¿Que es amar?
por Juan del Carmelo
Para un cristiano, y mucho más para un cristiano católico, amar es la esencia de su religión. El amor debe de ser el Todo para él. Todos hemos sido creados por el Sumo Amor por razón de amor y para amar. El amor y su correcta práctica es la garantía de nuestra felicidad mundana y después de la eterna. El hombre necesita el amor, más que la comida y el agua que le demanda su cuerpo, más que el aire que respira. El también necesita amar porque el amor es el alimento del alma, desde el momento en que Dios tal como reiteradamente nos manifiesta San Juan evangelista. Es amor y solo amor. El hombre esta creado para amar y ser amado, y si no ama ni es amado es infeliz y amargado. Por ello, cuando el hombre, por instigación demoniaca cae en el poza de la antítesis del amor que es el odio, nunca se encuentra a si mismo, ya que los deseos de venganza, que siempre son fruto del odio, si llegan a consumirse, nunca le traen felicidad al que los satisfizo.
Dios nos ha creado para amar y sobre todo para amarle a Él. Ya en las tablas del decálogo de los mandamientos que el Señor entregó a Moisés en el Horeb, el primero y principal mandamiento para el pueblo del éxodo era y es, al igual que lo es para todos nosotros, “Amarás a tu Dios”. Y este mandato se encuentra recogido en la principal oración del pueblo de Israel, el Schema Israel, Escucha Israel, que reiteradamente empleó nuestro Señor y que dice Así: “Escucha, Israel: Yahvéh nuestro Dios es el único Yahvéh. Amarás a Yahvéh tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Se la repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así acostado como levantado; las atarás a tu mano como una señal, y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas”. (Dt 6, 4-9).
El Señor como sabemos no vino a cambiar el A. T. sino a perfeccionarlo. "No penséis que he venido a abrogar la Ley o los Profetas; no he venido a abrogarla, sino a consumarla. Porque en verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, ni una jota, ni una tilde pasara (desapercibida) de la ley hasta que todo se cumpla”. (Mt 5,1718). Y por ello a nosotros también nos obliga el Schema Israel, y lo diez mandamientos. Y del primero de ellos, el mismo Señor nos dice: Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley? Él le dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas”. (Mt 22,36).
El amor es la expresión de Dios mismo, porque como dice San Juan: “Dios es amor, y el que vive en amor permanece en Dios, y Dios en él” (1Jn 4,16). Y si Dios es amor, es de ver que todo el amor que existe emana de Dios, porque Dios es la única fuente de amor que existe en el universo y desde luego dentro de nuestro mundo. Así por esto, San Juan nos dice: “Nosotros amemos, porque él nos amó primero” (1Jn 4,19). Es decir, o dicho con otras palabras: Nosotros podemos amar, porque previamente hemos sido amados por Dios. Lo que nosotros inicialmente le manifestamos al Señor, es un deseo de amor, un deseo de amarle y a ese deseo, Dios nos corresponde con su amor, que nosotros se lo devolvemos en una muy pequeña parte, reflejándolo el suyo, como en un espejo.
Si tenemos pues que la esencia de Dios es el amor, es lógico que Dios le preste a su amor una importancia total, que Él mismo ha venido siempre demandando al hombre, desde que este fue creado por Él. Pero ante estas conclusiones, cabe preguntarnos: ¿Y que es amar?
Amar es sobre todo una consecuencia de la voluntad si no hay voluntad de amar no puede haber amor, porque el amor de las personas reside primariamente en su voluntad de amar. Muchos creen que el estado emocional que produce muchas veces el propio amor, es la esencia del amor y si este estado no existe, no amamos. Esto no es así, porque es perfectamente natural que haya personas que se sientan frías ante Dios, en un nivel puramente emotivo y sin embargo tengan un profundo amor hacia Él.
