Con este signo vencerás
por Juan del Carmelo
Estas son las palabras que resonaron en los oídos del entonces pagano emperador Constantino…, antes de la batalla del puente Milvio. Corría el año 312 y el Imperio romano, estaba dividido en dos desde que en el año 305 Diocleciano había dejado de ser emperador único y compartía el poder con Maximiano, también con categoría de emperador. Maximiano gobernaba en el occidente, mientras que Diocleciano gobernaba el oriente desde su fastuoso palacio situado en Split, actual Croacia. Después de una serie de vicisitudes histórica muere en Britania El emperador de occidente Constacio Cloro, casado con una cristiana llamada Elena, más tarde Santa Elena. Muere Constancio Cloro y sus legiones proclaman emperador a su hijo Constantino, tolerante con el cristianismo. Pero en Roma se proclama emperador un furibundo pagano llamado Majencio, hijo de un antiguo tetrarca, que proseguía la persecución de los cristianos comenzada en su última etapa por Diocleciano, por lo que surgió la guerra.
La batalla decisiva se dio en el puente Milvio, cuando las legiones de Constantino marchaban para la ocupación de Roma con fuerzas inferiores a las de Majencio. Previamente antes de la batalla, Majencio había hecho una consulta a los augures, que desentrañando la vísceras de las aves, como era la costumbre romana, le dieron una respuesta sibilina, diciéndole: “El traidor será aniquilado” con lo cual Majencio, se fue todo contento con estos auspicios, hacia la batalla, sin caer en la cuenta, de que el traidor aniquilado sería él.
Según cuenta la leyenda, Constantino tuvo una visión. Vio en sueños una Cruz en el cielo, al mismo tiempo que una voz divina, le indicaba que con ese signo vencería, “in hoc signo vinces”. Constantino hizo decorar los escudos de sus soldados con el símbolo de la cruz y se lanzó contra el ejército enemigo. El emperador Constantino, se percató enseguida, de que los jinetes de Majencio tenían desprotegido el vientre de sus monturas, por lo cual le resultó fácil para sus tropas destripar a la caballería enemiga. Finalmente, venció después de una dura lucha y Majencio murió ahogado en el río durante la batalla, en razón al peso de su propia armadura cuando su ejército huía ante la acometida de los hombres de Constantino. Sólo su cabeza volvió a Roma al día siguiente, cuando Constantino la exhibió en señal de victoria. Tras esta visión, Constantino instituyó un nuevo estandarte para marchar a las batallas, al que llamaría “lábaro” y en él la cruz era el signo predominante.
El triunfo de Constantino, supuso también el triunfo del cristianismo y dio pie, a que se promulgase un año más tarde en el 313 el Edicto de Milán por el que quedaba legalizado el cristianismo. Se despenalizó la práctica del cristianismo y se devolvieron las propiedades de la Iglesia. El papa que gobernaba la Iglesia en aquella época, año 312, era San Silvestre, conocido por tener su celebración el 31 de diciembre, el último día de cada año.
En el imperio romano y en los pueblos no romanos de aquella época, morir en la cruz era una ignominia. Los romanos solo crucificaban a los esclavos y a los reos de delito de muerte que no fuesen ciudadanos romanos. A un ciudadano romano solo lo podía condenar a muerte la justicia del emperador y esta era siempre por medio de espada o decapitación, nunca por crucifixión. Por ello San Pedro, fue crucificado cabeza abajo a petición propia, para ser inferior a su Maestro, y San Pablo como era ciudadano romano fue decapitado.
El Señor, no solo se le dijo a Constantino: “in hoc signo vinces”, sino que nos lo dijo a todos y muy especialmente a ti lector que estás leyendo esto y a mí, que lo estoy escribiendo. Es imposible a nadie querer salvarse de las garras del maligno e ir a hacerle eternamente compañía en su reino de odio, si ni tenemos siempre presente a lo largo de nuestra vida el significado de la cruz salvadora. La cruz para el cristiano es un signo de amor y de triunfo. Es signo del amor que el Dios nos demostró, porque la cruz levantada es el centro de la historia humana es el testimonio elocuente del amor de Dios por los hombres; “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16)”. Es signo de triunfo, porque fue precisamente en la cruz, donde Cristo venció al maligno y nos rescató de sus garras, abriéndonos las puertas del cielo. Para nadie hay posibilidad alguna de salvación, sin amor a la cruz.
