Un añadido al señor Rubalcaba
No quiero cerrar los artículos sobre el Sr. Rubalcaba, Secretario General del Psoe, sin decir, aunque sean unas breves palabras, sobre otro de los hechos que me preocupan y que denotan falta de finura moral y de sentido de responsabilidad, como es el llamado “matrimonio homosexual”. Parece mentira que se atrevan a equipararlo al matrimonio y, sobre todo, a que, incluso puedan adoptar niños, ¡por favor! A los lectores ¿les hubiese gustado ser adoptados por dos homosexuales si hubiesen quedado huérfanos? De verdad que no me explico que haya, incluso miembros del actual Gobierno, que lo defiendan.
Una cosa es que se respeten las decisiones personales que no conculcan ningún derecho de terceros, y otra, que los adultos reclamen el derecho a vivir como quieran y a unirse con quien quieran. Nos guste o no, el hecho es que esa clase de uniones se van multiplicando y lógicamente, deben ser reguladas por la ley.
Otra cosa es que se equiparen al matrimonio e, incluso, que se intente que la Iglesia los admita no sé si sólo como matrimonio o también como sacramento. No hay ningún derecho a equiparar las uniones homosexuales con el matrimonio.
Si se reconocen estas uniones como matrimonios, se está cambiando radicalmente el concepto de matrimonio y de familia, en contra de la historia y de la opinión absolutamente mayoritaria de la sociedad. Cada uno que viva como quiera, y según su conciencia. Pero lo que nadie puede pretender es que se dé una determinada ley porque lo pida cualquier grupo. Que se legalicen esas uniones, creo que es deber de la sociedad, determinando derechos y deberes de cada uno, seguros, herencias, sucesiones…, pero sin que sean considerados como matrimonios, que no lo son.
Pero es que, además, si ante la presión de estos grupos, se equiparan estas uniones a la unión familiar ¿por qué poner la condición de que estas uniones hayan de ser uno con uno, o una con una? ¿con qué derecho se les podría negar esa equiparación con el matrimonio, no ya a una pareja, sino a un grupo de homosexuales o de heterosexuales que quieran ser reconocidos como unidad familiar, conviviendo y viviendo íntimamente todos con todos? Y si un día se llegasen a legalizar, (cosa no imposible dentro de los criterios del anterior Gobierno) ¿habría que llamarles también matrimonios?
¡Ay, Señor! ¡Qué lógica tienen ciertos gobernantes! Dales un poco de sensatez.
Recuerdo unas palabras de los obispos españoles: “El parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley que pretenda legalizar las uniones homosexuales”. Y esto vale para los parlamentarios católicos de todos los partidos. Y sigue diciendo la nota: “Fabricar moneda falsa es devaluar la moneda verdadera y poner en peligro todo el sistema económico”. En otras palabras, equiparar estas uniones al matrimonio equivale a destruir el matrimonio, que es unión de hombre y mujer. O se cambia el significado de la palabra matrimonio, o la unión homosexual no puede llamarse matrimonio. Pero hay cristianos (también parlamentarios) que, a la hora de optar por una línea moral, siguen más a las consignas de sus partidos que a los obispos e, incluso al Papa.
En cuanto a las adopciones de niños por estas parejas, los derechos que deben prevalecer ¿no deberían ser los del niño? Dicen algunos que lo importante es querer mucho al niño. Si no hubiese nadie que lo quisiera y sólo ellos lo quisiesen, bien; pero ¿es que no hay ningún matrimonio que no lo puedan querer? Y, habiendo cantidad de matrimonios que quieren adoptar niños, y todo son dificultades, ¿por qué han de poder ser adoptados por dos homosexuales pudiendo tener padre y madre, que es lo natural, en vez de dos padres o dos madres?
Pero tampoco parece que les importa eso a los que piensan como el Sr. Rubalcaba; se suprime el nombre de “padre” y de “madre” y en paz. Se cambian por “progenitor primero” y “progenitor segundo” o cosa parecida, y todos contentos. A partir de ahora, “buenos días, progenitor primero o progenitor segundo” y nada de “buenos días, papá o mamá”.
Adelante, Sr. Rubalcaba; de seguir en esa línea, nadie nos va a poder quitar el primer puesto en la insensatez y en la falta de cordura.
