente en su existencia. Todo lo demás, que no sea esto, son gaitas y pérdidas de tiempo. Solo así es posible adquirir la fe del carbonero, que es una gracia especial del Señor, por medio del corazón y no de la mente.
Para el canónigo polaco Tadeusz Dajczer, la fe es: “Un proceso constante de conversión, es un constante abrirse al amor de Dios y una constante recepción de ese amor para donárselo a otros”. Que nadie piense que el que tiene una fe fuerte, tiene ya garantizada, la continuidad de esa fortaleza de fe, al contrario, el maligno nunca duerme y continuamente se ceba en crear dudas a todo el mundo y más a los que él ve fuertes para debilitarlos. Por otro lado no creas que todo aquel que cree en Dios, le ha llegado la fe de inmediato como si se tratase de un rayo caído del cielo. La fe para la mayoría de nosotros, nos llega a pasos pequeños e insignificantes.
Porque la fe no es una actitud estática de la mente: crece o se debilita o incluso en ocasiones, puede morir. Una vez que ha germinado la planta hay que cuidarla constantemente, solo así crecerá y nos permitirá en el cielo, adquirir la Luz de gloria del Señor, en proporción a la fe que hayamos tenido aquí abajo, ya que como antes hemos señalado, el amor crece al mismo tiempo que la fe.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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