Martes, 05 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Bautizó a diez catecúmenos entre 8 y 58 años de edad

El Papa invitó a todos a «volver a Galilea», la Galilea de cada uno: el primer encuentro con Jesús

Lorenzo, de catorce años: uno de los que recibieron bautismo, confirmación y primera comunión de manos de Francisco.
Lorenzo, de catorce años: uno de los que recibieron bautismo, confirmación y primera comunión de manos de Francisco.

ReL

La impresionante entrada del cirio pascual en la basílica de San Pedro a oscuras dio inicio a las 20.30 horas a la liturgia del Sábado Santo, la Vigilia Pascual, que bajo la presidencia del Papa Francisco se prolongó durante dos horas y media. Un tiempo colmado de ritos y simbolismos que incluyó los sacramentos del bautismo y la confirmación para diez nuevos cristianos.

Se trata de diez catecúmenos de edades comprendidas entre 8 y 58 años (dos niños, un adolescente, seis adultos en torno a la treintena y un adulto cercano a los sesenta) y procedentes de Italia (cinco), Francia, Líbano, Senegal, Vietnam y Bielorrusia, ocho hombres y dos mujeres, que se presentaron acompañados de sus padrinos y fueron investidos de la capa blanca que representa la pureza que deberán conservar hasta el momento de su muerte y con la que se acercaron a recibir también la Primera Comunión al finalizar la cuarta parte de la ceremonia, la liturgia eucarística.

"Volved a Galilea"
La breve homilía de Francisco glosó el Evangelio del día, en el que las mujeres acuden a la tumba de Jesús y la encuentran abierta. Allí el ángel les dice que acudan a Galilea, y por el camino reciben del mismo Cristo idéntica orden.

Ese "volved a Galilea" para allí le vean los apóstoles fue el leit motiv de la predicación del pontífice, quien la acompañó reiteradamente de las obras palabras del Señor en ese momento: "No temáis", "no tengáis miedo".

"Es una voz que anima a abrir el corazón para escuchar este anuncio", justo cuando "los discípulos se habían dispersado y su fe se había deshecho, derrumbadas las certezas, muertas las esperanzas". Entonces "el anuncio increíble se presentó como un rayo de luz en la oscuridad, porque Jesús había resucitado como había dicho".

Pero Francisco quiso ampliar el sentido de esa "Galilea" para cada uno de nosotros, porque "Galilea es el lugar de la primera llamada, donde todo se inició, donde a la orilla del lago había pasado Jesús mientras los pescadores arreglaban las redes y les había llamado".

"Volver a Galilea quiere decir releer todo a la luz de la Cruz y de la victoria, sin miedo: releer toda la predicación, los milagros, la nueva comunidad, los entusiasmos y las defecciones, incluso la traicion. Releer todo a partir del final, que es un nuevo comienzo de este acto supremo de amor", proclamó.

La Galilea de cada uno: volver al primer encuentro
Y añadió, como centro de su mensaje: "También para cada uno de nosotros hay una Galilea, el origen del camino con Jesús. Ir a Galilea significa algo muy bello, singifica para nosotros redescubrir nuestro bautismo como fuente viva, sacar energías nuevas de la raíz de nuestra fe y de nuestra experiencia cristiana, significa volver a ese punto incandescente donde la gracia de Dios me tocó al principio del camino, porque con esa chispa puedo encender el hoy y llevar la luz a mis hermanos", en una "alegría humilde, buena y serena".

"En la vida del cristiano, después del bautismo hay una Galilea más existencial, la experiencia del encuentro personal con Jesucristo, que me ha llamado a seguirle y a particioar en su mision. Volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esa llamada, del momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento en el que me hizo sentir que me amaba... En esta noche cada uno debe preguntarse cuál es mi Galilea, e ir atrás en el pensamiento y en el recuerdo... Es volver al primer amor para recibir el fuego que Jesucristo ha encendido en el mundo y llevarlo a los confines de la tierra", dijo el Papa.

