Lunes, 25 de noviembre de 2024

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¿Porqué amamos?

por Juan del Carmelo

            Es esta una pregunta, que no todo el mundo se hace. Pero cuando se asciende en el desarrollo de nuestra vida espiritual, llegados a un determinado punto de avance, en el que esta y otras varias preguntas nos surgen de inmediato. Quizás sea, por que el ser humano es eminentemente curioso y siempre le gusta saber el terreno que pisa y el porqué de todo lo que le rodea. Pero uno lo son más y otros menos. Hay niños a los que se les regala un juguete y en vez de deleitarse con los movimientos de juguete, su obsesión es comprender por qué y cómo funciona el juguete y lógicamente termina por destriparlo. Y  cuando este niño llega a mayor, sigue intensificada su curiosidad, y ahora los juguetes son su propia vida y persona.

 

            Pues bien, vamos a tratar de dar una respuesta a esta pregunta y a otras directamente relacionadas con ellas. Nosotros hemos sido creados por Dios, dotándonos Él a cada uno de nosotros, de un elemento superior, invisible y espiritual, llamado alma y un elemento inferior, visible y material, llamado cuerpo. Dios como sabemos es un Espíritu puro, carente de materia, y así es, tal como se nos dice en el Génesis: “Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer”. (Gn 1,27). Pero como Dios no es persona y no tiene cuerpo material, la imagen y semejanza se refiere a nuestra alma, no a nuestro cuerpo. Es nuestra alma la que es semejante al Señor, y en cuando decimos y pensamos que nos ama, esencialmente ama nuestras almas, sin que ello repudie nuestros cuerpos, que también son creación suya, utilizando como instrumentos de su creación a nuestras padres terrenales. Pero el alma es creación directa suya y nuestra semejanza con Dios afecta a nuestra alma no a nuestros cuerpos.

 

            Dicho esto, es de ver, que tanto las almas humanas, como el deseo de amor y el amor mismo, son elementos pertenecientes al orden espiritual, que es superior al orden material, al cual pertenecen nuestros cuerpos. Así como simbológicamente y en la realidad las manos de nuestro cuerpo, son el principal medio de que disponemos para actuar, para poder alcanzar los bienes y objetos materiales que nuestro cuerpo desea. En caso de nuestra alma, es nuestra mente el instrumento de que se vale nuestra alma, para poder alcanzar los bienes y deseos espirituales que queremos alcanzar.

 

            El amor como sabemos es un bien perteneciente al orden espiritual, sea de la naturaleza que sea, pues hay que distinguir entre un amor sobrenatural y un amor natural. Dios como sabemos es el creador absoluto, tal como reza esto un muchos textos bíblicos, de todo lo visible y lo invisible, dicho en otros términos de todo lo espiritual y lo material. Dios es amor, No es que tenga amor, sino que es amor, porque el es el Amor y así reiteradamente nos lo dice San Juan el discípulo amado: “Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y el que vive en amor, permanece en Dios y Dios en él”. (1Jn 4,16). Todo su ser es amor, lo mismo que su poder, su sabiduría su fidelidad, todos sus atributos son solo una cosa en Él; Él es sus atributos. Y como Dios es amor, no puede obrar, sino por razón de amor. La suprema manifestación de su amor es la Encarnación, el don de su Hijo Unigénito para nuestra redención.

 

La esencia la naturaleza de Dios, es el amor y solo el amor. Él es Creador de todo, incluido el orden de la materia. Por ello el orden material está muy por debajo del orden espiritual, como lo está nuestro cuerpo con relación a nuestra alma, porque no fue la materia la que creó al espíritu, sino el Espíritu el que creó la materia.

