¡Nos ha amanecido un día sagrado!
¡Cantad al Señor un cántico nuevo!
[5] S. AGUSTÍN, Serm. 198B.
¡Alégrese el cielo, goce la tierra!
Este día ilumina las tinieblas del mundo,
hoy nos ha nacido un Salvador, Cristo Jesús;
hoy la Palabra ha acampado entre nosotros;
hoy se ha manifestado la gloria del Señor.
¡Aclamad cielos, exultad tierra!
"Hoy ha nacido nuestro Salvador. Alegrémonos.
No es justo dar lugar a la tristeza cuando nace la vida
para acabar con el temor de la muerte
y llenarnos de gozo con la eternidad prometida.
Exulte el santo, porque se acerca el premio;
alégrese el pecador, porque se le invita al perdón;
anímese el pagano, porque se le llama a la vida"[1].
¡Admirable misterio!
¡Dios se hace hombre,
para que los hombres participemos de su divinidad!
"Reconoce ¡oh cristiano! tu dignidad,
pues participas de la naturaleza divina"[2].
Cristo, por ti, se ha hecho hombre;
Cristo, por ti, se te ha acercado;
Cristo, por ti, ha asumido todo lo humano;
Cristo, por ti, ha entrado en la tierra;
Cristo, por ti, ha venido a nuestro mundo;
Cristo, por ti, se ha despojado de su condición divina.
¡Alégrese el cielo y goce la tierra!
¡Exultad con júbilo cristiano, santo, espiritual!
Reconociendo y adorando este Misterio,
sepamos y demos gracias,
porque el Hijo de Dios se ha hecho hijo del hombre,
para que nosotros seamos hijos de Dios.
Vivamos con la dignidad y santidad
de nuestra condición según el Bautismo;
vivamos santamente, con la libertad de los hijos de Dios;
rompamos con las costumbres a las cuales nos atamos,
rompamos con nuestra soberbia y juicio,
rompamos con nuestras críticas, nuestro afán de saberlo todo,
decirlo todo, opinarlo todo, discutirlo todo;
rompamos con el pecado que desdice de nuestra dignidad:
con la luz de Cristo nacido, caminemos a la luz del Señor,
caminemos con la dignidad de los hijos de Dios,
caminemos seguros, con la gracia del Hijo de Dios,
tan cercano, tan lleno de amor y compasión;
el júbilo navideño tradúzcase en docilidad, silencio y obediencia,
hágase canto, alabanza, amor y plegaria,
sea revestido el júbilo navideño
de verdadero y santo amor,
de relaciones humanas cordiales y vividas en la verdad,
de respeto a todos, profundo respeto al misterio de cada persona,
respetando igualmente sus decisiones, sus formas,
su vida;
el júbilo navideño, el gozo festivo,
sea amor cristiano y agradecimiento sincero
al amor de Dios.
¡Adorad tan grande misterio!
Una virgen, sin concurso de varón,
concibe, en su seno, al Dios-con-nosotros.
"La bienaventurada María concibió creyendo
a quien alumbró creyendo"[3],
porque engendró al Hijo de Dios en su corazón
antes que en su seno.
La concepción y parto de María, es obra de la Trinidad[4].
¡Día santísimo, manifestación del Dios vivo,
aparición de la bondad de Dios,
tiempo de salvación!
Hermanos:
"Estos días en que nació Cristo
son los más cortos del año,
pero comienzan ya a crecer.
Crezca, pues, Cristo en vuestros corazones.
Progresad y creced para llegar a la vida eterna"[5].
Anunciemos a todos el gozo y la esperanza
de esta Buena Noticia.
Contemplemos, desde el silencio,
este misterio de amor
y exulte todo nuestro corazón.
¡Bendito sea el Señor que tanto nos ha amado!
¡Bendito sea el Señor que hoy se nos ha manifestado!
¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo!
[1] S. LEÓN MAGNO, Serm. 21 "en la Navidad del Señor".
[2] Ibíd.
[3] S. AGUSTÍN, Serm. 215,4.
[2] Ibíd.
[3] S. AGUSTÍN, Serm. 215,4.
[4] S. AGUSTÍN, De Trinitate, II, 5, 9.
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