¿Nos despegamos de nuestros recuerdos?
por Juan del Carmelo
Sinceramente creo que no, creo que cada vez vamos a peor…, cada día que pasa estamos todos más apegados a este mundo material que nos rodea y que no nos conviene nada, ni nos ayuda a llegar, al mundo espiritual que nos espera. No hay más que leer los periódicos, ver la televisión, escuchar la radio, hablar con los amigos, con los conocidos, con los compañeros de trabajo, con el que sea; todo el mundo vive obsesionado por las cosas de este mundo. Y nos sé, si la palma de esta situación, se la lleva la política o los deportes en general y el futbol en particular. ¡Quizás! En ellos la obsesión por ellos, sea al 50% entre la política y el futbol, pero sobre ellas, desde que nos ha entrado este afán de protagonismo político y de realizarse uno política o deportivamente, estamos todos que nos comemos las noticias de la política y del deporte así como las tertulias de la televisión. Pero no todas las personas, son iguales, pues gracias a Dios quedan muchas personas sensatas, que lo son mucho más ellas que ellos, pues ellas siempre han tenido más intuición y sentido común que ellos. No son malos tiempos los que corren, es que como decía San Agustín, los tiempos que corren somos nosotros mismos.
Pero el tema es que de una forma o de otra, cada día que pasa la gente piensa menos en sus postrimerías, siguen la táctica de la avestruz, pero nos guste o no, nadie se va a quedar aquí y desde luego nadie, pero nadie, ha sido capaz de sacar de este mundo ninguno de esos elementos materiales a los que estamos tan apegados. De este mundo solo nos podemos llevar los apegos del orden espiritual, que hayamos sido capaces de generar, pero es el caso, de que la generación de estos elementos espirituales, que tan necesarios nos van a ser cuando abandonemos este mundo, no está de moda y pocos son los que se preocupan de este tema.
El Abad Boyland, en uno de sus escritos dice: “Vivimos, en realidad en una civilización pagana. Los restos de ideales cristianos que se encuentran todavía en la opinión común y que se expresan todavía en la práctica corriente, están divorciados de su fundamento dogmático de hecho real y de fe verdadera”. La Iglesia, la misma Iglesia, que en la mente y en el corazón de los hombres de antes era como el muelle seguro y estable al que podía poner rumbo todo barco en medio de la tormenta, se ha convertido en un campo abierto de Agramante a todas las protestas en superficie y en profundidad, hasta el punto de acongojar a pontífices y a obispos y hacer temblar e inquietarse a los buenos cristianos, que se agarran a su Pontífice como a una tabla de salvación. ¿Enhorabuena satanás! Si yo no tuviera fe, pensaría en un imposible triunfo tuyo.
Cada día sin darnos cuenta, nos apegamos más a las materialidades de este mundo. Tenemos nuestras casa llenas de chismes inútiles, que teóricamente cuando los compramos hace ya años, nos iban a hacer la vida más placentera y no solo no nos la hicieron sino que ahora no queremos tirarlo, porque tontamente y sin darnos cuenta estamos apegados a ellos. Son elementos inútiles, pero sin darnos cuenta han formado parte de nuestra vida, y aunque su destino lógico sería el tirarlos a la basura por su inutilidad, no lo hacemos porque lo que nos pasa, es que sin saber porque, la realidad es que no los tiramos, porque sería como tirar parte de nuestra vida pasada. Es el dichoso apego a nuestra vida y sobre todo a la ya pasada que nos domina. Claro que este es un problema a quien más le afectan, es a los que más cerca están, o mejor dicho estamos, ya del final.
Y todos estos apegos materiales, tienen su fundamento en los recuerdos. Para el obispo Fulton Sheen. “Todas tus ansiedades se relacionan con el tiempo. El ser humano es la única criatura consciente del tiempo. Solo los seres humanos pueden tener en mente el pasado de manera que este pese sobre el momento presente con toda su herencia; y también puede introducir el futuro en el presente, para imaginar que sus ocurrencias son actuales..., el ser humano puede unir el pasado con el presente por medio de la memoria, y el futuro con el presente por medio de la imaginación. Toda desdicha (cuando no hay causa inmediata para la pena) proviene de la excesiva concentración en el pasado o de la extrema preocupación por el futuro”.
