Reflexión sobre los fines de semana de los mayores
Creo que los jóvenes no verán mal que también hable a los mayores de sus respectivas responsabilidades en los fines de semana. Lo cierto es que si todos pusiesen lo que está de su parte, todo funcionaría mejor.
A veces, los adultos damos la impresión de descargar sobre los jóvenes toda la responsabilidad de los males de nuestra sociedad. Creo que eso no es justo. Porque pregunto: ante el problema de la droga ¿quiénes son los culpables, los jóvenes o los adultos? O pregunto también ¿Quiénes hacen los grandes negocios, los jóvenes o los adultos? ¿Quiénes son las víctimas y quiénes los culpables, los jóvenes o los adultos?
Es muy fácil decir que los jóvenes, al llegar a la pubertad se ponen insoportables, discuten todo, quieren hacer lo que les da la gana, se pelean con los padres, parece que la casa se les cae encima, no rinden en el estudio... No es que quiere echarla culpa a los padres, pero ¿no es cierto que muchas veces, los padres sólo saben corregirles y reñirles cuando hacen algo que no está bien, pero ¿les alaban, les estimulan y les valoran cuando hacen cosas buenas?
Sobre todo, ¿les dan ejemplo?
De ahí quiero partir para comentar lo que indico en el título del artículo. En los fines de semana es cuando más facilidades tienen los esposos para convivir; y convivir significa “vivir con”. De ahí, dos preguntas: ¿Conviven? ¿Cómo?
Muchos podrían decir sencillamente que no conviven; por culpa de uno, del otro o de los dos. Son muchos los casos en que el marido se va de juerga con sus amigos, toman, a veces se van de juerga incluso a casas de prostitución, llegan borrachos a altas horas de la noche, maltratan a la mujer y a los hijos... Los hijos, cuando se creen ya mayores quieren salir a las discotecas y vuelvan a casa ya amanecido, la madre en vela... toda la noche cuidando de los hijos más pequeños.
Cuando el domingo se levantan ¿ir a misa? Ni hablar; están cansados. Gracias a Dios que no es eso, ni mucho menos, lo que sucede en la mayoría de nuestros hogares, pero se va extendiendo este tipo de vida en nuestra sociedad. Y no es cuestión de ir acusándose unos a otros, sino de reflexionar si cuando más tiempo tenemos, lo aprovechan para convivir, o qué están haciendo.
Aparte de la convivencia, hay que tener en cuenta la conducta de cada uno de los miembros de la familia. Del marido y de la mujer; lo primero, llevarse bien entre los dos y, después, los hijos.
Si los esposos no se portan bien entre sí, el matrimonio puede naufragar. La culpa es de uno o de los dos.
Por parte de los hombres, puede suceder eso que ya hemos apuntado, juergas con los amigos, borracheras, infidelidad, ... ¿Qué dirían los esposos si la infiel fuese la esposa? Dan la impresión de que temen que se les caiga la casa encima. Son frecuentes los malos tratos a la familia, y lamentable el efecto negativo ante los hijos.
Hay quienes malgastan el dinero del sueldo con diversiones y tonterías y entregan a la esposa para la manutención de la familia una cantidad que apenas puede cubrir lo indispensable para la manutención.
El dinero que entra en la casa, lo gane quien lo gane, no es para que quien lo gana lo gaste como quiera; es para la familia. Pero también es cierto que hay mujeres que necesitarían la fábrica de la moneda para sus caprichos y cosas innecesarias.
Yo, de niño oía a mis padres cosas que he recordado siempre. Decían: el marido ya puede ganar dinero, si la esposa no lo sabe administrar se hunde la economía de la casa; como anécdota, mi padre decía “De lamer, ningún perro se hace gordo” y mi madre, “lo que se pierde no aprovecha a nadie”. Ellos aunaban ambas cosas.
Tampoco podemos olvidar que a veces el marido “huye” de la casa porque a su esposa no hay nadie que la aguante.
José Gea
A veces, los adultos damos la impresión de descargar sobre los jóvenes toda la responsabilidad de los males de nuestra sociedad. Creo que eso no es justo. Porque pregunto: ante el problema de la droga ¿quiénes son los culpables, los jóvenes o los adultos? O pregunto también ¿Quiénes hacen los grandes negocios, los jóvenes o los adultos? ¿Quiénes son las víctimas y quiénes los culpables, los jóvenes o los adultos?
Es muy fácil decir que los jóvenes, al llegar a la pubertad se ponen insoportables, discuten todo, quieren hacer lo que les da la gana, se pelean con los padres, parece que la casa se les cae encima, no rinden en el estudio... No es que quiere echarla culpa a los padres, pero ¿no es cierto que muchas veces, los padres sólo saben corregirles y reñirles cuando hacen algo que no está bien, pero ¿les alaban, les estimulan y les valoran cuando hacen cosas buenas?
Sobre todo, ¿les dan ejemplo?
De ahí quiero partir para comentar lo que indico en el título del artículo. En los fines de semana es cuando más facilidades tienen los esposos para convivir; y convivir significa “vivir con”. De ahí, dos preguntas: ¿Conviven? ¿Cómo?
Muchos podrían decir sencillamente que no conviven; por culpa de uno, del otro o de los dos. Son muchos los casos en que el marido se va de juerga con sus amigos, toman, a veces se van de juerga incluso a casas de prostitución, llegan borrachos a altas horas de la noche, maltratan a la mujer y a los hijos... Los hijos, cuando se creen ya mayores quieren salir a las discotecas y vuelvan a casa ya amanecido, la madre en vela... toda la noche cuidando de los hijos más pequeños.
Cuando el domingo se levantan ¿ir a misa? Ni hablar; están cansados. Gracias a Dios que no es eso, ni mucho menos, lo que sucede en la mayoría de nuestros hogares, pero se va extendiendo este tipo de vida en nuestra sociedad. Y no es cuestión de ir acusándose unos a otros, sino de reflexionar si cuando más tiempo tenemos, lo aprovechan para convivir, o qué están haciendo.
Aparte de la convivencia, hay que tener en cuenta la conducta de cada uno de los miembros de la familia. Del marido y de la mujer; lo primero, llevarse bien entre los dos y, después, los hijos.
Si los esposos no se portan bien entre sí, el matrimonio puede naufragar. La culpa es de uno o de los dos.
Por parte de los hombres, puede suceder eso que ya hemos apuntado, juergas con los amigos, borracheras, infidelidad, ... ¿Qué dirían los esposos si la infiel fuese la esposa? Dan la impresión de que temen que se les caiga la casa encima. Son frecuentes los malos tratos a la familia, y lamentable el efecto negativo ante los hijos.
Hay quienes malgastan el dinero del sueldo con diversiones y tonterías y entregan a la esposa para la manutención de la familia una cantidad que apenas puede cubrir lo indispensable para la manutención.
El dinero que entra en la casa, lo gane quien lo gane, no es para que quien lo gana lo gaste como quiera; es para la familia. Pero también es cierto que hay mujeres que necesitarían la fábrica de la moneda para sus caprichos y cosas innecesarias.
Yo, de niño oía a mis padres cosas que he recordado siempre. Decían: el marido ya puede ganar dinero, si la esposa no lo sabe administrar se hunde la economía de la casa; como anécdota, mi padre decía “De lamer, ningún perro se hace gordo” y mi madre, “lo que se pierde no aprovecha a nadie”. Ellos aunaban ambas cosas.
Tampoco podemos olvidar que a veces el marido “huye” de la casa porque a su esposa no hay nadie que la aguante.
José Gea
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