Viernes, 29 de noviembre de 2024

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Las abejas en el Pregón pascual

por Corazón Eucarístico de Jesús

Las abejas, ¿qué hacen en el Pregón pascual?

Sí, es que están las abejas laboriosas mencionadas en el canto del pregón pascual, aunque algunas versiones cantadas omiten dicho párrafo.

"En esta noche de gracia, 
acepta, Padre santo, este sacrificio vespertino de alabanza 
que la santa Iglesia te ofrece por medio de sus ministros 
en la solemne ofrenda de este cirio, hecho con cera de abejas.

Sabernos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios. Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla, porque se alimenta de esta cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda para hacer esta lámpara preciosa.

¡Que noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano y lo divino!"


Es simpático el párrafo, y es antiguo. La cera pura la ha elaborado la abeja laboriosa, símbolo de la virginidad, y son recordadas en el pregón pascual. 
 

Así lo canta el Praeconium paschale o Laus cerei (: Alabaza del cirio):
 
 
 
 
Se inspira su mención en las Geórgicas del poeta latino Virgilio y a san Jerónimo jamás le hizo gracia tanta poesía y además cantada por un diácono (Carta al diácono Praesidius, año 378; PL 30, 188). San Jerónimo piensa que es una frivolidad hablar de "prados, abejas y flores" y es una frivolidad el uso de un canto pascual ejecutado por un diácono. 
 
 
En esa carta lamenta que los textos que corren y se difunden se parecen más a la literatura pagana, "virgiliana", que a la bíblica; protesta ya que en la Biblia no hay alabanzas a los cirios ni a las abejas y burlándose, le dice al diácono que no está dispuesto a componer un pregón pascual por sus ruegos, que sea el mismo diácono el que lo haga, como las abejas, seleccionando los mejores textos... Le repugna a san Jerónimo tanta composición literaria y poética que se aparta del lenguaje bíblico, aunque más que apartarse tendría que haber visto que modulaba con nuevos tonos y formas lo ya contenido. A él le parecía demasiada euforia. Tengo el texto latino (Schmidt, Hebdomada sancta, II, pp. 629ss) pero no una traducción a mano de esa epístola para ofrecerla aquí.
 
Nuestro pregón pascual, con sus alusiones a la abeja y la belleza de la cera ofrecida en forma de cirio, tiene precedentes o al menos textos paralelos.
 
En la oración "Deus mundi conditor" del Gelasiano, por tanto con influencias carolingias, hallamos este elogio bellísimo:

"Al comenzar admirados la fiesta de la luz,
es necesario que alabemos el origen de las abejas.
Las abejas, en efecto, se abastecen de hierbas,
aunque para procrear se comportan de manera castísima;
construyen sus celdas fundiendo el licor de la cera,
a cuyo arte no iguala maestría humana alguna.
Liban las flores con los pies,
pero no causan ningún daño a las flores.
No provocan el parto,
sino que, libando con la boca,
convierten los fetos concebidos en enjambre,
siguiendo el ejemplo admirable de Cristo
que procede de la boca del Padre".

Otro ejemplo más, en los sacramentarios galicanos:

"¡Oh abeja verdaderamente admirable y dichosa!
Cuyo sexo no lo violan los machos,
ni golpean éstos al feto,
ni los hijos mancillan la castidad;
del mismo modo que santa María concibió siendo virgen,
parió sin dejar de ser virgen,
y permaneció siempre virgen".


O una "Laus cerei" beneventana, del siglo VI:

"Las abejas conciben por la boca y paren por la boca;
copulan a través de un casto cuerpo
y no movidas por un repugnante deseo;
finalmente, guardando la virginidad,
paren muchos hijos y disfrutan de la prole;
se llaman madres,
permanecen inmaculadas;
paren hijos pero no conocen a los varones.
Usan a la flor como pareja,
hacen de la flor su linaje,
con la flor construyen las casas,
con la flor acumulan riquezas,
gracias a la flor producen la cera.


¡Oh qué admirable el ardor de las abejas!
Para realizar una obra común
contribuye una muchedumbre pacífica;
para una pluralidad de trabajadores
se obtiene un producto único.
¡Oh qué capacidad tan invisible...!
¡Oh destellos de la virginidad...!
Despojan a las flores de la piel 
y la mordedura no deja cicatriz alguna.
Pero entre todo lo que creemos, proclamamos la gracia de este cirio".

La abeja, su laboriosidad, y el modo de su fecundidad, se adapta bien para entender la virginidad de María y la pureza santísima de Jesucristo. El cirio pascual es el gran signo que concentra esos significados.

Volvamos a nuestro actual Pregón pascual y recordemos su texto:


en la solemne ofrenda de este cirio, hecho con cera de abejas.

Sabernos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios. Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla, porque se alimenta de esta cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda para hacer esta lámpara preciosa.
 

 
Benedicto XVI ha aludido a esta mención de las abejas en su homilía pascual. ¡Qué no diría san Jerónimo viendo a Pedro alabar algo así! En la homilía del Papa, era la laboriosidad de las abejas, imagen eclesial de un trabajo constante y constructor:
 
"El gran himno del Exsultet, que el diácono canta al comienzo de la liturgia de Pascua, nos hace notar, muy calladamente, otro detalle más. Nos recuerda que este objeto, el cirio, se debe principalmente a la labor de las abejas. Así, toda la creación entra en juego. En el cirio, la creación se convierte en portadora de luz. Pero, según los Padres, también hay una referencia implícita a la Iglesia. La cooperación de la comunidad viva de los fieles en la Iglesia es algo parecido al trabajo de las abejas. Construye la comunidad de la luz. Podemos ver así también en el cirio una referencia a nosotros y a nuestra comunión en la comunidad de la Iglesia, que existe para que la luz de Cristo pueda iluminar al mundo" (Hom. en la Vigilia pascual,2012).
 
Son las riquezas del Pregón pascual: lirismo puesto al servicio y en honor del Señor resucitado.
 

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