San Juan de la Cruz decía: “El espiritual tenga siempre este cuidado: no conserve en la memoria lo que vea, oiga, huela, guste, o toque. Olvídelo con el mismo interés que otros ponen en recordarlo. Que no le quede en la memoria ningún recuerdo de ello, como si no existiese. Deje libre la memoria y despojada. No la ate a ninguna reflexión del cielo ni de la tierra. Como si no tuviese memoria. Déjela libremente perderse en el olvido, como cosa que estorba. Ya que todo lo natural en orden a lo sobrenatural estorba, en vez de ayudar”. Y añadía: “Que cuanto más se tiene, menor capacidad y posibilidad de esperar hay. Y por tanto menos esperanza. De acuerdo con esto, cuanto más libre deje el alma la memoria de formas y recuerdos que no son de Dios, tanto más podrá la memoria en Dios y más vacía la tendrá para esperar de Él la plenitud de su memoria”.
Es una gran verdad, la que escribe San Juan de la Cruz, al decir que: “Todo lo sobrenatural siempre es estorbado por lo natural y nuestros recuerdos siempre forman parte de los hechos naturales que nos han acecido.” Y continua San Juan de la Cruz diciéndonos: “El demonio no tiene poder sobre el alma si no es a través de los actos de sus potencias, sobre todo por los recuerdos, pues de ellos dependen casi todos los actos de las otras potencias.., a través de ellos (de los recuerdos) el demonio puede exagerar formas, noticias, cavilaciones, y con ellas engendrar en el alma soberbia, avaricia, ira, envidia, etc.. y causar odio injusto, amor vano y engañar de muchas maneras... Si el alma, pues anula los recuerdos, no puede nada el demonio, porque no encuentra donde agarrarse. Y sin nada, nada puede”. Y sigue diciéndonos: “Pero hay muchos que no quieren privarse de la dulzura y gusto de los recuerdos y por eso no llegan a la suma posesión y entera dulzura. Porque “…..quien no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío”. (Lc 14, 33-)”.
Los recuerdos de los males recibidos, para San Francisco de Paula, son una injuria, complemento de la cólera, conservación del pecado, odio a la justicia, flecha oxidada, veneno del alma, destrucción del bien obrar, gusano de la mente, motivo de distracciones en la oración, anulación de las peticiones que hacemos a Dios, enajenación de la caridad, espina clavada en el alma, iniquidad que nunca duerme, pecado que nunca se acaba, y muerte cotidiana. Nada beneficia al alma los recuerdos de injurias o males recibidos, ellos siempre son trampas que nos pone el demonio para llevarnos a su pozo del odio o si se trata de recuerdos amables, para afincarnos a este mundo, con la esperanza de hacernos creer, que lo pasado volverá.
El recuerdo es la memoria del pasado, y la nostalgia es el apego al recuerdo. Nunca dejemos que el recuerdo del pasado se nos convierta en una cárcel mental, en la que uno se siente cogido para siempre, o una razón constante de autosatisfacción. Tu pasado puede hacerte sentir profundamente avergonzado o lleno de sentido de culpabilidad, pero también puede ser causa de orgullo y satisfacción. Hay que mirar los recuerdos, sean agradables o desagradables, como partes necesarias de un camino que Dios te puso delante en su día, para llevarte a Él, y tienes que tener la absoluta convicción de que todo lo que te sucedió siempre fue dispuesto por Dios para tu bien, aunque en aquellos momentos no lo comprendieses, y quizás ahora tampoco acabes de comprenderlo, porque todo lo que nos ocurre esta dispuesto o permitido por Dios para que nos suceda y ello con la sola finalidad de que te salves y seas eternamente feliz en la gloria de quien más nos quiere, el Señor nuestro Dios.
El recuerdo siempre nos ata. Así, se manifestó el Señor: "Otro le dijo: Te seguiré, Señor, pero déjame antes despedirme de los de mi casa. Jesús le dijo: Nadie que, después de haber puesto la mano sobre el arado, mire atrás es apto para el reino de Dios”. (Lc 9,61-62). Y es que los recuerdos nos atan, nos impiden adelantar en nuestra vida espiritual. Y termino esta glosa, con un conocido pensamiento de San Juan de la Cruz, que dice: “Da lo mismo que un pájaro esté atado a un hilo delgado que a uno grueso si no lo rompe para volar. Cierto que el delgado es más fácil de romper; pero por fácil que sea, si no lo rompe no volará. Así es el alma que está apegada a alguna cosa, que por mucha virtud que tenga no llegará a la libertad de la divina unión”. Y los recuerdos nos atan y nos impiden volar.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. LA HUELLA DE DIOS. Isbn.- www.readontime.com/isbn=9788461164523
- Libro. CONOCIMIENTO DE DIOS. Isbn.- www.readontime.com/isbn=9788461179107
- ¿Es bueno mirar atrás? Glosa del 17-02-11
- Apegos humanos. Glosa del 23-11-09
- Limpios de apegos. Glosa del 31-10-11
- Apego a este mundo. Glosa del 25-11-09
- Ansias de vida. Glosa del 23-12-09