El Catecismo de la Iglesia católica en su parágrafo 2.015 nos dice que: “El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (cf. 2 Tm. 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas: El que asciende no cesa nunca de ir de comienzo en comienzo mediante comienzos que no tienen fin. Jamás el que asciende deja de desear lo que ya conoce (S. Gregorio de Nisa, hom. in Cant 8)”.
La Cruz, ha constituido siempre una verdadera obsesión en las almas enamoradas del Señor. Abrazar su cruz es su mayor goce, porque continuamente recuerdan que el Señor dejó dicho. Primeramente: "Venid a mi todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviare. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas, pues mi yugo es blando y mi carga ligera”. (Mt 11,28-30). Y más tarde completó la invitación, diciéndonos: “…, si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga”. (Mt 16,24). Que nadie pretenda santificarse sin amar la cruz, el que trate de buscar a Dios sin sufrimientos pierde el tiempo, nunca llegará a encontrarlo.
Tenemos que pensar que una cosa es aceptar resignadamente los males que nos aquejan, como permitidos por Dios y otra mucho mejor es amarlos, es decir abrazarnos a nuestra cruz, porque el precio de una alta amistad y amor con él Señor, es beber con Él su cáliz, porque si queremos ser perfectos, más hay que preocuparse de ayudar a Cristo a llevar su cruz que de pedirle a Él nos ayude a llevar la nuestra. La cruz para nosotros es el orgullo de llevar la marca del cordero, porque si no la llevásemos seríamos sospechosos de no pertenecer al rebaño y satanás ya nos consideraría una propiedad suya. Como desgraciadamente considera ahora en este mundo, a muchos que no se toman en serio, el único negocio serio que tenemos que concluir en esta vida, porque: “Y ¿que aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? ¿O que podrá dar el hombre a cambio de su alma? Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras”. (Mt 16,26-27).
El polaco Slawomir, Biela, escribe diciéndonos: “La meta deseada de tu camino a la santidad, debe de ser unirte con Cristo crucificado y morir en unión con Él. Si no aspiras a esta meta en tu vida, puedes desperdiciarla esta”. Y en el mismo libro más adelante añade: “Al contemplar la vida de los santos, podemos decir, que a partir de un momento determinado, su vida se vuelve una cadena de sucesivas experiencias y pruebas de fe cada vez más difíciles, hasta que finalmente llega el momento más dramático. La crucifixión. Seguro que en ese momento repiten el grito de Cristo crucificado: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” Como el lector se habrá dado cuenta, Biela, se está refiriendo, a esa etapa de sufrimiento que existe en el desarrollo de la vida espiritual, por la que pasa toda alma, que quiere purificarse en esta vida, y que San Juan de la Cruz llamaba: “La noche oscura”.
Todo el que se entregue al Señor y quiera ser perfecto: “Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial”. (Mt 5,48), inexorablemente se ha de purificar de los reatos de culpa de sus pecados, aunque ya estén perdonados, pues todo pecado nos deja plantada una raíz que hemos de extinguir purificándonos, pues esta es la función del purgatorio, la de purificarnos. Y pensemos que la purificación de aquí abajo es más sencilla y cuesta menos, que la que haya que sufrirse en el purgatorio. Y dentro de este proceso de purificación, es donde se ha de pasar la llamada “Noche oscura”, cuyas características serán totalmente distintas para cada persona, de la misma forma que son distintas todas las almas humanas.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. SANTIDAD EN EL PONTIFICADO. Isbn. 978-84-612-6635-7.
- (I) Noche oscura del alma. Glosa del 26-10-10
- (II) Noche activa de los sentidos. Glosa del 28-10-10
- (III) Noche pasiva de los sentidos. Glosa del 30-10-10
- Castillo interior. Glosa del 03-11-10
- Las serpientes del Sinaí. Glosa del 24-07-09
- La cruz de cada uno. Glosa del 07-02-10