Martes, 05 de noviembre de 2024

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La humillante posición del gobierno en Gibraltar. Su origen inmediato

por Manuel Morillo



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La prensa refleja el conflicto sobre Gibraltar y los perjuicos materiales y políticos constantes para España, amen de la humillación del orgullo nacional, que  el Sistema que padecemos en España le ha traido

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Las noticias que hoy nos "cabrean" son continuidad natural de todo un proceso trisecular, que empezó con Felipe Borbón, y que en su último tramo ha sido dirigido por Zapatero y su ministro Moratinos.

Tal como nos lo sintetiza Inmaculada Mompó vamos a recordarlo.

El 18 de septiembre de 2006 queda incorporado a la historia como la fecha en la que el más incapaz ministro español firmó el ignominioso Tratado de Córdoba, con el que arruinó gran parte de las posibilidades españolas de recuperar el territorio gibraltareño que usurpa la Gran Bretaña.

Aún deben seguir riendo el exministro británico de Exteriores, Geoffrey Hoon, y el, así llamado, primer ministro de Gibraltar, Peter Caruana.

Hagamos memoria. En 1700 falleció sin descendencia el rey Carlos II, no sin antes haber designado en su testamento a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, como sucesor en la Corona de España. Inglaterra y Austria no permanecieron impasibles ante la reunión de los tronos español y francés por una misma dinastía y se apresuraron a apoyar las pretensiones del archiduque Carlos de Austria, primo de la reina viuda.

De esta forma, las potencias europeas libraron sobre suelo español la Guerra de Sucesión, en realidad un conflicto por la hegemonía continental con simple apariencia de guerra civil.

En 1704 la flota anglo-holandesa bombardea la fortaleza de Gibraltar, en el extremo sur de España, y se apodera de la ciudad tras huir de ella sus habitantes a las poblaciones de San Roque y Algeciras. Tras el cese de hostilidades con el triunfo del que reinaría como Felipe V, Inglaterra retuvo Gibraltar en su poder por su estratégica ubicación en el estrecho que separa el Atlántico del Mediterráneo. 

La paz quedó sellada con el Tratado de Utrecht en 1713, cuyo artículo X dice así:

"El Rey Católico, por si y por sus herederos y sucesores, cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortaleza que le pertenecen, dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno".

A principios del siglo XX, valiéndose de una epidemia de cólera como pretexto, los británicos levantaron la verja que existe actualmente en el terreno del istmo, sobre territorio que les era ajeno. Más tarde, poco antes de la Segunda Guerra Mundial, también se construyó un aeropuerto en el istmo, con parte de la pista en terrenos ganados al mar, en la bahía de Algeciras. Ambos hechos contradicen flagrantemente el Tratado de Utrecht [1] .

Si hemos de calificar en forma no excesivamente abrupta la actuación de la Gran Bretaña a lo largo de estos tres siglos de permanencia en el Peñón de Gibraltar habremos de utilizar, cuando menos, el adjetivo de torticera.

Desde un punto de vista jurídico es incuestionable el pleno derecho de los anglosajones a ocupar "the rock", como ellos llaman al peñón, pues el Tratado de Utrecht ampara esta mutilación del territorio español, para vergüenza y oprobio de la dinastía reinante todavía y de momento.

Pero ese mismo tratado internacional, que siempre han esgrimido con arrogancia en cada ocasión que un gobierno español intentó volver a negociar la soberanía sobre la colonia, no puede obligar a una sola parte mientras que la otra queda en absoluta libertad para incumplirlo sistemáticamente y desde el primer momento.

Ésta ha sido la conducta habitual británica, por lo demás nada que no sea de esperar de un pueblo que condecora a los piratas y convierte el latrocinio en hábito nacional. 

Hemos reseñado cómo se apoderaron de una porción de terreno en el istmo que une la diminuta península con el resto de España, pero ya desde el siglo XVIII Inglaterra no se consideró obligada a cumplir sus compromisos.

Valga como ejemplo la prohibición expresa en el referido Tratado de conceder asentamiento a judíos y musulmanes, que jamás se llegó a hacer efectiva. Muy al contrario, Gibraltar ha sido desde sus orígenes como colonia británica cabeza de puente del contrabando de mercancías desde el norte de África y otros puntos del Mediterráneo hacia España y los contrabandistas siempre fueron, en abultada proporción, judíos y musulmanes.

Ya en la segunda década del pasado siglo el gobierno de España llevó ante el comité de descolonización de Naciones Unidas la situación de Gibraltar.

Se obtuvieron dos resoluciones de la Asamblea General (2231, de 1966 y 2353, de 1967) que instaban al inicio de conversaciones entre España y Gran Bretaña para poner fin a la situación colonial de Gibraltar y, como suele ocurrir con las resoluciones de la ONU que incomodan a los poderosos, quedaron en simple papel mojado.

En 1969 la metrópoli otorga una constitución a los gibraltareños - conocidos como "llanitos", lo cual no deja de ser una gran humorada para referirse a quienes habitan al pie de una montaña - de forma que Londres se reservaba los asuntos exteriores y de defensa, mientras que los asuntos locales serían administrados por un ejecutivo estrictamente gibraltareño.

España interpretó entonces que la concesión de autogobierno contravenía el Tratado de Utrecht y, como certera represalia, el ministro Fernando de Castiella cerró en 1969 la verja de Gibraltar para privar a la colonia de comunicaciones terrestres.

