Viernes, 29 de noviembre de 2024

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Y el prefacio II de Adviento

por Javier Sánchez Martínez

 

Durante las ferias mayores que comienzan mañana, 17 de diciembre, y culminan el día 24 de diciembre con la hora de Nona, en Adviento se proclaman los prefacios II y IV, que subrayan la venida en carne del Verbo, la espera de la Iglesia y la figura de María, Virgen y Madre.

 

Saborear los prefacios y meditarlos es ir asimilando la espiritualidad y la teología litúrgicas.

Entramos, así pues, en la escuela de la Iglesia.

Canta el prefacio II de Adviento:

 

En verdad es justo y necesario...

 

A quien todos los profetas anunciaron,

la Virgen esperó con inefable amor de Madre,

Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres.

El mismo Señor nos concede ahora

prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento,

para encontrarnos así, cuando llegue,

velando en oración y cantando su alabanza.

 

Por eso, con los ángeles y los santos, cantamos...

 

“A quien todos los profetas anunciaron,

la Virgen esperó con inefable amor de Madre,

Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres”.

 

    La espera se hace más cercana: nacerá en la humildad de nuestra carne. Todo los esperaron: los profetas hablan de Cristo en sus oráculos (¡sólo hay que saber leer la Escritura e interpretarla cristológicamente!), María como Madre anheló a su Hijo, que es Hijo de Dios, Juan prepara los caminos y señala a los hombres quién es el Salvador. Esperemos, deseemos, tengamos hambre de Cristo.

 

“El mismo Señor nos concede ahora
prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento”.

 

    Adviento es una gracia que el Señor concede; dispone el Espíritu nuestra alma para la llegada inminente del Señor y beber del misterio de su nacimiento; la liturgia es actualización del Misterio de Cristo, nos trae la gracia del misterio de su nacimiento. Reine la alegría en el corazón.

 

“Para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza”.

 

    El tiempo urge, se acerca el Señor: sólo espera de nosotros la vigilancia, el aceite en nuestras lámparas de la oración y la alabanza. Oración que contempla, que suplica, alabanza que llena el corazón de júbilo. Intensifiquemos lo espiritual en estos días, en oración y en alabanza porque es el tiempo en que llega el Esposo: ¡Salid a recibirlo!

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