Lunes, 25 de noviembre de 2024

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Nuestros deseos de amar a Dios

por Juan del Carmelo

          El deseo de amar a Dios, es lo más profundo que un hombre puede llevar en su corazón…, y es un pálido reflejo del amor infinito que Dios tiene al hombre. Es en el deseo de amar a Dios, donde realmente se nos manifiesta, lo que nosotros pensamos que es el amor a Dios. Nosotros carecemos de capacidad de generar amor, si amamos es porque el Señor corresponde a nuestro deseo de amarle y nos da amor, y nosotros reflejamos ese amor recibido como si fuésemos un espejo. Es por ello que San Juan evangelista nos dice: “Nosotros amemos, porque él nos amó primero”. (1Jn 4,19). Lo niestro es simple amor natural humano, lo que Él nos genera y entrega es amor sobrenatural

 

No se trata de una cuestión de precedencia en el tiempo, se trata de una cuestión de capacidad, porque solo Dios es el que tiene capacidad de generar amor. El amor, es el mayor bien espiritual existente, no hay otro más grande que él, porque el amor es Dios mismo, cuya esencia y naturaleza es Amor, y por ello nosotros carecemos de capacidad de generar amor, solo Dios creador de todo lo visible e invisible, creador de todos los bienes espirituales y de toda la materia, tiene capacidad para generar amor.

 

            No creamos, que porque somos capaces emotivamente de decirle bellas palabras al Señor y permanecer mucho tiempo delante de un sagrario embelesados con su encanto, estamos dándole amor a Él. No lo que nosotros hacemos es devolverle, como antes decía, como si fuésemos un espejo, el amor que Él nos da, y ese amor es siempre fruto de nuestros deseos de amarle, que es lo único que nosotros podemos ofrecerle. Y este deseo de amarle, es lo que nosotros llamamos amor.

 

El Maestro espiritual Jean Lafrance participando de esta idea escribe: “La señal de que has empezado a conocer a Dios, no se encuentra en las hermosas ideas que tienes sobre Él y mucho menos en el gozo que te procura la oración, sino en el ardiente deseo de conocerle más…. Desea a Dios con todas las fuerzas de tu corazón, pero no pongas nunca la mano sobre Él para captarle. Sólo entonces vendrá Él  a Ti…. Solamente el deseo de amarle, obliga a Dios a bajar. No puedes subir hacia Él porque la dirección vertical te está radicalmente prohibida. No hay escala con la cual la inteligencia pueda llegar a alcanzar a Dios, tal como escribía San Juan de la Cruz. Si miras largo tiempo e intensamente hacia el cielo. Dios bajará y te llevará consigo. Siempre es él quien te busca”.

 

San Agustín que en sus escritos se ha preocupado mucho de los deseos, hasta tal punto que  a veces se la ha definido como el doctor del deseo de Dios, por la importancia que le concede a este tema y por el tono con el que habla de él, manifestando que el deseo es el cobijo más íntimo del corazón humano. Cuanto más se dilata el deseo en nuestro corazón, más capacidad tenemos para acoger a Dios. La vida de un buen cristiano, es toda ella un santo deseo.

 

            El deseo de amar al Señor es lo único que auténticamente nos impulsa a la santidad, porque a este deseo que tengamos, el Señor que está ansioso de que lo tengamos, y siempre e inmediatamente corresponderá entregándote su amor, y las gracias necesarias para avanzar en tu santidad, porque, solo puedes amar auténticamente cuando desees amar fuertemente al Señor y será entonces cuando tú mismo anheles la santidad y cuando anheles ir inculcando ese deseo a los demás. El deseo de amor nos impulsa a la santidad, porque a su vez se nos crea el deseo de santidad, que siempre llegará de la mano del deseo de amor a Él.

 

            El que, como fruto de su intensa vida interior, nacen en él deseos de amar, enseguida terminará amando con el amor que el Señor le dará. Pues tal como escribe Jean Lafrance en una conocida frase suya: “Si hay verdadero deseo, si el objeto del deseo es realmente la Luz, el deseo de Luz produce Luz”. Ya que querer amarlo, es estar ya amándolo, de la misma forma que desear ardientemente la santidad es estar ya caminando dentro de ella. Decía San Alfonso María Ligorio, fundador de los Redentoristas, que: “Ni siquiera nuestros pecados pasados pueden impedirnos alcanzar la santidad, si de verdad la deseamos”. Tengamos las ideas bien claras, porque si en ti, te da o sientes o cultivas en tu vida espiritual un vehemente deseo de amar al Señor, date cuenta de que ya lo estás amando y también te estás santificando, y cuanto mayor y fuerte sea tu deseo, mayor será tu santificación.

