Lunes, 25 de noviembre de 2024

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Simplicidad divina, simplicidad humana

por Juan del Carmelo

          Es la segunda vez que en los 32 meses que llevo escribiendo glosas incido en este tema de la simplicidad. Y ello es, porque pienso que no acabamos de darle toda la importancia y trascendencia que la simplicidad tiene, en orden al desarrollo de la vida espiritual de las personas. Con la finalidad de aclarar nuestras ideas, y ver la importancia que la simplicidad tiene y es un tema que nos interesa, comencemos por analizar el término simplicidad.

 

            El DRAE, (Diccionario de la Real Academia española), nos dice que morfológicamente, simplicidad, es la cualidad de ser simple sin composición, y si nos trasladamos al análisis del término simple, veremos que este tiene un montón de acepciones, pero la primera de todas es la que nos interesa a este respecto y nos dice que simple es: sin composición, es decir carente de elementos que lo formen.

 

            Como sabemos nuestra vida terrenal, se desarrolla en el marco de las tensiones que nos crean las apetencias de nuestro cuerpo, es decir de la materia, y los frenos que a estas apetencias y deseos, le pone la parte de nuestro ser que pertenece al orden espiritual, es decir nuestra alma, que siempre está en lucha soterrada con nuestro cuerpo. Es esta una lucha que tiene el nombre de lucha ascética, pero desgraciadamente no todo el mundo mantiene esta lucha, son muchos los que se han dado por vencidos o no quieren aceptar la práctica de esta lucha, generalmente por no creerla necesaria, ya que su meta en esta vida, consiste solo en satisfacer todo lo que su cuerpo le pida. Y dentro de esta lucha ascética, la simplicidad es importante como ahora veremos.

 

            Lo que es simple, la simplicidad está plenamente relacionada con la eternidad, porque lo simple nunca se puede descomponer y al no poderse descomponer es eterno. Se descompone siempre aquello que está formado por elementos, es decir lo material que es siempre corruptible, porque siempre acaba por descomponerse. Nuestro cuerpo material no es eterno, posiblemente será eterno el cuerpo glorioso resucitado que obtendremos, pero el actual nuestro, indefectiblemente morirá, porque día a día, se nos va desmoronado, a pesar de todos los avances médicos que se han logrado. Al final el cuerpo es corruptible y siempre desaparecerá. No así ocurrirá con nuestra alma que como elemento perteneciente al orden del espíritu, para bien o para mal, cualquiera que sea su destino final, nunca morirá, porque nunca se podrá descomponer al ser un elemento simple, como lo es Dios que es espíritu puro.

 

            El gran teólogo dominico español, Antonio Royo Marín, en la pág. 32 de su libro "El misterio del más allá", explica magistralmente lo antes dicho en un párrafo ya recogido en la anterior glosa que es precedente de esta. El párrafo nos dice: “El alma es espiritual, porque es independiente de la materia; y es absolutamente simple, porque carece de partes. Un ser absolutamente simple es necesariamente indestructible, porque lo absolutamente simple no se puede descomponer. La palabra descomposición, significa sencillamente desintegrar en sus elementos simples una cosa compuesta. Luego si llegamos a un elemento absolutamente simple, si llegamos a lo que podríamos denominar “átomo absoluto”, habríamos llegado a lo absolutamente indestructible. Y no me refiero al átomo físico, dentro del cual la moderna ciencia ha descubierto todo un sistema planetario. Pero cuando se llega al átomo absoluto que quizás no pueda darse en lo puramente corporal se ha llegado a lo absolutamente indestructible. Sencillamente porque este, no se puede descomponer en elementos más simples. Aquí solo cabe la aniquilación en virtud del poder infinito de Dios. Este es el caso del alma humana que por el hecho mismo de ser espiritual es absolutamente simple, es como un átomo absoluto del todo indescomponible y por consiguiente es intrínsecamente inmortal”.

 

            Visto lo anterior y la realidad de que Dios es un Ser, que es y representa la simplicidad absoluta, resulta de orden lógico que el Señor ame más a quien más se le parezca, ya que la semejanza es una característica de la esencia del amor. Es por ello las recomendaciones evangélicas de nuestro Señor, cuando nos dijo: “Os envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. (Mt 10,16). Es decir, ser simples, y también aquella otra recomendación: “En verdad os digo, si no os volveréis y os hiciereis como niños, no entrareis en el reino de los cielos”.  (Mt 18,3). ¡Más claro agua¡

 

            Dentro del desarrollo de la vida espiritual, la máxima ambición del que esté metido en estas lides, es llegar a alcanzar, dentro de sus oraciones una perfecta oración contemplativo, para adquirir el don de la contemplación que está unido a esta clase de oración y después, si fuese posible, llegar a una vía unitiva con el Señor. ¡Pues no es nada llegar a esta situación! Santos canonizados hay más de uno, que en vida posiblemente no consiguieron este objetivo. La base para trabajar en este objetivo está en la oración contemplativa, que en sí resulta ser al final una oración muy simple, es decir volvemos al tema de la simplicidad. Y ello es así porque tal como ya hemos dicho Dios es en esencia la simplicidad absoluta.

 

            Desde luego, que para alcanzar la oración contemplativa, tal como escribe Jean Lafrance, es preciso mucho tiempo y se necesita mucho tiempo, porque se necesita mucha perseverancia y esto a su vez necesita tiempo para poder desarrollarse. El tiempo es el plato donde se alimenta la perseverancia. Por lo tanto es necesario mucho tiempo para poder llegar a la sencillez, a la simplicidad en la oración, y para llegar a olvidarnos de nosotros mismos, para elegir lo que conviene a nuestra oración. La repetición de una sola palabra es un medio sencillo para abandonar la periferia de nuestro ser y acercarnos a nuestro centro. Este desprendimiento en la oración era una de las claves de los Padres del desierto que aconsejaban volver a la total simplicidad limitándose a una sola palabra.

 

Para Thomas Mertón, todo el misterio de la oración contemplativa simple, es un misterio de amor divino, de vocación personal y de don gratuito. Esto y solo esto, consigue el verdadero vacío, en el que ya nada queda de nosotros mismos. El silencio en la oración contemplativa es lo que nos proporciona la necesaria simplicidad. Porque orar contemplativamente no consiste en inventar bellas oraciones de amor y alabanza, sino solo mirar con ojos enamorados. Dionisio de Aeropagita decía: “El hecho es que cuanto más alto volamos menos palabras necesitamos, porque lo inteligible se presenta cada vez más simplificado”. Y ello es así porque la sencillez es la atmósfera de Dios, tal como una vez, decía un  fraile cartujo.

 

            El amor que nos une al Señor, nos hace siempre espiritualmente más semejantes a Él, es decir más simples, porque amando al Señor, el derrama sobre nosotros su propia simplicidad. Nos da luz para ver con simplicidad, oscuras tesis y problemas, simplifica nuestra inteligencia haciéndola más aguda y aumentando en ella la luz que aclara los problemas. La simplicidad en su esencia divina, es claridad en la inteligencia, y ello es lo que se nos trasmite, al que ama con fuego y ardor al Señor.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. CONOCIMIENTO DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461179107

-        Libro. RELACIONARSE CON DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461220588

-        Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281

-        Simplicidad. Glosa del 03-12-10

 

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