El Papa aprueba los decretos
Milagro de María Cristina de Saboya y «virtudes heroicas» de Joaquín Rosselló, dos antiliberales
La primera esposa del último gran rey de Nápoles y el religioso mallorquín plantaron cara al laicismo durante el siglo XIX.
Este viernes el Papa ha aprobado sendos milagros que posibilitarán la beatificación de dos laicas, la reina María Cristina de Saboya (18121836) y Maria Bolognesi (19241980), mística italiana que padeció durante año y medio una posesión diabólica. Al mismo tiempo, Francisco firmó el decreto de virtudes heroicas del sacerdote mallorquín Joaquín Rosselló (18331909), fundador de los Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, y de la Madre María Teresa de San José (18851946, Juana Kierocínska en el siglo), fundadora de las Hermanas Carmelitas del Niño Jesús.
Una santa difamada durante la unidad de Italia
El pasado 23 de agosto Religión en Libertad informó del posible desbloqueo en la beatificación de María Cristina de Saboya, de indudable fama de santidad, pero cuyo proceso padecía un lastre en las alas: la corrección política de la unidad de Italia, edificada sobre las ruinas del Reino de Nápoles (o de las Dos Sicilias). La joven, que murió a los 24 años, fue la primera esposa de Fernando II, último gran monarca de un reino que resistió frente los asaltos del liberalismo y la masonería, finalmente victoriosos en 1861, dos años después de su muerte, y cuando reinaba su hijo Francisco.
María Cristina de Saboya no tuvo descendencia, y de hecho acudió al matrimonio por sentido de su deber de estado, aunque le repugnaba la idea. No obstante lo cual cumplió con sus obligaciones de esposa y reina con ejemplaridad y dando muestras de fe y caridad con los más necesitados.
Cristo, Rey de la sociedad
Por su parte, mosén Rosselló, restaurador del santuario de Lluc (del que fue prior durante diez años), se dedicó durante treinta años a predicar misiones populares que extendieron y avivaron la fe en toda la isla de Mallorca. En unos años de implantación del liberalismo en España, alzó su voz contra sus efectos descristianizadores, como se deduce de los contundentes párrafos sobre Cristo Rey (cuya festividad litúrgica no se aprobaría hasta 1925) que escribió para sus Piadosos Ejercicios en honor de los Sagrados Corazones (PE):
“¿Qué dirían los fieles de los primitivos tiempos de la Iglesia, aquellos celosísimos discípulos del crucificado (...), qué dirían si volviesen a ese mundo y asomaran por unos momentos su cabeza, y viesen a los cristianos de nuestros días (…) llevando una vida no de Cristo-Jesús, cual debe ser, según San Pablo (2 Cor 17,5), la vida de todo verdadero discípulo de tan buen maestro, sino la vida propia de un pagano, hasta el punto de levantar altares a la profanidad, a la inmodestia, al desenfreno de todas las pasiones?” (PE, día 12, 3º).
“Ya no es el Evangelio la norma de vida en los más de los cristianos; ya no es Jesu-Cristo quien reina en su corazón y en el seno de las familias, ya no vive Dios en la sociedad por haberle los hombres expulsado de ella, sino que por doquier se ve substituido al suyo, el reinado de Satanás, propagándose en todas partes mediante el espíritu moderno, espíritu de independencia, espíritu de rebelión de toda creencia religiosa, puro racionalismo” (PE, día 9º, 3º).
“Muchísimos hoy día se han convertido de cristianos en paganos; testigos (…) esos opíparos banquetes presididos más bien por el dios Baco, que por el Dios del Calvario, Dios verdadero. ¡Oh sí, nos hemos olvidado hasta de nuestra profesión! de que somos discípulos de un Dios crucificado, de un Dios que murió por nosotros, que confirmó y selló con su sangre esta doctrina; de que no tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos en dirección a otra (Hb 13,14): que no nacimos para las cosas temporales, sino para las eternas...” (PE, día 15, 3º).
“Ya comprendemos la verdad de lo que escribía vuestro Apóstol a los Romanos: que no en impureza y fornicaciones pueden los hombres hallar su felicidad, sino en acercarse y revestirse de Cristo Jesús hasta llegar a vivir su misma vida (Rm 13, 14)” (PE día 18, 3º).
