Cómo interpretar lo que dice la Biblia
Alguien me ha pedido hablar sobre algunas cosas fundamentales sobre la Biblia. No en plan científico sino popular, para que el pueblo sencillo pueda entender y defender la fe ante ciertos ataques que recibe desde las sectas. Voy a intentarlo con algún artículo en el blog.
Para entender la Sagrada Escritura hay que distinguir entre lo que Dios quiere decirnos y la manera de decirlo. Esta distinción entre lo que se dice y la manera como se dice, es fundamental para entender no sólo la Biblia, sino cualquier escrito. Debemos tener en cuenta que, aunque los autores que la escribieron estaban inspirados por Dios, cada uno de ellos tenía una manera de decir las cosas. Se pueden decir de varias maneras: narrando los hechos, en poesía, en ejemplos, dentro de la cultura que tiene la gente en el tiempo en que se escribe…
Concretando esto con algunos ejemplos, la descripción que el autor sagrado hace de la creación, no se puede tomar al pie de la letra. Si el primer día crea la luz, ¿de qué luz se trata? No será la del sol, porque el sol es creado el cuarto día; si en el segundo día creó el firmamento que separe las aguas de arriba de las de abajo, ¿cuáles son las aguas que están por encima del firmamento? o ¿qué es esa bóveda si no es nada? Si en el día tercero crea las plantas, ¿cómo es posible que vivan sin el sol? Si Noé construye un arca en la que entran dos animales de cada especie, ¿cómo es posible si no cabrían en el mayor trasatlántico del mundo? Y así se pueden decir otras muchas cosas por el estilo.
Una idea que debemos tener muy clara es que Dios, al hablarnos por medio de los autores sagrados, no quiere darnos unas clases de ciencia sino un mensaje religioso. Esto hay que tenerlo presente especialmente para la interpretación de los primeros capítulos del Génesis. ¿Cuál es el mensaje que Dios nos da en estos primeros capítulos? Sencillamente, que Dios lo creó todo, no cómo lo creó. Que no hay otros dioses. Que hay que darle gracias, que hay que guardar el sábado y descansar como Dios descansó el séptimo día; que el hombre y la mujer son iguales, que el pecado está en desobedecer a Dios, que Dios tiene misericordia del hombre y que le anuncia un Salvador.
Eso es lo que Dios nos quiere decir. La Biblia nos dice que Dios ha creado el mundo; la ciencia nos dice cómo se ha ido formando. Por eso no puede haber contradicción entre la Biblia y la ciencia.
Esta diferencia entre lo que Dios quiere decirnos y la manera de decirlo se da también en pasajes del Nuevo Testamento, sobre todo, en los Evangelios. Jesús habla constantemente en parábolas, es decir con ejemplos. Y así dice: “Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde. Y él les repartió la hacienda” (Lc. 15, 1112). De lo que nos habla en este pasaje es de la misericordia de Dios y de su alegría al encontrar a sus hijos y perdonarlos. No hay que preguntar quién era ese padre, dónde vivía, cómo se llamaba. Jesús estaba contando un ejemplo y no hay que tomar el ejemplo como un hecho real; y cosas así están en muchas partes de la Biblia.
Tampoco a nadie se le ocurre tomar al pie de la letra el pasaje: “Si, pues, tu mano o tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo y arrójalo de ti; más te vale entrar en la Vida manco o cojo que, con las dos manos o los dos pies, ser arrojado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te vale entrar en la Vida con un solo ojo que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna del fuego” (Mt. 18, 8-9).
En la interpretación de la Biblia, una de las cosas necesarias para interpretarla debidamente, es tener sentido común. Si se tomase este pasaje al pie de la letra, no cabrían en el mundo los mancos, los cojos y los tuertos.
Hay quienes dicen que sólo se salvarán los 144.000 sellados: “Y oí el número de los marcados con el sello: 144.000 sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel.” (Apoc. 7, 4)
Pero olvidan que después de sellar a todos los de las 12 tribus, se dice a continuación: “Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.” (Apoc. 7, 9)
Por lo que hay que ver el contexto y compaginarlo, aparte de que los números en el mundo de la Biblia suelen tener un simbolismo, porque los años que vivieron Matusalém y Abraam y otros serían interminables. Otra vez entra en juego el sentido común.
Por tanto, tampoco hay que tomar al pie de la letra pasajes como los hermanos de Jesús o como lo de que los católicos adoramos las imágenes o lo de que no podemos tomar sangre de animales ni admitir transfusiones de sangre… (pienso hablar de algunos de estos temas de los que suelen hablar las sectas).
Hay que tener en cuenta también el modo de hablar de la gente en el tiempo en que se escribe. A nadie se le ocurre, cuando oye decir que el sol sale o se pone, pensar que se está diciendo una cosa falsa porque el sol ni sale ni se pone, sino que es la tierra la que da vueltas alrededor de su eje.
