Ansias de posesión
Decíamos en una glosa, que el ser humano…., es un manojo de deseos, todo lo que ve y lo que sin ver supone que existe, lo desea tiene; avidez de todo, y ello resulta lógico que así sea, si es que lo examinamos a la luz de nuestro amor a Dios, porque solo a través de la existencia y el amor que el Señor nos tiene, podemos dar explicación a toda esa serie de preguntad trascendentes, que el ser humano interiormente se formula. Pero si lo que pretende, es encontrar respuestas al margen de Dios, se estrella y se desespera. Esta avidez de poseer todo, tiene su fundamento, en que el hombre ha sido creado para una eterna felicidad que desconoce y por ello la ansía más y como no puede hallarla, en este mundo, busca por todos lo medios un sustitutivo de ella, perdiendo lastimosamente el tiempo que debería de emplear en prepararse, para conseguir la felicidad que le espera, porque solo ella es plena al ser eterna y todo lo de aquí abajo hay, al ser todo material nada es eterno, todo es caduco y fenece, empezando por nuestra propia vida corporal mortal.
El ansia, más que deseo de posesión que el hombre tiene, naturalmente se refiere a los bienes, pero estos pueden ser de dos clases; espirituales o materiales. Porque como quiera, que disponemos de cuerpo y de alma, tanto uno como la otra ansían poseer bienes; materiales los que satisfacen al cuerpo y espirituales los que satisfacen a nuestra alma. Existen unas evidentes diferencias entre los bienes materiales y los espirituales. La principal de ellas, radica en el hecho de que dada la superioridad del orden espiritual sobre el material. Los bienes materiales son siempre compuestos, como lo es toda la materia, y lo compuesto es siempre corruptible, porque termina por descomponerse y al descomponerse fenece y desaparece Por su parte lo bienes espirituales son siempre simples. Dios es la simplicidad absoluta, y lo simple nunca se puede descomponer, por lo que resulta que nunca fenece y es siempre eterno.
En el orden humano, la adquisición de bienes materiales, le supone esfuerzo, al hombre, sea este físico o mental. El que ha llegado a situarse materialmente en una buena posición en la vida, siempre termina orgullosamente presumiendo, de que a él, nadie le ha regalado nada. En lo cual se equivoca de cabo a rabo, porque todo lo que tenemos o podamos tener, en posesión, lo poseemos porque Dios así lo ha querido o permitido. Decía San Agustín: “Que tienes tu, hombre, que no lo hayas recibido”. Por el contrario en el orden de los bienes espirituales, las cosas son de muy distinta forma. Los bienes espirituales que somos capaces de generar, esos sí que son un fruto inteligente de nuestra voluntad, porque ellos nunca perecerán, serán eternos y la base de nuestra futura glorificación.
Uno de los misterios más incomprensibles, para el hombre y también para los ángeles, es el tremendo amor que Dios tiene por toda, absolutamente toda la humanidad, Tadeus Dajzer escribía: “Dios es un loco de amor por el hombre y la Eucaristía es una manifestación de ese loco amor… Y el drama de Dios, que es amor, consiste en que no puede derramar su amor plenamente; en que no puede inundar el alma humana, a la que ama sin medida”. Para Jean Lafrance “El amor de Dios a los hombres, es un amor devorador que desea al otro con todas sus fuerzas, pero que es al mismo tiempo, infinitamente respetuoso con él. Si el amor de Dios es devorador, devora primero al que ama y no al que es amado…, por ello cuando Dios habla al hombre no le dice más que una cosa “Te amo. Quiero encontrarte. Quiero entrar en comunión contigo. Dios es el mendigo de amor que llama a la puerta de nuestro corazón…, se diría que Dios sufre, no porque se sienta frustrado en algo, sino a causa de una plenitud de amor que tiene y que no llega a derramarse, porque no encuentra seres humanos suficientes de ser capaces de aceptar su tremendo amor”. Y en los evangelios podemos leer: “Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna; pues Dios no ha enviado a Hijo al mundo para que juzgue al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El”. (Jn 3,1617)
Y de este tremendo amor del Señor a nosotros, tenemos una prueba evidente en la gratuidad y facilidad con que cualquiera de nosotros podemos alcanzar los bienes espirituales, sean del orden que sean, gracias divinas, dones espirituales…etc. con solo desearlo. Tenemos por ejemplo el de las tres virtudes teologales, que siempre está a nuestro alcance con solo desearlas. El mero deseo significa ya la adquisición, si el deseo es leve significará una adquisición también leve, pero no importa con el tiempo si se persevera, lo que comenzó siendo leve se fortalecerá, y el resultado de esa fortaleza, serán las alas que obtendremos para llegar al cielo. Nadie tiene la misma fortaleza de sí continuamente, ella es como un planta que hay que estar continuamente cuidando, pues el maligno, no ceja en su empeña de ahogar la fe el en alma humana. Pero si se persevera, nos daremos cuenta mirando hacia atrás que ahora nuestra fe es mucho más fuerte de como lo fue, al comenzar nuestra aventura de entregarnos al amor del Señor. Y tal como ocurre con la fe sucede igual con la adquisición de todos y cada uno de los bienes espirituales que podemos gratuitamente adquirir. San Francisco de Sales escribía: “El deseo de amar y el amor dependen de la voluntad misma; por ello, tan pronto como hemos formado el verdadero deseo de amar, empezamos a sentir amor; y, a medida que el deseo crece, el amor va progresando. Quien desee ardientemente el amor, amará pronto con ardor”.
El grado de ansiedad que se tenga en la posesión de bienes materiales o espirituales, es muy importante y nos dice mucho, acerca del grado de desarrollo de la vida espiritual de una persona. Así por ejemplo, la persona que viva en pecado mortal continuo y de espalda al amor del Señor, le importarán un bledo, los deseos que su alma pueda tener, en poseer bienes espirituales, que tampoco pueden ser muchos, porque en esa pobre alma, su titular nunca se ha preocupado de desarrollar mucho su vida espiritual. El ansia de posesión de esta clase de personas, está siempre centrada en los bienes materiales y por muy grande que llegue a ser el tamaño de su posesión, o status social, jamás se les calmará el deseo de poseer más ya al final como todo tiene un límite, llegará la frustración, y el sufrimiento, por mucho que se haya podido atesorar. El deseo de poseer más y más es una característica común a los dos deseos de poseer bienes sean esto materiales o espirituales. Cuando un alma se encarrila en el deseo de amar a Dios, este deseo nunca se satisface totalmente, porque el alma cada vez anhela amar más ardientemente al Señor.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. LOS DESEOS HUMANOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316298
- Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281
- Bienes humanos. Glosa del 131012
- Injurias y agravios. Glosa del 23-0410
- Bienes materiales, bienes espirituales. Glosa del 09-0712
- Apreciar lo que tenemos. Glosa del 23-0312
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