¿Son dos o son más?
por Juan del Carmelo
Naturalmente que me estoy refiriendo a las venida del Señor a este mundo. Todos sabemos que la primera venida fue hace 2,000 años, en un pueblo de la actual Palestina, antes territorio exclusivamente hebreo, que quedó dividido desde la muerte del rey David, por sus herederos en dos países; al norte el llamado Israel y al sur el de Judá o Judea, ambos dominados por las legiones del imperio Romano. Y en un pueblo de Judea, llamado Belén de Efratá, situado pocos kilómetros al sur de Jerusalén, vino por primera vez al mundo nuestro Señor, con toda su divinidad y humanidad, por medio de su madre la Virgen María nuestra Señora, Él era y es el Hijo unigénito del mismo Dios. Y vino voluntaria y exclusivamente por razón de su amor a nosotros y por esta misma razón de amor, vino para aceptar su pasión y muerte en una cruz, con el fin de redimirnos de la esclavitud del maligno, a causa de nuestras males y ofensas a Dios. Esta fue la primera venida del Señor.
Pero es el caso, de que Él mismo nos anunció una segunda venida, una venida gloriosa, que se conoce con el nombre Parusía, término de etimología griega que significa presencia y llegada. Cristo vendría el día en que comenzará plenamente su Reinado. Todas las referencias evangélicas nos dicen que la Parusía, será un evento glorioso, un regreso triunfal de Jesucristo y el establecimiento definitivo del Reino de Dios en la tierra. Todos los cristianos del primer siglo estaban en la idea de que este glorioso evento, era inmediato y rezaban por él, con la gozosa exclamación Maranatha, que significa ven Señor. Es mucho lo que se puede decir y tratar sobre este tema, de la segunda venida de Cristo a la tierra, pero no va dirigido el contenido de esta glosa a este tema.
Como vemos son dos las venidas del Señor a este mundo, una ya realizada y la otra que se espera, pero uno se pude preguntar: ¿Hay alguna más prevista? Pues la realidad, en contestación a esta pregunta, es que esto depende muy personalmente de cada uno de nosotros. Puesto que hay personas que diariamente reciben la visita del Señor en lo más íntimo de su ser, en su alma, mediante el sacramento de la Eucaristía. Otras lo reciben los domingos, otras de tarde en tarde, otras aunque ya son adultos lo recibieron en su primera y única comunión, y una gran mayoría, no la han recibido nunca. En la Parusía, todos verán la salvación de Dios y mirarán al que crucificaron, pero lo más probable es que los que ahora vivimos en este mundo, ni tuvimos ocasión de ver al Señor, hace dos mil años, y mucho me temo que tampoco vamos a estar peregrinando por este mundo cuando llegue la Parusía.
San Bernardo abad, en su V sermón en el Adviento del Señor, se ocupad de este tema y nos habla de una triple venida del Señor a las almas, es decir intercala una visita entre la primera y la Parusía, pudiéndose referir, bien a una conversión del ama o al sacramento de la Eucaristía. Desde luego que el término conversión, tiene varias acepciones pues en sí, todo avance de un alma en el desarrollo de su vida espiritual es un paso adelante, es un escalón que se sube en la escala de ascensión al cielo, y cada escalón es una conversión, pues a la santidad se llega por sucesivas conversiones. El Señor antes de abandonar este mundo en su primera venida nos dejó dicho: “Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación del mundo”. (Mt 28,20). Y así ha sido y claramente más aprecian esta compañía, las personas que más tienen desarrollada si vida interior. Pero es más, también el Señor nos dejó dicho: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada”. (Jn 14,23). En forma tal, que Él se encuentra siempre inhabitando dentro del íntimo ser, de toda persona que viva en su amistad y divina gracia.
Esta inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma humana, al igual que la aseveración del Señor, de que siempre estará con nosotros hasta la consumación del mundo, son dos venidas del Señor, que pertenecen al orden del espíritu y por ello son invisibles a los ojos de nuestra cara. Y el Señor, sabiendo la necesidad que tenemos los humanos de ver con los ojos de nuestra cara, dada la tremenda fuerza que tiene nuestro cuerpo sobre nuestra alma, instituyó una presencia suya en la última cena, cuando dijo: Mientras comían, Jesús tomo pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a los discípulos, dijo: “Tomad y comed, este es mi cuerpo. Y tomando un cáliz y dando gracias, se lo dio, diciendo: Bebed de él todos, que esta es mi sangre de la alianza, que será derramada por muchos para remisión de los pecados. Yo os digo que no beberé más de este fruto de la vid hasta el día en que la beba con vosotros de nuevo en el reino de mi Padre”. (Mt 26,26-29). Es decir, las tres venidas del Señor son materiales, pues viene a nosotros con toda su divinidad y toda su humanidad.
San Bernardo nos dice que mientras que en la primera y en la Parusía, última venida del Señor a este mundo fue y será visible a los ojos de nuestra cara, en la tercera o terceras venidas que el Señor efectúe en las almas que se acerquen a comulgar, esta venida será invisible a los ojos de los demás pero no a los ojos del alma de la persona que ha recibido la Eucaristía. El Señor entra en la intimidad de las almas que ama y que ellas le aman. Esta o estas venidas intermedias son como una senda por la que se pasa de la primera a la última venida que está por llegar. En la primera Cristo fue nuestra redención, en la última aparecerá como nuestra vida. En esta o estas intermedias, Él es nuestro descanso y nuestro consuelo.
Si tú guardas las palabras de Dios, no tengas la menor duda de que Él te guardará a ti.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. CONOCIMIENTO DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461179107
- Libro. MILAGROS EN LA EUCARISTÍA.- www.readontime.com/isbn=9788461179091
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- Gloria de la Santa Misa. Glosa del 05-07-11
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