Conocer al enemigo
por Juan del Carmelo
Cualquier general, por mediocre que sea, sabe perfectamente la importancia que tiene conocer al enemigo. La mayoría de los ejércitos del mundo, tiene una estructura de funcionamiento muy similar. La base es un sistema jerárquico, no democrático. Solo uno manda y toma las decisiones, ayudado por la información que le facilita un Estado mayor, cuya primera sección es la de operaciones y la segunda la de información, que es la que le proporciona al mando, el conocimiento del enemigo. Se cuenta que durante la segunda guerra mundial, en el desierto africano, contendían dos generales, uno británico, Montgomery, alias Monty y un alemán Rommel, alias el zorro del desierto, del cual se cuenta que dormía teniendo en su mesilla de noche un retrato de Montgomery, para tratar de conocerle mejor por sus expresiones. Y esto es así, porque cuando decía un conocido estadista y primer ministro europeo: “cuando quiero que algo se haga, nombre a un solo hombre, cuando quiero que no se haga, nombro una comisión. El principio de la jerarquía es muy superior al democrático, inclusive aunque el jerarca no se pun ser perfecto.
Cuando un país se encuentra en peligro, el ejército se hace cargo de la situación y si no meten las narices los políticos, al final el ejército saca al país del berenjenal, al que generalmente le han metido los políticos. Para mí, siempre he visto que donde hay un mando Jerarquizado, ejercito, o Iglesia, las cosas funcionan mucho mejor. La democracia, solo cuando está estructurada muy jerárquicamente, léase Norteamérica funciona mejor, que las llamadas democracias populares o las constituidas de espaldas a la realidad de Dios y con un evidente menosprecio de los principios jerárquicos. Grecia a pesar de auto titularse inventora de la democracia, y estar así reconocida, nunca tuvo la grandeza del Imperio romano, fundamentada en la tremenda disciplina, de sus legiones militares, cierto es que existía un senado y que todas las decisiones, eran sobre la base del S.P.Q.R, acrónimo del Senado y el Pueblo de Roma, pero era el emperador el que siempre se llevaba el gato al agua.
Pero ocupándonos de lo que de verdad nos debe de interesa, que es la salvación de nuestras almas. Hemos de ver, que para obtener este objetivo, tenemos que desarrollar una vida interior de carácter espiritual jerarquizada, sin concesiones a veleidades de ningún género, luchando contra un enemigo mucho más inteligente que nosotros. Bien es verdad, que este enemigo nuestro tiene limitada su capacidad de actuación, sobre cada uno de nosotros, en función de hasta donde nosotros seamos capaces de resistir. Si el Señor, le permitiese al demonio que nos tentase a su gusto, en un plis plas, nos borraría a todos del mapa.
Después de haber leído un sinfín de libros, sobre el tema que más me ocupa y me preocupa, he observado con curiosidad, que es en los libros de los exorcistas, donde he encontrado una mayor fortaleza de fe, quizás sea porque varios de ellos han llegado a tener evidencia de la existencia del demonio, aunque supongo que no, de la de Dios. Su fe es siempre fuerte, porque si se tiene evidencia de la existencia del demonio, consecuentemente, nuestra fe se convierte en una roca, sobre la cual, cuando Dios lo estime pertinente, se asentará la evidencia de su existencia que es lo que nos espera.
Estudiar al enemigo, y conocerlo profundamente, es muy importante porque nos aumenta tremendamente nuestra fe y nos hace comprender muchas cosas que antes no veíamos. Nos encajan entonces muchas piezas de ese rompecabezas, que cuando amamos a Dios todos llevamos en la cabeza. Nos damos cuenta y encontramos justificación a muchas conductas humanas, encontramos un lógico funcionamiento a lo que antes nos parecía que eran ideas contradictorias.
