¡Qué grande es la fiesta del Corpus!
Una de las fiestas más bonitas e importantes de la Iglesia es la fiesta del Corpus.
Se distingue de las demás fiestas. En las celebraciones de éstas se mezcla mucho lo popular con lo religioso. Hay distintos modos de celebrarlas según distintos niveles de fe, de tradiciones y de ambientes. Muchas veces se mezcla lo religioso con distintas maneras de entender el culto cristiano. En la mayoría de los casos, las celebraciones se unen con festivales, músicas, bailes y juergas.
Hay muchos que, por ejemplo, no van a misa y acuden desde muy lejos a la fiesta de la patrona de su pueblo; no es que sea malo acudir a la fiesta; lo que no está bien es que no vayan a misa. Dios es quien mide y valora lo que hacemos y nuestra buena o mala voluntad.
La fiesta del Corpus es distinta. Tiene un estilo de celebración muy peculiar. Es universal, no local. No es “la fiesta de mi pueblo”, sino la fiesta de la Iglesia. Es fiesta de adoración del Señor, de contemplación profunda del misterio de la presencia de Jesús en medio de nosotros, de acción de gracias, de petición; diría también que de ver junto a Jesús la historia de nuestra vida bajo la luz de su amor
Consiste en la celebración eucarística con toda solemnidad, y la procesión por las calles de la ciudad o por el claustro de las catedrales.
Es una fiesta que recuerdo con especial cariño. La he vivido en mi pueblo; de pequeño e hice la 1ª Comunión en dicho día. La viví en Valencia durante los años de seminarista, en las parroquias y en las diócesis donde estuve. Y la estoy viviendo desde hace unos años en Perú.
Pero este año, no sé por qué, ni si por los años que van amontonando recuerdos, o por una gracia especial de Dios, lo cierto es que me emocioné como nunca antes me había sucedido en esta fiesta.
Se lo cuento.
Estaba ya cerca la procesión y la iglesia estaba ya llena a rebosar, esperando por la misa después de la procesión. Yo estaba en el confesionario y como se notaba ese runruneo típico cuando se está esperando por la misa, salí del confesionario, fui al ambón para hablarles de lo que significaba el Corpus en la Iglesia.
- Buenas tardes, les dije.
- Buenas tardes, me contestaron.
Y empecé diciendo: ¡Qué bonita es la fiesta del Corpus! No pude decir una palabra más. Esperé unos momentos por si podía serenarme y empezar a hablar. Imposible. Y me retiré con los ojos llorosos.
Es que recordaba algunas escenas del día, en especial cuando, antes de decir “podéis ir en paz” sacábamos en todas las misas una pequeña custodia, la poníamos sobre el altar y, todos de rodillas, estábamos unos minutos adorando al Señor en silencio. ¡Qué silencio! La iglesia llena hasta rebosar, todos de rodillas y con un silencio que cortaba el aire.
Puede que alguien me diga que la exposición del Santísimo es algo que hacemos con frecuencia; pero no era lo mismo que la adoración prolongada en un día dedicado a la Eucaristía. Sea por unas u otras razones, lo cierto es que no pude hablar ni una palabra, sintiendo por dentro: ¡QUÉ GRANDE ES LA FIESTA DEL CORPUS!
José Gea
Se distingue de las demás fiestas. En las celebraciones de éstas se mezcla mucho lo popular con lo religioso. Hay distintos modos de celebrarlas según distintos niveles de fe, de tradiciones y de ambientes. Muchas veces se mezcla lo religioso con distintas maneras de entender el culto cristiano. En la mayoría de los casos, las celebraciones se unen con festivales, músicas, bailes y juergas.
Hay muchos que, por ejemplo, no van a misa y acuden desde muy lejos a la fiesta de la patrona de su pueblo; no es que sea malo acudir a la fiesta; lo que no está bien es que no vayan a misa. Dios es quien mide y valora lo que hacemos y nuestra buena o mala voluntad.
La fiesta del Corpus es distinta. Tiene un estilo de celebración muy peculiar. Es universal, no local. No es “la fiesta de mi pueblo”, sino la fiesta de la Iglesia. Es fiesta de adoración del Señor, de contemplación profunda del misterio de la presencia de Jesús en medio de nosotros, de acción de gracias, de petición; diría también que de ver junto a Jesús la historia de nuestra vida bajo la luz de su amor
Consiste en la celebración eucarística con toda solemnidad, y la procesión por las calles de la ciudad o por el claustro de las catedrales.
Es una fiesta que recuerdo con especial cariño. La he vivido en mi pueblo; de pequeño e hice la 1ª Comunión en dicho día. La viví en Valencia durante los años de seminarista, en las parroquias y en las diócesis donde estuve. Y la estoy viviendo desde hace unos años en Perú.
Pero este año, no sé por qué, ni si por los años que van amontonando recuerdos, o por una gracia especial de Dios, lo cierto es que me emocioné como nunca antes me había sucedido en esta fiesta.
Se lo cuento.
Estaba ya cerca la procesión y la iglesia estaba ya llena a rebosar, esperando por la misa después de la procesión. Yo estaba en el confesionario y como se notaba ese runruneo típico cuando se está esperando por la misa, salí del confesionario, fui al ambón para hablarles de lo que significaba el Corpus en la Iglesia.
- Buenas tardes, les dije.
- Buenas tardes, me contestaron.
Y empecé diciendo: ¡Qué bonita es la fiesta del Corpus! No pude decir una palabra más. Esperé unos momentos por si podía serenarme y empezar a hablar. Imposible. Y me retiré con los ojos llorosos.
Es que recordaba algunas escenas del día, en especial cuando, antes de decir “podéis ir en paz” sacábamos en todas las misas una pequeña custodia, la poníamos sobre el altar y, todos de rodillas, estábamos unos minutos adorando al Señor en silencio. ¡Qué silencio! La iglesia llena hasta rebosar, todos de rodillas y con un silencio que cortaba el aire.
Puede que alguien me diga que la exposición del Santísimo es algo que hacemos con frecuencia; pero no era lo mismo que la adoración prolongada en un día dedicado a la Eucaristía. Sea por unas u otras razones, lo cierto es que no pude hablar ni una palabra, sintiendo por dentro: ¡QUÉ GRANDE ES LA FIESTA DEL CORPUS!
José Gea
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