Martes, 26 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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El nuevo disfraz del socialismo

por Estamos en Sus Manos

El marxismo se nutría del conflicto entre el proletariado y la burguesía para promover la revolución, con las consecuencias que hemos visto en el siglo pasado y este (URSS, Cuba, China, Venezuela, etc).

En Occidente, donde no ha cuajado debido a la prosperidad económica, ha cambiado la dialéctica. Los nuevos oprimidos son la mujer y las minorías identitarias (LGTB, extranjeros, gordos, etc) y los nuevos opresores son los hombres y el hetero patriarcado normativo.

Con este cambio de tornas se mantiene la esencia del socialismo y se vuelve a aprovechar el supuesto "descontento" de los oprimidos para instigar de nuevo la revolución, de modo que el partido pueda llegar de nuevo al poder con una promesa de liberación.

Así se consigue que quien apoye a las minorías y al partido pueda considerarse un revolucionario amante de la libertad frente a quienes no lo hacen y votan a otros partidos. Por eso la ideología de género es el nuevo caballo de Troya del socialismo globalista europeo.

La cuestión es que el socialismo en su naturaleza filosófica es materialista, por lo que siempre aprovechará el poder para negar y combatir la dimensión espiritual del hombre y por tanto al cristianismo y a la fe. Todas las medidas que tomará serán de tejas para abajo.

Además no podemos olvidar la índole totalitaria subyacente a la ideología socialista. Puede que no se trate ahora de dictadura, pero esta se sustituye por el poder y enriquecimiento de los políticos mientras el pueblo mira a otro lado pensando que allí se está jugando todo. El pueblo piensa que está librando una batalla al llevar determinadas banderas mientras los poderosos se enriquecen y legislan a su arbitrio. 

La dictadura se sustituye también por la tiranía del pensamiento único que supone de por sí un totalitarismo en el que los propios ciudadanos hacen de Gestapo, prohibiendo de hecho la disensión. El socialismo sigue prometiendo el cielo en la tierra, esta vez no al precio de la liberación del proletariado, sino de la liberación de las minorías. Así está consiguiendo aglutinar la voluntad ideologizada del pueblo.

Así como la finalidad del socialismo era la sociedad sin clases, la finalidad de este neosocialismo es la sociedad sin diferencias de género. El problema de este planteamiento es que al negar la diferencia se niega la complementariedad y se condiciona la realización personal, se erige la autopercepción en verdad científica y se niega la realidad objetiva. Todo en aras del poder.

Por eso el socialismo, aunque haya mudado de piel, mantiene todo su potencial destructivo. Divide y enfrenta a los hombres, fomenta problemas minoritarios, aprovecha el sufrimiento de los oprimidos para hacerse con el poder, y legisla contra la naturaleza humana.

Su raíz atea emerge una y otra vez, atacando a la religión cristiana, al tiempo que él mismo funciona como una religión con su propia fe y dogmas que aliena a los hombres de los problemas reales. Y así, este nuevo socialismo sigue siendo el opio del pueblo.

 

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