 

Tal como escribe San Francisco de Sales, el dulce obispo de Ginebra: “El deseo de amar y el amor dependen de la voluntad misma; por ello, tan pronto como hemos formado el verdadero deseo de amar, empezamos a sentir amor; y, a medida que el deseo crece, el amor va progresando. Quien desee ardientemente el amor, amará pronto con ardor”, nos dice este santo en línea con la realidad, certificada por un conjunto de doctas opiniones de santos  y exégetas.

 

El deseo de amar a Dios, es lo más profundo que un hombre puede llevar en su corazón, y sin embargo, este es un pálido reflejo del amor infinito que Dios tiene al hombre. La persona que desea amar al Señor, que tiene la aspiración de entregarse a su amor, a ella le será necesario el ardiente deseo de amar a Dios para acoger los dones del Espíritu Santo, que recibirá. Pues cuanto mayor sea el deseo de profundizar en el amor a Dios, más apta estará esta persona, para recibir el Espíritu Santo y sus frutos y dones. El deseo, ensancha siempre la capacidad de recibir amor de Dios, pues como dice muy bien San Gregorio de Nisa: “Porque la visión de Dios no es otra cosa sino el deseo incesante de Dios”. El deseo es como un gas en expansión que ahonda y nos atrae el poder del Espíritu: “Abre ampliamente tu boca y la llenaré” (Sal 81, 10)”. También para San Gregorio Nacianceno, la visión de Dios no es otra cosa que el deseo incesante de Dios.

 

Pero, ¡ojo! Dios lo quiere todo, no está dispuesto a compartir nada con nadie ni con nada, Él es un Dios celoso (Ex 24,4-6; Dt 4,24; Mt 12,30; Mt 22,37-40). Y es por ello que San Francisco de Sales, añade: “Para tener deseo de amor sagrado, es menester suprimir los demás deseos”. El Señor es un Dios celoso; sus celos, en verdad no tienen límite. Dios va tan lejos que no tolera en nuestro corazón ni la más insignificante huella de amor propio, al que persigue hasta su aniquilamiento total. Y es que los celos provienen del amor, de que se ame a alguien o a algo más que al Amado. En definitiva, tal como nos dice el Señor: Nadie puede servir a dos señores, pues o bien, aborreciendo al uno, amará al otro, o bien, adhiriéndose al uno, menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. (Mt 6, 24).

 

San Agustín dice que en la tierra existen, y existirán hasta el fin del mundo, dos grandes reinos. La frontera entre ellos no divide a los hombres, ni tampoco a las sociedades, sino que se encuentra en el interior de cada alma humana. Dos amores crean estos dos reinos: el amor propio llevado hasta el desprecio de Dios Amor sui usque ad contemptum Dei, y el amor de Dios llevado hasta el desprecio de uno mismo Amor Dei usque ad contemptum sui.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-                  Libro. LOS DESEOS HUMANOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316298

-                  Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281

-        Amar y ser amados. Glosa del 20-01-10

-        ¿Pero, es verdad que Dios nos ama? Glosa del 25-04-10

-        Amor de Dios individualizado. Glosa del 27-04-10

-        Mendigo de amor. Glosa del 07-06-11

-        ¿Tiene Dios, sed de nosotros? Glosa del 29-06-11

-        Los goces de amar a Dios. Glosa del 22-07-09

-        Amor incomprensible. Glosa del 03-12-09

-        Imposible, no amar a Dios. Glosa del 26-07-10

-        Verdaderamente, ¿yo amo a Dios? Glosa del 28-07-10

-        ¿Es puro nuestro amor? Glosa del 14-09-10

-        Sin amor es imposible. Glosa del 14-10-10

-        Querer tener deseos de amarte, Señor. Glosa del 19-12-10

-        Todo lo puede, el que ama al Señor. Glosa del 29-12-10

-        Ensanchad el corazón. Glosa del 21-10-11

-        Generosidad en el amor. Glosa del 25-10-11

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