Lo que constituye el verdadero amor a Dios es la fijeza de la voluntad. Si tenemos el deseo habitual de hacer todo lo que Él nos pida, sencillamente porque Él lo quiere, y la determinación de evitar todo lo que Él, no quiere que hagamos, sencillamente porque no lo quiere, tenemos entonces amor a Dios independientemente de cuál sea nuestro sentimiento. Amar es, en primer lugar, ser atraído, seducido y cautivado por el amor de Dios. Y esto ocurre según San Juan de la Cruz, en el centro de nuestra alma, que es donde se encuentra Dios, por eso cuando el alma conoce y ama a Dios en la capacidad interior de su ser, habrá alcanzado su centro más profundo donde se halla Dios. Cuanto más ama, más profundamente centrada está en Dios.
Continuando con San Juan de la Cruz, este nos dice que: “La fuerza del alma está en sus potencias, pasiones y apetitos, dirigido todo por la voluntad. Cuando la voluntad dirige todas las potencias pasiones y apetitos a Dios y las desvía de todo lo que no es Dios, es cuando guarda la fuerza del alma para Dios y entonces ama a Dios con todas sus fuerzas”. Si cumplimentamos lo que San Juan de la Cruz nos dice en este párrafo, entonces no pensaremos más que en Dios, en su amor y en el vehemente deseo que nacerá en nosotros de amarle más, porque siempre pensaremos que no le amamos lo suficiente, y que debemos de hacer algo más. Será entonces cuando alcanzaremos a cumplimentar debidamente esa recomendación que nos da el Señor desde los evangelios: “…, conviene orar perseverantemente y no desfallecer”. (Lc 18,1).
El amor a Dios, para que sea verdadero ha de ser siempre, limpio y puro. No es concebible un amor a Dios interesado. San Agustín manifestaba: Vas equivocado si tratas de amar a Dios en función de los bienes materiales que puedas obtener de Él. Ama a Dios gratuitamente, y El mismo será tu recompensa. Tampoco es concebible el amar a Dios y permanecer en pecado, al margen de la gracia de Dios. El Señor no inhabita nunca en un alma manchada por el pecado, es necesario acudir al sacramento del perdón, que hace salir al alma del estado de pecado mortal o de disipación e indiferencia con respecto a Dios y pasar al estado de gracia, en el que ya ama a Dios y se recupera el estado de gracia que el alma tenía antes de caer en el pecado mortal.
Tal como nos dice Santo Tomás de Aquino: “Es un hecho natural y evidente, que el corazón amante está habitado por lo que ama. Quien ama a Dios lo posee en sí mismo”. Y cuando uno ama en profundidad, se comprende que ha de amar más al Señor, que a uno mismo. De aquí el por qué, que el Señor nos diga: "Decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome cada día su cruz y sígame. Porque quién quisiere salvar su vida, la perderá; pero quién perdiere su vida por amor de mí, la salvará, pues ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si él se pierde y se condena? Porque quien se avergonzare de mí y de mis palabras, de él se avergonzará el Hijo del hombre cuando venga en su gloria y en la del Padre y de los santos ángeles”. (Lc 8, 23-26).
En definitiva amar a Dios,… es entregarse plenamente a Él, porque el amor siempre exige reciprocidad, y si Dios nos ama,… ¿cómo es posible que nosotros no le amemos? El impulso y el deseo de amar a Dios, son muchas las almas que lo sienten, lo cultivan y tratan de agrandarlo, porque el amor siempre es expansivo y trata de expansionarse, no solo amando todo lo creado por nuestro Amado, especialmente nuestro prójimo, sino también expansionarse en su tamaño, porque nunca alcanzaremos amar al Señor, todo lo que un alma enamorada de Él, sueña con amarle.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. AMAR A DIOS. www.readontime.com/isbn=9788461164509
- Libro. LA SED DE DIOS. Isbn. www.readontime.com/isbn=9788461316281
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- Generosidad en el amor. Glosa del 251011
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- Amar y ser amados. Glosa del 20-0110
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