“Cuán desventurados han de ser aquellos hombres codiciosos, cuyo corazón metalizado les tiene ciego el entendimiento, amortiguada la fe, extinguiendo el sentimiento religioso, obscureciendo el conocimiento del verdadero Dios, en cuyo lugar colocan el ídolo de la riqueza. Vae vobis ¡Ay de vosotros! os dice el Espíritu Santo (Lc 6,24), pues que vendrá tiempo en que padeceréis hambre y extrema necesidad: Divites egerunt et esurierunt (Los ricos se empobrecen y pasan hambre, Slm 33,11), cuando los que habrán sabido desprenderse de todo, gozarán en abundancia de los verdaderos bienes, Exurientes implevit bonis (A los hambrientos colmó de bienes, Lc 1,53)… ¿Quién no arrancará de su corazón, la afición desordenada al dinero, al oro, no adquirido con la equidad y justicia que exige el Sagrado Evangelio y que obliga a la restitución por su posesión injusta? (Lc 19,8)” (PE, día 17, 3º).
“¿Conocerán al mundo esos grandes hombres de estado, que sacrifican su fe y religión por la política y que a pesar de la voz interior de su conciencia que los reprende con seguridad; en teoría profesan una doctrina que por ciertos compromisos dejarán de cumplir en la práctica? ¿Lo conocen esos grandes capitalistas, cuyos templos por ellos frecuentados no son lo del Crucificado, sino esos soberbios edificios que su codicia levantara al Dios banco y bolsa, corazones esclavos del vil interés, jamás encuentran el verdadero sosiego?” (PE día 8,1º).
“Lamentábase el profeta Isaías de la desgracia de su patria amada, que lo era el reino de Judá. Lloraba amargamente (al) ver, por los vicios, tan trabajadas todas las clases de la sociedad, grandes, pequeños, ricos, pobres, sin que pudiese fijar su vista en parte alguna que estuviese sana: A planta pedis usque ad verticem capitis non est in eo sanitas (De la planta del pie a la cabeza no les queda parte sana, Is 1,6)… Examinad lo que pasa en Europa con los gobiernos, el triste espectáculo que presentan las cortes, las bajezas y humillaciones a que se obligan los aspirantes a alguna dignidad y empleo. Penetrad en las casas de los grandes, en los gabinetes de los ministros, en los palacios de los reyes... ¡qué lisonjas! ¡Qué intrigas! ¡Qué denigraciones! ¡Qué calumnias! Non est in eo sanitas" (PE día 16, 3º).
Una santa difamada durante la unidad de Italia
El pasado 23 de agosto Religión en Libertad informó del posible desbloqueo en la beatificación de María Cristina de Saboya, de indudable fama de santidad, pero cuyo proceso padecía un lastre en las alas: la corrección política de la unidad de Italia, edificada sobre las ruinas del Reino de Nápoles (o de las Dos Sicilias). La joven, que murió a los 24 años, fue la primera esposa de Fernando II, último gran monarca de un reino que resistió frente los asaltos del liberalismo y la masonería, finalmente victoriosos en 1861, dos años después de su muerte, y cuando reinaba su hijo Francisco.
María Cristina de Saboya no tuvo descendencia, y de hecho acudió al matrimonio por sentido de su deber de estado, aunque le repugnaba la idea. No obstante lo cual cumplió con sus obligaciones de esposa y reina con ejemplaridad y dando muestras de fe y caridad con los más necesitados.
Cristo, Rey de la sociedad
Por su parte, mosén Rosselló, restaurador del santuario de Lluc (del que fue prior durante diez años), se dedicó durante treinta años a predicar misiones populares que extendieron y avivaron la fe en toda la isla de Mallorca. En unos años de implantación del liberalismo en España, alzó su voz contra sus efectos descristianizadores, como se deduce de los contundentes párrafos sobre Cristo Rey (cuya festividad litúrgica no se aprobaría hasta 1925) que escribió para sus Piadosos Ejercicios en honor de los Sagrados Corazones (PE):
“¿Qué dirían los fieles de los primitivos tiempos de la Iglesia, aquellos celosísimos discípulos del crucificado (...), qué dirían si volviesen a ese mundo y asomaran por unos momentos su cabeza, y viesen a los cristianos de nuestros días (…) llevando una vida no de Cristo-Jesús, cual debe ser, según San Pablo (2 Cor 17,5), la vida de todo verdadero discípulo de tan buen maestro, sino la vida propia de un pagano, hasta el punto de levantar altares a la profanidad, a la inmodestia, al desenfreno de todas las pasiones?” (PE, día 12, 3º).