No sé si Ud. es o no, un hombre de fe. Supongo que la ha perdido si la tuvo alguna vez, pero si no la ha perdido, piense que, a pesar de todo, el Señor sigue queriéndole y le querrá siempre. Piénselo y pídale perdón a Dios.
José Gea
Una cosa es que se respeten las decisiones personales que no conculcan ningún derecho de terceros, y otra, que los adultos reclamen el derecho a vivir como quieran y a unirse con quien quieran. Nos guste o no, el hecho es que esa clase de uniones se van multiplicando y lógicamente, deben ser reguladas por la ley.
Otra cosa es que se equiparen al matrimonio e, incluso, que se intente que la Iglesia los admita no sé si sólo como matrimonio o también como sacramento. No hay ningún derecho a equiparar las uniones homosexuales con el matrimonio.
Si se reconocen estas uniones como matrimonios, se está cambiando radicalmente el concepto de matrimonio y de familia, en contra de la historia y de la opinión absolutamente mayoritaria de la sociedad. Cada uno que viva como quiera, y según su conciencia. Pero lo que nadie puede pretender es que se dé una determinada ley porque lo pida cualquier grupo. Que se legalicen esas uniones, creo que es deber de la sociedad, determinando derechos y deberes de cada uno, seguros, herencias, sucesiones…, pero sin que sean considerados como matrimonios, que no lo son.
Pero es que, además, si ante la presión de estos grupos, se equiparan estas uniones a la unión familiar ¿por qué poner la condición de que estas uniones hayan de ser uno con uno, o una con una? ¿con qué derecho se les podría negar esa equiparación con el matrimonio, no ya a una pareja, sino a un grupo de homosexuales o de heterosexuales que quieran ser reconocidos como unidad familiar, conviviendo y viviendo íntimamente todos con todos? Y si un día se llegasen a legalizar, (cosa no imposible dentro de los criterios del anterior Gobierno) ¿habría que llamarles también matrimonios?
¡Ay, Señor! ¡Qué lógica tienen ciertos gobernantes! Dales un poco de sensatez.
Recuerdo unas palabras de los obispos españoles: “El parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley que pretenda legalizar las uniones homosexuales”. Y esto vale para los parlamentarios católicos de todos los partidos. Y sigue diciendo la nota: “Fabricar moneda falsa es devaluar la moneda verdadera y poner en peligro todo el sistema económico”. En otras palabras, equiparar estas uniones al matrimonio equivale a destruir el matrimonio, que es unión de hombre y mujer. O se cambia el significado de la palabra matrimonio, o la unión homosexual no puede llamarse matrimonio. Pero hay cristianos (también parlamentarios) que, a la hora de optar por una línea moral, siguen más a las consignas de sus partidos que a los obispos e, incluso al Papa.
En cuanto a las adopciones de niños por estas parejas, los derechos que deben prevalecer ¿no deberían ser los del niño? Dicen algunos que lo importante es querer mucho al niño. Si no hubiese nadie que lo quisiera y sólo ellos lo quisiesen, bien; pero ¿es que no hay ningún matrimonio que no lo puedan querer? Y, habiendo cantidad de matrimonios que quieren adoptar niños, y todo son dificultades, ¿por qué han de poder ser adoptados por dos homosexuales pudiendo tener padre y madre, que es lo natural, en vez de dos padres o dos madres?
Pero tampoco parece que les importa eso a los que piensan como el Sr. Rubalcaba; se suprime el nombre de “padre” y de “madre” y en paz. Se cambian por “progenitor primero” y “progenitor segundo” o cosa parecida, y todos contentos. A partir de ahora, “buenos días, progenitor primero o progenitor segundo” y nada de “buenos días, papá o mamá”.
Adelante, Sr. Rubalcaba; de seguir en esa línea, nadie nos va a poder quitar el primer puesto en la insensatez y en la falta de cordura.
No sé si Ud. es o no, un hombre de fe. Supongo que la ha perdido si la tuvo alguna vez, pero si no la ha perdido, piense que, a pesar de todo, el Señor sigue queriéndole y le querrá siempre. Piénselo y pídale perdón a Dios.
José Gea
Comentarios