Bendición «Urbi et Orbi» con indulgencia plenaria
«Si Cristo no hubiese resucitado, el cristianismo perdería su valor y la Iglesia quedaría sin brío»
Más de ciento cincuenta mil personas abarrotaron la Plaza de San Pedro para la misa de Pascua que celebró el Papa Francisco este domingo a partir de las diez de la mañana. Una celebración sin homilía (sí la hubo durante la Vigilia Pascual del Sábado Santo), y en la que se incluyeron algunos ritos y cantos de la Iglesia oriental, cantándose el Evangelio del día en latín y griego. Este año la Pascua coincide en la Cristiandad occidental, regida por el calendario gregoriano, y en la oriental, regida por el calendario juliano.
Tras la misa, Francisco recorrió la plaza en papamóvil entre la muchedumbre, como en las audiencias generales de los miércoles y en otros momentos señalados, pero no pudo pararse a saludar a algunos peregrinos o conversar con otros porque a las doce en punto esperaba la transmisión, para millones de espectadores en todo el mundo, de la tradicional bendición Urbi et Orbi [A la ciudad y al mundo]. Con la cual puede lucrarse indulgencia plenaria, tal como informó el cardenal protodiácono, Jean-Louis Tauran, desde el mismo balcón en el que hace poco más de un año anunció el Habemus Papam!
Si Cristo no hubiese resucitado...
En las palabras que precedieron a la bendición, el Papa explicó sucintamente el significado del Domingo de Pascua: "Resuena en la Iglesia esparcida por todo el mundo el anuncio del ángel a las mujeres: no temáis, que el que buscais, Jesucristo, no está aquí, ha resucitado".
"No tengáis miedo", reiteró Francisco con el pasaje evangélico, en línea también con su predicación de la Vigilia Pascual.
"Ésta es la culminacion del Evangelio, la buena noticia por excelencia", continuó: "Jesucristo ha resucitado y este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza. Si Cristo no hubiese resucitado, el cristianismo perdería su valor, porque toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues es ahí donde ha comenzado y donde comienza".
Tal es el mensaje "que los cristianos llevan al mundo: Jesús, el Amor encarnado, murió en la Cruz por nuestros pecados, pero Dios Padre le ha resucitado y lo ha hecho Señor de la vida y de la muerte".
En Jesús, continuó, "el amor ha vencido al odio, la misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte".
Y así, "en cada situación humana marcada por la fragilidad y la muerte, la Buena Nueva no es una palabra, es un testimonio de amor gratuito y fiel que sale de sí mismo para ir al encuentro del otro, es estar al lado de los heridos por la vida y compartir con quien carece de lo necesario, y permanecer junto al enfermo, el anciano o el excluido".
"Con esta gozosa certeza en el corazón, hoy nos dirigimos a Ti, Señor resucitado", oró Francisco: "Ayúdanos a buscarte, para que todos podaos encontrarte y saber que tenemos un Padre y no nos sentimos huérfanos, que podemos amarte y adorarte. Ayúdanos a derrotar el flagelo del hambre, agravada por los conflictos y por los inmensos derroches de los que a menudo somos cómplices. Haznos disponibles para proteger a los indefensos, en particular mujeres, ancianos y niños sometidos a explotación y abandono".
Orar por los conflictos del mundo
El Papa enumeró después diversos problemas del mundo por los que invitó a orar: la epidemia del Ébola en Guinea Conakri, Sierra Leona y Liberia; los sacerdotes, religiosos y laicos secuestrados; quienes emigran buscando "una vida mejor" y "no tienen libertad de profesar su fe"; "Siria, la amada Siria"; la violencia fratricida en Irak; la renovada esperanza en el diálogo entre israelíes y palestinos; los enfrentamientos en Nigeria y sur de Sudán; "la reconciliación y la concordia fraterna" en Venezuela; el "espíritu de unidad" en el futuro de Ucrania.
"Tú que has vencido a la muerte", concluyó, "concédenos tu vida y danos tu paz. Cristo ha resucitado. Venid y vedlo".
Tras la misa, Francisco recorrió la plaza en papamóvil entre la muchedumbre, como en las audiencias generales de los miércoles y en otros momentos señalados, pero no pudo pararse a saludar a algunos peregrinos o conversar con otros porque a las doce en punto esperaba la transmisión, para millones de espectadores en todo el mundo, de la tradicional bendición Urbi et Orbi [A la ciudad y al mundo]. Con la cual puede lucrarse indulgencia plenaria, tal como informó el cardenal protodiácono, Jean-Louis Tauran, desde el mismo balcón en el que hace poco más de un año anunció el Habemus Papam!
Si Cristo no hubiese resucitado...
En las palabras que precedieron a la bendición, el Papa explicó sucintamente el significado del Domingo de Pascua: "Resuena en la Iglesia esparcida por todo el mundo el anuncio del ángel a las mujeres: no temáis, que el que buscais, Jesucristo, no está aquí, ha resucitado".
"No tengáis miedo", reiteró Francisco con el pasaje evangélico, en línea también con su predicación de la Vigilia Pascual.
"Ésta es la culminacion del Evangelio, la buena noticia por excelencia", continuó: "Jesucristo ha resucitado y este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza. Si Cristo no hubiese resucitado, el cristianismo perdería su valor, porque toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues es ahí donde ha comenzado y donde comienza".
Tal es el mensaje "que los cristianos llevan al mundo: Jesús, el Amor encarnado, murió en la Cruz por nuestros pecados, pero Dios Padre le ha resucitado y lo ha hecho Señor de la vida y de la muerte".
En Jesús, continuó, "el amor ha vencido al odio, la misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte".
Y así, "en cada situación humana marcada por la fragilidad y la muerte, la Buena Nueva no es una palabra, es un testimonio de amor gratuito y fiel que sale de sí mismo para ir al encuentro del otro, es estar al lado de los heridos por la vida y compartir con quien carece de lo necesario, y permanecer junto al enfermo, el anciano o el excluido".
"Con esta gozosa certeza en el corazón, hoy nos dirigimos a Ti, Señor resucitado", oró Francisco: "Ayúdanos a buscarte, para que todos podaos encontrarte y saber que tenemos un Padre y no nos sentimos huérfanos, que podemos amarte y adorarte. Ayúdanos a derrotar el flagelo del hambre, agravada por los conflictos y por los inmensos derroches de los que a menudo somos cómplices. Haznos disponibles para proteger a los indefensos, en particular mujeres, ancianos y niños sometidos a explotación y abandono".
Orar por los conflictos del mundo
El Papa enumeró después diversos problemas del mundo por los que invitó a orar: la epidemia del Ébola en Guinea Conakri, Sierra Leona y Liberia; los sacerdotes, religiosos y laicos secuestrados; quienes emigran buscando "una vida mejor" y "no tienen libertad de profesar su fe"; "Siria, la amada Siria"; la violencia fratricida en Irak; la renovada esperanza en el diálogo entre israelíes y palestinos; los enfrentamientos en Nigeria y sur de Sudán; "la reconciliación y la concordia fraterna" en Venezuela; el "espíritu de unidad" en el futuro de Ucrania.
"Tú que has vencido a la muerte", concluyó, "concédenos tu vida y danos tu paz. Cristo ha resucitado. Venid y vedlo".
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