José Gea
Para entender la Sagrada Escritura hay que distinguir entre lo que Dios quiere decirnos y la manera de decirlo. Esta distinción entre lo que se dice y la manera como se dice, es fundamental para entender no sólo la Biblia, sino cualquier escrito. Debemos tener en cuenta que, aunque los autores que la escribieron estaban inspirados por Dios, cada uno de ellos tenía una manera de decir las cosas. Se pueden decir de varias maneras: narrando los hechos, en poesía, en ejemplos, dentro de la cultura que tiene la gente en el tiempo en que se escribe…
Concretando esto con algunos ejemplos, la descripción que el autor sagrado hace de la creación, no se puede tomar al pie de la letra. Si el primer día crea la luz, ¿de qué luz se trata? No será la del sol, porque el sol es creado el cuarto día; si en el segundo día creó el firmamento que separe las aguas de arriba de las de abajo, ¿cuáles son las aguas que están por encima del firmamento? o ¿qué es esa bóveda si no es nada? Si en el día tercero crea las plantas, ¿cómo es posible que vivan sin el sol? Si Noé construye un arca en la que entran dos animales de cada especie, ¿cómo es posible si no cabrían en el mayor trasatlántico del mundo? Y así se pueden decir otras muchas cosas por el estilo.
Una idea que debemos tener muy clara es que Dios, al hablarnos por medio de los autores sagrados, no quiere darnos unas clases de ciencia sino un mensaje religioso. Esto hay que tenerlo presente especialmente para la interpretación de los primeros capítulos del Génesis. ¿Cuál es el mensaje que Dios nos da en estos primeros capítulos? Sencillamente, que Dios lo creó todo, no cómo lo creó. Que no hay otros dioses. Que hay que darle gracias, que hay que guardar el sábado y descansar como Dios descansó el séptimo día; que el hombre y la mujer son iguales, que el pecado está en desobedecer a Dios, que Dios tiene misericordia del hombre y que le anuncia un Salvador.
Eso es lo que Dios nos quiere decir. La Biblia nos dice que Dios ha creado el mundo; la ciencia nos dice cómo se ha ido formando. Por eso no puede haber contradicción entre la Biblia y la ciencia.
Esta diferencia entre lo que Dios quiere decirnos y la manera de decirlo se da también en pasajes del Nuevo Testamento, sobre todo, en los Evangelios. Jesús habla constantemente en parábolas, es decir con ejemplos. Y así dice: “Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde. Y él les repartió la hacienda” (Lc. 15, 1112). De lo que nos habla en este pasaje es de la misericordia de Dios y de su alegría al encontrar a sus hijos y perdonarlos. No hay que preguntar quién era ese padre, dónde vivía, cómo se llamaba. Jesús estaba contando un ejemplo y no hay que tomar el ejemplo como un hecho real; y cosas así están en muchas partes de la Biblia.
Tampoco a nadie se le ocurre tomar al pie de la letra el pasaje: “Si, pues, tu mano o tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo y arrójalo de ti; más te vale entrar en la Vida manco o cojo que, con las dos manos o los dos pies, ser arrojado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te vale entrar en la Vida con un solo ojo que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna del fuego” (Mt. 18, 8-9).
En la interpretación de la Biblia, una de las cosas necesarias para interpretarla debidamente, es tener sentido común. Si se tomase este pasaje al pie de la letra, no cabrían en el mundo los mancos, los cojos y los tuertos.
Hay quienes dicen que sólo se salvarán los 144.000 sellados: “Y oí el número de los marcados con el sello: 144.000 sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel.” (Apoc. 7, 4)
Pero olvidan que después de sellar a todos los de las 12 tribus, se dice a continuación: “Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.” (Apoc. 7, 9)
Por lo que hay que ver el contexto y compaginarlo, aparte de que los números en el mundo de la Biblia suelen tener un simbolismo, porque los años que vivieron Matusalém y Abraam y otros serían interminables. Otra vez entra en juego el sentido común.
Por tanto, tampoco hay que tomar al pie de la letra pasajes como los hermanos de Jesús o como lo de que los católicos adoramos las imágenes o lo de que no podemos tomar sangre de animales ni admitir transfusiones de sangre… (pienso hablar de algunos de estos temas de los que suelen hablar las sectas).
Hay que tener en cuenta también el modo de hablar de la gente en el tiempo en que se escribe. A nadie se le ocurre, cuando oye decir que el sol sale o se pone, pensar que se está diciendo una cosa falsa porque el sol ni sale ni se pone, sino que es la tierra la que da vueltas alrededor de su eje.
José Gea
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