Y concluyó con una oración: "Señor, ayúdame, dime cuál es mi Galilea. Sabes que quiero volver alli para encontrarte y dejarme abrazar por tu misericordia".

Concluida la misa, el Papa reiteró el mensaje antes de desear a los presentes una "buena y santa Pascua" y cantar ante la imagen de la Virgen el Regina Coeli.

Texto íntegro de la homilía del Papa en la Vigilia Pascual 2014
El Evangelio de la resurrección de Jesucristo comienza con el ir de las mujeres hacia el sepulcro, temprano en la mañana del día después del sábado. Se dirigen a la tumba, para honrar el cuerpo del Señor, pero la encuentran abierta y vacía. Un ángel poderoso les dice: «Vosotras no temáis», y les manda llevar la noticia a los discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea» . Las mujeres se marcharon a toda prisa y, durante el camino, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». No tengais miedo, no temais, no temais. Es la voz que anima a abrir el corazón para recibir este anuncia porque después de la muerte del Maestro, los discípulos se habían dispersado; su fe se deshizo, todo parecía que había terminado, derrumbadas las certezas, muertas las esperanzas. Pero entonces, aquel anuncio de las mujeres, aunque increíble, se presentó como un rayo de luz en la oscuridad. La noticia se difundió: Jesús ha resucitado, como había dicho... Y también el mandato de ir a Galilea; las mujeres lo habían oído por dos veces, primero del ángel, después de Jesús mismo: «Que vayan a Galilea; allí me verán». No temáis e id a Galilea. Galilea es el lugar de la primera llamada, donde todo empezó. Volver al lugar de la primera llamada. Volver allí, volver al lugar de la primera llamada. Jesús pasó por la orilla del lago, mientras los pescadores estaban arreglando las redes. Los llamó, y ellos lo dejaron todo y lo siguieron.

Volver a Galilea quiere decir releer todo a partir de la cruz y de la victoria. Sin miedo, no temais. Releer todo: la predicación, los milagros, la nueva comunidad, los entusiasmos y las defecciones, hasta la traición; releer todo a partir del final, que es un nuevo comienzo, de este acto supremo de amor.

También para cada uno de nosotros hay una «Galilea» en el comienzo del camino con Jesús. «Ir a Galilea» tiene un significado bonito, significa para nosotros redescubrir nuestro bautismo como fuente viva, sacar energías nuevas de la raíz de nuestra fe y de nuestra experiencia cristiana. Volver a Galilea significa sobre todo volver allí, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino. Con esta chispa puedo encender el fuego para el hoy, para cada día, y llevar calor y luz a mis hermanos y hermanas. Con esta chispa se enciende una alegría humilde, una alegría que no ofende el dolor y la desesperación, una alegría buena y serena.

En la vida del cristiano, después del bautismo, hay otra Galilea, hay también una «Galilea» más existencial: la experiencia del encuentro personal con Jesucristo, que me ha llamado a seguirlo y participar en su misión. En este sentido, volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús pasó por mi camino, me miró con misericordia, me pidió de seguirlo; ir a Galilea significa recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento en que me hizo sentir que me amaba.

Hoy, en esta noche, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Cuál es mi Galilea? Hacer memoria, ir atrás ¿Dónde está mi Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he olvidado? Búscala y la encontrarás, allí te espera el Señor. He andado por caminos y senderos que me la han hecho olvidar. Señor, ayúdame: dime cuál es mi Galilea; sabes, yo quiero volver allí para encontrarte y dejarme abrazar por tu misericordia. No tener miedo, no temer. Volved a Galilea.

El evangelio de Pascua es claro: es necesario volver allí, para ver a Jesús resucitado, y convertirse en testigos de su resurrección. No es un volver atrás, no es una nostalgia. Es volver al primer amor, para recibir el fuego que Jesús ha encendido en el mundo, y llevarlo a todos, a todos los extremos de la tierra.

«Galilea de los gentiles»: horizonte del Resucitado, horizonte de la Iglesia; deseo intenso de encuentro... ¡Pongámonos en camino!

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