Estudiar al enemigo, es básico, para saber que está ahí, que continuamente nos está acosando y que al ser él, el padre del pecado es también la madre de todo mal que nos aqueja, pues nuestros males siempre se asientan y generan en nuestros pecados. Nunca he comprendido esa Pastoral diocesana, de parte de los prelados de la Iglesia, que la practican y en línea con el llamado aggiornamiento que tantos males ha producido su torcida interpretación, y que han suprimido en las homilías, las referencias al infierno y al demonio, bajo el pretexto de no asustar a la clientela, y que por esto se escape. ¡Craso error! La sal es la que produce la salación, y así nos lo dijo el Señor: “Vosotros sois la sal de la tierra: pero si la sal se desvirtúa, ¿con que se la salara? Para nada aprovecha ya, sino para tirarla y que la pisen los hombres”. (Mt 5,13). Y a la sal no le asusta ni el demonio ni el infierno, porque se siente templo vivo de Dios y sabe que Él inhabita en su interior, porque vive siempre en el favor de su gracia.
Fui testigo una vez, de una conversación entre un provincial de una orden religiosa mendicante y uno de sus definidores. El provincial, decía que para la grandeza de la provincia religiosa, más le importaba a él, el nivel espiritual de sus súbditos (no sé ahora, si se ha perdido o no, la antigua costumbre de denominar súbditos a los frailes, en el interior del convento) que el número y cuantía de estos, mientras que el definidor sostenía que había que llenar el seminario. Ignorante de mí, en aquella época, en mi interior le daba la razón al definidor, pero hoy en día el Señor, me ha hecho ver con claridad meridiana, cuánta razón tenía el provincial de la orden. Al Señor, desea que todos nos salvemos y le amemos, pero la intensidad de nuestro amor considerado individualmente, tal como Él nos ama y nos considera, es de una tremenda importancia para Él.
Conocer al demonio, nos es tan necesario, que el mismo demonio que lo sabe, hace lo posible y lo imposible para ocultarse, para pasar desapercibido. Y a fe de que lo consigue, pues a pesar de que su existencia se encuentra mencionada muchas veces en los Evangelios, son muchas las personas, que eufemísticamente, hablan del mal personificado o de las fuerzas del mal. La mayor alegría que se le podría dar al demonio, es la noticia de su inexistencia. El demonio necesita de su anonimato para poder actuar más eficazmente.
Él se vale de todo lo que está su alcance, para desahogar su odio. Y ya que no puede hacerlo directamente sobre Dios, ataca a sus criaturas, a las que Él ama tanto y que somos nosotros. Y ya veo la pregunta que más de uno se estará haciendo: Y si Dios es omnipotente, y nada se le resiste porque permite las actuaciones demoniacas, sobre nosotros. La contestación a esto se resume en una sola frase: Si no existiese en demonio o no actuase sobre nosotros, jamás tendríamos una escalera para subir el cielo. Estamos aquí, tal como reiteradamente hemos dicho para superar una prueba, que nos colme de méritos, para demostrar nuestro amor al Señor, y este es el cometido que tiene el demonio, el de impedir con una actuación de límites marcados, el que podamos llegar al cielo. Solo existen dos reinos: El del amor llamado cielo y el del odio, llamado infierno.
Por lo tanto en esta lucha, cuanto mejor conozcamos a nuestro enemigo y seamos capaces de verle en las conductas, y situaciones de las personas y por supuesto en la de muchos gobernantes, mejor comprenderemos, sus pautas de actuación y la forma de neutralizar sus ataques a nosotros.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. BUSCAR A DIOS. Isbn. 978-84-611-6451-6.
- Actuaciones demoniacas. Glosa del 20-05-09
- Demonio y demonios. Glosa del 11-02-10
- El mal y su instigador. Glosa del 19-02-10
- Las armas del enemigo. Glosa del 08-10-10
- ¿Por qué cayó luzbel? Glosa del 09-12-10
- ¿Hasta dónde llega el poder de las tinieblas? Glosa del 12-04-11
- Teología del demonio. Glosa del 30-05-11
- Ángeles caídos. Glosa del 24-06-10