 

El amor de Dios es un amor sobrenatural, y solo Dios puede crear ese amor. Nosotros podemos desearlo y cuando lo deseamos, Él está siempre dispuesto a dárnoslo, pero nosotros no podemos crear amor sobrenatural, solo podemos desearlo y así obtenerlo. Nuestro amor no es más que un reflejo del amor de Dios. Somos como espejos que reflejamos el amor que recibimos. Lo nuestro, lo que podemos dar a nuestros semejantes, es un amor natural. Pero el amor natural tiene su soporte en el amor sobrenatural, el amor natural nuestro se basa en el sobrenatural divino, deriva de él, es un reflejo de él. En todo caso el amor sea sobrenatural o sea natural, siempre es un algo perteneciente al orden de lo espiritual, nunca a lo material. Aunque es de reconocer, que prostituidamente se emplea el término amor, para aludir a las relaciones carnales, puramente materiales entre las personas, pero no se trata de ninguna categoría de amor, porque el amor siempre pertenece al orden del espíritu y nunca al de la materia.

 

Y dicho todo lo anterior, es llegado el momento de que demos respuesta a la pregunta: ¿Por qué amamos? Fulton Sheen escribe: “Podemos vivir sin nada, exceptuando tres cosas: el deseo de la vida, la verdad y el amor. ¿De qué sirve el dinero sin la vida? ¿Por qué detestamos el que alguien tenga secretos para con nosotros, sino porque estamos hechos para saber la verdad, y no las verdades de la física con exclusión de la filosofía, sino toda la verdad? ¿Qué mayor tragedia puede haber en la vida que no ser amado, excepto el vivir sin amar?”

 

Nuestro más profundo deseo es amar y ser amados, y ello es una lógica consecuencia de: Primero porque hemos sido creados por Dios que es Amor y creados a imagen semejanza suya y hemos sido creados para el amor, y por ello necesitamos amar y ser amado; Segundo porque el amor es sinónimo de felicidad, y anhelamos la felicidad, porque también hemos sido creados para ella, al haber sido creados para amar. Y esta felicidad que anhelamos no la conocemos y es la que emana del amor sobrenatural de nuestro Creador. Esta es la razón del porqué buscamos con ansia la felicidad en este mundo, porque hemos sido creados para disfrutar de ella; Tercero necesitamos ser amados, porque así encontramos al menos, una pequeña parte de la felicidad que anhelamos.

 

En definitiva, amamos porque deseamos ser amados, y mientras no caigamos en la trampa de la antítesis del amor que es odio, seremos siempre felices. Al odio se baja por una escalera de escalones intermedios que comienza en la simple antipatía consentida, la animadversión, la enemistad, el deseo de venganza y al final el odio. Si Dios es amor y solo amor, el maligno es odio y solo odio. Si el amor proporciona felicidad, el odio siempre proporciona tristeza, amargura y sufrimiento, por hay que tener en cuenta que sufre el que odia, nunca el que es odiado.

 

Amemos locamente al Señor, y a todo lo por el creado, especialmente a nuestro prójimo. Y si este no nos ama apliquemos la receta de San Juan de la Cruz que dice: Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor. Porque este es el único camino que tenemos para poder hallar aquí abajo una pequeña felicidad y después la que nos espera si superamos nuestra prueba de amor. Porque el Amor, que es el Señor, es el Todo de todo

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. AMAR A DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461164509

-        Libro. LOS DESEOS HUMANOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316298

-        Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281

-        Amar y ser amados. Glosa del 20-01-10

-        ¿Pero, es verdad que Dios nos ama? Glosa del 25-04-10

-        Amor de Dios individualizado. Glosa del 27-04-10

-        Mendigo de amor. Glosa del 07-06-11

-        ¿Tiene Dios, sed de nosotros? Glosa del 29-06-11

-        Ensanchad el corazón. Glosa del 21-10-11

-        Generosidad en el amor. Glosa del 25-10-11

-        Amor incomprensible. Glosa del 03-12-09

-        Los goces de amar a Dios           22-07-09

-        Imposible, no amar a Dios. Glosa del 26-07-10

-        Verdaderamente, ¿yo amo a Dios? Glosa del 28-07-10

-        ¿Es puro nuestro amor? Glosa del 14-09-10

-        Sin amor es imposible. Glosa del 14-10-10

-        Querer tener deseos de amarte, Señor. Glosa del 19-12-10

-        Todo lo puede, el que ama al Señor. Glosa del 29-12-10.

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