Lunes, 25 de noviembre de 2024

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Buscar la felicidad, sus consecuencias

por Juan del Carmelo

          Todas las personas que llegan a este mundo, nacen con una tremenda ansia de felicidad. Es esta una de las varias improntas que nuestro Creador, nos ha puesto, como son por ejemplo los instintos con los que nacemos, como por ejemplo el instinto de conservación, o los deseos y ansias de conocimiento, o el de buscar a nuestro Creador, pues es un principio conocido el de que todo lo creado, siempre tiende hacia su Creador. Y entre estos instintos, ansias o deseos con los que nacemos, está el de ser felices y ser felices, no ya en el futuro que queremos alcanzar, los que lo quieran alcanzar se entiende. Y deseamos ser felices, no solo cuando abandonemos este mundo, sino también aquí abajo y ahora, lo cual es perfectamente lógico y deseable.

 

            La búsqueda de la felicidad, nos obsesiona. Todo el mundo desea ser feliz, nadie ama la infelicidad. Y ello tiene una lógica justificación, ya que somos unas criaturas, creadas para ser eternamente felices, y el deseo y ansia de esto, lo tenemos gravado indeleblemente en el fondo de nuestro ser, en nuestra alma que esta es el lado noble de la persona, que siempre está en lucha frente al otro lado material que tenemos y que es nuestra carne con sus apetencias y necesidades. Y es por ello, que la clase de felicidad que desea cada una de las dos partes de nuestro ser, son diferentes y esto tiene unas consecuencias distintas.

 

            Nuestro cuerpo, como parte material de nuestro ser, pertenece se guía y quiere funcionar bajo las leyes de la materia. Por el contrario nuestra alma, como parte de nuestro ser perteneciente al superior orden de lo espiritual, huye de lo natural y tiende a lo sobrenatural. Dicho en otras palabras, nuestro cuerpo como elemento corruptible y caduco, sometido al dogal del tiempo, no concibe otra felicidad que la pasajera, solo la que se puede encontrar aquí abajo, que es de carácter pasajero y para la obtención de ella no tiene reparo alguno en poner en peligro la obtención de la eterna felicidad a la que aspira nuestra alma. Para nuestro cuerpo dicho en términos refraneros: Más vale pájaro en mano que ciento volando.

 

Por su lado, nuestra  alma como elemento perteneciente al superior orden del espíritu, ve las cosas de distinta forma, porque ella, para bien o para mal suyo, es eterna, no está sometida al dogal del tiempo, y ve todo bajo otro prisma, es más, ella no utiliza para mirar y ver los ojos materiales de la cara sino los suyos propios los ojos del alma, que le proporcionan una vista de carácter sobrenatural. Y cuanto más tenga una persona desarrollada la vista de los ojos de su alma, con mayor clarividencia y agudeza, verá siempre lo que más le conviene, que no es el sacrificar la felicidad eterna, por unas migajas de felicidad pasajera y mundana.

 

            No es malo, buscar en este mundo la felicidad, es más; el Señor, nos quiere a todos felices aquí abajo, pero lo que es una barbaridad es sacrificar la felicidad sobrenatural y eterna por una felicidad natural, pasajera y caduca, y así jugársela uno su propia salvación. Y este es el peligro que se corre, tratando de buscar a cualquier precio la felicidad en este mundo, porque la felicidad que se puede encontrar en este mundo está muy atada siempre al dinero, que es el instrumento que no siempre, pero si generalmente se necesita para encontrar felicidad.

 

Y cuando a todo trance buscamos el dinero, hacemos un ídolo de él. El Señor  dejó dicho a su pueblo: “No se volverán hacia los ídolos ni se fabricarán dioses de metal fundido. Yo soy el Señor, su Dios”. (Lv 19,4). Ídolo es rodo aquello a lo que le prestamos más atención y amor que a Dios mismo, y esto es así, porque Dios, es un Dios celoso, el mismo nos lo dice: “Porque Yahvéh tu Dios es un fuego devorador, un Dios celoso”. (Dt 4, 24). Desde luego que razón tiene para ello, pues resulta absurdo que amemos más, algo de lo creado por Él, pudiendo amar y poseer, al Creador que todo la ha hecho.

           

            La felicidad en esta vida se puede obtener de forma ilícita o lícita. La distinción entre las dos clases es bien fácil de entender. Se obra de forma ilícita, cuando actuamos a espaldas del amor a Dios, quebrantando su voluntad, de que todos nos salvemos y en especial nosotros mismos. La felicidad obtenida en este mundo quebrantando nuestro amor al Señor, al final siempre terminamos pagándolo caro, y no me refiero a lo fundamental, a perder la amistad con el Señor, sino la secuela de complicaciones, humanamente hablando, que nos creamos a nosotros mismos por andar por el camino torcido. Las consecuencias, además de tenerlas que pagar en el más allá, también terminamos pagándolas en esta vida. El ansia de dinero, el deseo de un amor humano indebido, la ambición de honores y consideraciones, al final todo esto dan origen a una infelicidad que nos llegará a proporcionarnos, siempre una grave amargura.

 

            Si partimos de la base de que ciertamente el orden espiritual es superior al orden material, llegaremos a la indudable conclusión de que los goces y sufrimientos del orden espiritual, son tremendamente superiores a los del orden material. Es por ello, que ya en esta vida ha habido y hay almas, a las que Dios les ha dado el don de la oración y dentro de este el de la contemplación, y no hay ni existe goce material alguno que sea comparable a este goce espiritual, el cual no es pleno, sino un ligero anticipo, que Dios da a ciertas almas elegidas por su amor a Él. Solo así pueden comprenderse las palabras que escribió San Pablo: “Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce años, si en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe, fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que este hombre, en el cuerpo o fuera del cuerpo del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe, fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar”. (2Co 12,2). Y ya antes había escrito su conocido versículo: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni la mente del hombre, pudo imaginar, cuales cosas tiene Dios preparadas para los que le aman”. (1Co 2,9).

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-                  Libro. DEL SUFRIMIENTO A LA FELICIDAD.- www.readontime.com/isbn=8460999858

-                  Libro. CONVERSACIONES CON MI ÁNGEL.- www.readontime.com/isbn=9788461179190

-                  Libro. DEL MÁS ACÁ AL MÁS ALLÁ.- www.readontime.com/isbn=9788461154913

-        Felicidad eterna. Glosa del 03-03-10

-        Santidad y alegría. Glosa del 11-09-11

-        Valor de la alegría en Dios. Glosa del 21-05-10

-        Cuando lo invisible se hace visible. Glosa del 16-01-10

-        Cuidado del cuerpo, cuidado del alma. Glosa del 04-07-10

-        ¿Acaso vale algo nuestra vida? Glosa del 03-03-11

-        Conocimiento del cuerpo, conocimiento del alma. Glosa del 23-07-11

 

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