El cierre de la verja asestó un severo golpe a la economía de Gibraltar, sumido en una grave crisis que Gran Bretaña contrarrestó mediante la inyección constante de fondos vía subvenciones.

Gran Bretaña consiguió en 1982 del débil ministro socialista Fernando Morán la reapertura de la verja, con el consiguiente cese de la sangría económica que hasta ese momento acarreaba la colonia a su metrópoli, e inició con España el proceso de Bruselas de 1985, por el que dio comienzo un diálogo que incluía el diferendo sobre la soberanía del territorio.

El proceso estaba condenado al fracaso de los propósitos españoles por la obstinación de Gran Bretaña de respetar los supuestos "derechos" de los gibraltareños y de convertir la negociación bipartita en un coloquio tripartito, al conceder carácter de parte interesada al gobierno local.

Con independencia del tipo de gobierno en cada época - de izquierdas, de derechas, democrático, liberal, nacional,  dictatorial o absolutista - España jamás ha renunciado a considerar Gibraltar como territorio propio y la existencia de la colonia británica como un contencioso entre Madrid y Londres en el que el gobierno del peñón nada tenía que decir.

Y ello precisamente por atenerse estrictamente al Tratado de Utrecht, como ya se indicaba más arriba, repetidamente esgrimido por Londres en justificación de su dominio sobre el territorio y punto de origen del status británico del Peñón pero que, al tiempo, excluye taxativamente cualquier soberanía alternativa a la británica que no sea la propiamente española [2].

Ha tenido que presidir el gobierno de España un completo irresponsable como José Luis Rodríguez Zapatero para que el ministerio de Exteriores sea ocupado por un perfecto inútil como Miguel Ángel Moratinos. Este zote de mayúscula incompetencia ha quebrado la firmeza diplomática española sostenida durante tres siglos, al tiempo que sentaba las bases para una perpetuación colonial o para un tal vez previsible Gibraltar independiente. Veamos cómo:

1. Dotando de normalidad a los servicios aéreos del aeropuerto de Gibraltar. Asimismo, España y el Reino Unido solicitando el levantamiento formal de la suspensión de todas las medidas de la Unión Europea en materia de aviación que pesaban sobre el aeropuerto del Peñón.

2. Estableciendo vuelos directos desde el Peñón a cualquier otro aeropuerto de España y viceversa, sin controles policiales españoles o gibraltareños. Aumenta de esta forma el caos de la política migratoria del gobierno español al abrir una puerta más de entrada a la inmigración ilegal.

 3. Aceptando el uso conjunto del aeropuerto del Peñón (uso compartido de suelo español usurpado); los aeropuertos próximos a Gibraltar serán considerados "alternativos" en los vuelos hasta allí. Ese uso compartido es una vieja reivindicación de la colonia para dar un fuerte impulso al turismo y, en un mercado tan competitivo, eso podría ser un revés para algunos aeropuertos muy cercanos como Jerez o Málaga (uno de los veinte mayores de Europa por volumen de viajeros), pero también puede afectar a otros como el de Sevilla o incluso el de Melilla.

4. La controvertida cuestión de la presencia de policía española en la terminal única del aeropuerto se solventa con la construcción de una terraza o voladizo en un extremo ésta que penetrará en territorio español. Las Fuerzas de Seguridad españolas pasan diariamente a la terminal - y consecuentemente al istmo de Gibraltar - y controlando pasaportes dentro de ella, pero en la práctica estaán en territorio español. Así pues, no se adquiere ventaja diplomática alguna sino, más bien al contrario, España reconoce unilateralmente la soberanía extranjera sobre el territorio. La salvaguarda de la soberanía española sobre el istmo se evapora definitivamente y no avanza un ápice en el propósito de restaurar la integridad del territorio nacional.

 5. Hasta el tratado los buques que partían de Gibraltar o que llegaban allí no podían hacer escala en ningún puerto español. Esta prohibición también se levanta y, como en el caso anterior, a cambio de nada, mientras que las autoridades gibraltareñas disponen ahora de puertos tan cercanos como el de Algeciras, uno de los más importantes de España, para desarrollar su economía y fortalecer su sector turístico.

Sobre la política del Sistema con Gibraltar es paradigmática la esperpéntica visita del  el 21 de julio de 2009  del Ministro de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos a la roca. Si un ministro de exteriores visitando oficialmente un trozo de España
 


Cuando la Gran Bretaña decida dejar Gibraltar no será para reintegrarlo a España, según pactó en el momento de la ocupación. No asistiremos a una resolución del conflicto colonial conforme a la pauta de China en el caso de Hong-Kong sino al estilo de lo perpetrado en 1981 con el Belice usurpado a Guatemala.

A fin de cuentas, toda aberración parece pequeña a un gobierno enajenado, cuyo mayor afán no es otro que traicionar al pueblo que lo eligió y disolver la nación que juró defender. Ya sólo nos resta contemplar cómo la reina de Inglaterra condecora a Zapatero y a Moratinos como "caballeros de la Orden del Imperio Británico"; Roma no pagaba a traidores pero Inglaterra, sí. 

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Acceso a información histórica sobre Gibraltar


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[1] Pero, para evitar cualesquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías, quiere el Rey Católico, y supone que así ha de entender, que la dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña, sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra (...) Tratado de Utrecht, artículo X.

[2] Si en algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciere conveniente dar, vender o enajenar, de cualquier modo la propiedad de dicha ciudad de Gibraltar, se ha convenido y concordado por este Tratado que se dará a la Corona de España la primera acción antes que a otros para redimirla . Ibid.

 

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