“Ya no es el Evangelio la norma de vida en los más de los cristianos; ya no es Jesu-Cristo quien reina en su corazón y en el seno de las familias, ya no vive Dios en la sociedad por haberle los hombres expulsado de ella, sino que por doquier se ve substituido al suyo, el reinado de Satanás, propagándose en todas partes mediante el espíritu moderno, espíritu de independencia, espíritu de rebelión de toda creencia religiosa, puro racionalismo” (PE, día 9º, 3º).
“Muchísimos hoy día se han convertido de cristianos en paganos; testigos (…) esos opíparos banquetes presididos más bien por el dios Baco, que por el Dios del Calvario, Dios verdadero. ¡Oh sí, nos hemos olvidado hasta de nuestra profesión! de que somos discípulos de un Dios crucificado, de un Dios que murió por nosotros, que confirmó y selló con su sangre esta doctrina; de que no tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos en dirección a otra (Hb 13,14): que no nacimos para las cosas temporales, sino para las eternas...” (PE, día 15, 3º).
“Ya comprendemos la verdad de lo que escribía vuestro Apóstol a los Romanos: que no en impureza y fornicaciones pueden los hombres hallar su felicidad, sino en acercarse y revestirse de Cristo Jesús hasta llegar a vivir su misma vida (Rm 13, 14)” (PE día 18, 3º).
“Cuán desventurados han de ser aquellos hombres codiciosos, cuyo corazón metalizado les tiene ciego el entendimiento, amortiguada la fe, extinguiendo el sentimiento religioso, obscureciendo el conocimiento del verdadero Dios, en cuyo lugar colocan el ídolo de la riqueza. Vae vobis ¡Ay de vosotros! os dice el Espíritu Santo (Lc 6,24), pues que vendrá tiempo en que padeceréis hambre y extrema necesidad: Divites egerunt et esurierunt (Los ricos se empobrecen y pasan hambre, Slm 33,11), cuando los que habrán sabido desprenderse de todo, gozarán en abundancia de los verdaderos bienes, Exurientes implevit bonis (A los hambrientos colmó de bienes, Lc 1,53)… ¿Quién no arrancará de su corazón, la afición desordenada al dinero, al oro, no adquirido con la equidad y justicia que exige el Sagrado Evangelio y que obliga a la restitución por su posesión injusta? (Lc 19,8)” (PE, día 17, 3º).
“¿Conocerán al mundo esos grandes hombres de estado, que sacrifican su fe y religión por la política y que a pesar de la voz interior de su conciencia que los reprende con seguridad; en teoría profesan una doctrina que por ciertos compromisos dejarán de cumplir en la práctica? ¿Lo conocen esos grandes capitalistas, cuyos templos por ellos frecuentados no son lo del Crucificado, sino esos soberbios edificios que su codicia levantara al Dios banco y bolsa, corazones esclavos del vil interés, jamás encuentran el verdadero sosiego?” (PE día 8,1º).
“Lamentábase el profeta Isaías de la desgracia de su patria amada, que lo era el reino de Judá. Lloraba amargamente (al) ver, por los vicios, tan trabajadas todas las clases de la sociedad, grandes, pequeños, ricos, pobres, sin que pudiese fijar su vista en parte alguna que estuviese sana: A planta pedis usque ad verticem capitis non est in eo sanitas (De la planta del pie a la cabeza no les queda parte sana, Is 1,6)… Examinad lo que pasa en Europa con los gobiernos, el triste espectáculo que presentan las cortes, las bajezas y humillaciones a que se obligan los aspirantes a alguna dignidad y empleo. Penetrad en las casas de los grandes, en los gabinetes de los ministros, en los palacios de los reyes... ¡qué lisonjas! ¡Qué intrigas! ¡Qué denigraciones! ¡Qué calumnias! Non est in eo sanitas" (PE día 16, 3º).
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