Añadidura
por Juan del Carmelo
En el evangelio del día de hoy, del día este en que escribo esta glosa, aparece la palabra “añadidura”. Desde siempre estos once versículos evangélicos, han llamado poderosamente mi atención, por la claridad con que el Señor se manifiesta y lo poco que tenemos en cuenta, lo que él nos dice. Para evitar al lector que vaya a buscar estos versículos, hago transcripción de ellos:
“Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?
Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos?
¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos.
Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
No se inquieten entonces, diciendo: «¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?».
Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.
No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción” (Mt 6,24-34).
Es comprensible el poco éxito, que tenemos los que nos denominamos creyentes católicos, en nuestra labor apostólica, pues el testimonio que continuamente estamos dando es demoledor. ¿Pero que confianza tiene esta gente, se pregunta un pagano, en lo que dicen que creen y en su Jesucristo, al que tanto dicen que quieren y le invocan? Y lo peor es que llevan razón. Nuestra confianza en el Señor es, no ya débil sino en muchos casos nula. Y ello es, por la fe muerta que tenemos. Veamos. La confianza se genera en la fe. Nadie tiene confianza en la conducta de otro que no cree que exista. Si nos falla nuestra confianza en el Señor, es porque es débil nuestra fe, y al ser débil nuestra fe, lo es también nuestra esperanza en él y nuestro amor a Él, pues es bien sabido que las tres virtudes teologales: Fe, esperanza y amir (caridad), aumentan y disminuyen en el alma humana al unísono. Si carecemos de fe, es indudable que no tenemos confianza en lo que el Señor nos promete.
Y Él muy claramente nos dice: Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. Y a la vista de esta aseveración del Señor, uno se pregunta: ¿Y qué es lo que el Señor entiendo por añadidura? Bueno, desde luego que dentro de la añadidura que promete el Señor, no se encuentran ni yates ni Rolls Roice, pero si una vida digna, de acuerdo con el status social en que a cada uno de nosotros nos ha situado. Me viene a la memoria, una abuela de mi mujer, que se quedó viuda y sin grandes recursos, por lo que vivía muy agobiada por el dinero. Se confesaba ella, con un conocido jesuita el P. Rubio, que murió en olor de Santidad y fue canonizado por Juan Pablo II el 4 de mayo del 2003. Sus restos están en el claustro de la Iglesia de los Jesuitas en la calle Serrano. Pues bien el P. Rubio le aseguró un vez en confesión, que nunca tendría una gran fortuna, pero siempre tendría un “buen pasar”. Y así fue como transcurrió y terminó la vida de esta mujer.
Desde luego que Dios cuida muy especialmente a las almas que se entregan a Él, nunca les va a dar grandes posibilidades económicas, entre otras muchas razones, porque Él bien sabe que el que se dedica al dinero no le puede servir a Él, tal como claramente lo explicitita en los versículos arriba transcritos. Las riquezas no son un pasaporte para el infierno, pero cuidado con ellas, que a nadie le facilitan el amor a Dios, porque no son compaginables de la misma forma que no se pueden unir el agua con el aceite, y si alguno cree que lo puede compaginar se está engañando.
Cierto, que hay personas entregadas al Señor y que Él se las está haciendo pasar canutas, ellas han de pensar, aquello de que: Dios aprieta pero no ahoga. Y así es, porque de la misma forma que no le permite al maligno que tiente a nadie con intensidad superior a sus propias fuerzas, tampoco permite que no se cumplan sus palabras en nadie y mucho menos en unos de sus elegidos que se le ha entregado. Un Poco de paciencia y confianza, que Él muy bien sabe lo que se hace, y si permite el mal sus razones tiene. Razones estas, que muchas veces nosotros no entendemos, pero de una cosa sí debemos de estar siempre muy seguros sin que se quiebre nuestra confianza en Él, y es que todo absolutamente todo lo que nos ocurre es por nuestro bien. Un bien espiritual que no vemos ni entendemos, pero que nos está esperando en la glorificación de nuestra alma en el Señor.
Dios tiene un plan maravilloso, que no lo vemos, porque nosotros somos como hormigas andando sobre las pinturas de la Capilla Sixtina, miramos abajo a nuestros pies y solo vemos una parte de un milímetro de pintura, no podemos ver la belleza de la impresionante obra de Miguel Angel. No vemos más allá de nuestras narices. Cerrar los ojos para mejor confiar, porque cuando más ciegos seamos con los ojos de la cara más abiertos tendremos los ojos de nuestra alma y por ende más confianza en el Señor. Que nada ni nadie nos agobie, y menos los medios de comunicación con todas las noticias que a muchos les hacen pensar: ¿Pero en que va a terminar todo esto? Pues esto terminará en lo que Dios quiera, porque nunca nada puede terminar contra su voluntad, y si es un mal, será porque él lo permite y todo ello siempre será, para nuestro bien, porque todo lo que nos pasa hemos de aceptarlo ya que es lo que Él ve que nos conviene.
Él siempre está pendiente de todos y cada uno de nosotros y así reiteradamente nos lo ha manifestado. A Santa Catalina de Siena Él le dijo: Tú ocúpate de mí que yo me ocuparé de ti. Santa Teresa de Jesús cuenta que: “A esta a quién hablamos se le presentó el Señor, acabando de comulgar, con forma de gran resplandor y hermosura y majestad, como después de resucitado, y le dijo que era ya tiempo de que sus cosas tomase ella por suyas, y Él tendría cuidado de las suyas, y otras palabras que son más para sentir que para decir”. También Santa Teresa de Lisieux escribía: “Vi que la única cosa necesaria era unirme más y más a Jesús, y que lo demás se me daría por añadidura. En efecto nunca resultó fallida mi esperanza”.
Terminaremos esta glosa con el pensamiento de que si no somos capaces de acudir al Señor, exclusivamente por razón de una plenitud de amor a Él, al menos acudamos en razón de la añadidura que Él, a todos nos asegura.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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