Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Él demostró con datos que tener padre y madre sí importa

Hay un sesgo en los estudios a favor de los hijos en parejas LGTB, afirma el sociólogo Mark Regnerus

Familia en el campo cogidos de la mano.
Los estudios que consideran irrelevante ser criado por padre y madre o por una pareja homosexual introducen numerosos sesgos, sostiene Mark Regnerus. Foto: Jessica Rockowitz / Unsplash.

ReL

En 2012, el sociólogo Mark Regnerus, de la Universidad de Texas, publicó en Social Science Research un estudio, que sigue siendo una referencia, sobre las diferencias que presentaban en la vida adulta personas que habían crecido en una familia con padre y madre y personas que habían crecido en un hogar con una pareja del mismo sexo.

Como los datos eran favorables a los primeros, hubo intentos de censurar y boicotear su trabajo, pero la universidad (donde el terror woke nacía, pero aún no campeaba a sus anchas) certificó la calidad académica de la investigación, invitando a una discusión científica, y no ideológica, de sus resultados.

El debate ha continuado, y con ocasión de una reciente revisión que contradice sus conclusiones, Regnerus ha abundado sobre el tema en el mensual católico de apologética Il Timone.

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Sí, papá y mamá son importantes

Europa sigue estando dividida por una línea serpenteante que va del Báltico al Mediterráneo. Una línea que separa a las naciones que han aprobado por ley el matrimonio entre personas del mismo sexo de las que, a pesar de las fuertes presiones que sufren por parte de la Unión Europea, las Naciones Unidas y los Estados Unidos, aún no lo han hecho.

Las razones del "no" son diversas, pero a menudo reflejan preocupaciones relacionadas con la crianza de los hijos. El papel que juegan las ciencias sociales en la valoración de la cuestión ha sido significativo, como demuestra la reciente atención mediática a un nuevo meta-análisis, o síntesis de estudios, aparecido en BMJ Global Health.

No sorprende que el meta-análisis llegue a la conclusión de que los hijos criados en familias homosexuales y los criados en familias heterosexuales lleguen en la vida a resultados similares; y que en ocasiones las primeras sean mejores que las segundas. Sin embargo, estas conclusiones aún no han respondido ni desmentido la opinión según la cual la biología -una madre y un padre- sigue siendo relevante para los hijos y los hombres y las mujeres no son cuidadores intercambiables.

El hogar no es un lugar "no binario". Esta opinión corriente tiene razón de ser.

Se ignora la voz de los hijos

Solo tres de los numerosos estudios incluidos por Zhang, primer autor de este nuevo meta-análisis, están basados en respuestas dadas por los hijos de estas uniones; y solo uno de estos -mi estudio de 2012, publicado en la revista Social Science Research- exploró una amplia gama de resultados.

Los autores han incluido esta publicación en su revisión, pero la han etiquetado como "controvertida". ¿Por qué? Porque mi investigación documenta diferencias estadísticamente significativas entre los entrevistados que declararon que su madre tenía una relación homosexual y los jóvenes adultos que declararon haber sido criados por una madre y un padre casados de manera estable. Diferencias que atañían a unas 25 de las 40 características consideradas.

¿Por qué mi estudio no es habitual? Porque el gremio de los sociólogos se caracteriza por una uniformidad de método y convicciones. Mis compañeros tienden a ocultar las informaciones de contexto de las familias homosexuales, sofocando desde el principio cualquier resultado que pueda parecer conservador con un número de "variables de control" suficiente para que sus conclusiones sean previsiblemente progresistas. Este es el procedimiento estándar.

Mark Regnerus.

Mark Regnerus es profesor de Sociología en la Universidad de Texas en Austin y presidente del Austin Institute para estudios sobre la familia y la cultura.

Casi todos los estudios sobre familias homosexuales con hijos basados en la población -los mejores ejemplos para el análisis- hacen esto. También yo podría haberlo hecho. Adaptarse por miedo al ostracismo es un impulso primordial. Pero un retrato más completo de la verdad es, y sigue siendo, necesario.

Las diferencias entre los sexos son importantes

Contrariamente a lo que algunos piensan, no tengo ningún interés en declarar que las parejas gays o lesbianas no pueden ser progenitores adecuados. Muchos otros pueden hacerlo. Yo lo he constatado en los datos y lo he declarado. Además, los defensores del matrimonio homosexual suelen afirmar que, concretamente, la orientación sexual parece tener poco que ver con la práctica parental. Estoy totalmente de acuerdo. Lo que cuenta más cuando se es progenitor es el sexo, es decir, el ser hombre o mujer, madre o padre. Ironía de la suerte, es precisamente esto lo que hace más precario el ser progenitor entre personas del mismo sexo.

Quienes se expresan en favor de la legalización de las uniones homosexuales basándose sobre sus resultados con los hijos, parece que no consideran que es precisamente la ausencia de diversidad (ironía) dentro de la unión lo que tiene mayor peso. Cuando las preferencias o comportamientos específicos de uno de los dos sexos se consolidan -como sucede entre las uniones homosexuales-, estos tienden a amplificarse. En cambio, el matrimonio entre un hombre y una mujer los modera. Esto es lo que sucede cuando nos tenemos que orientar entre las diferencias sexuales. Y no hay nada de político en ello. Se trata solo de una realidad empírica.

Cuando mi padre y mi suegro murieron, hace más de veinte años y con una distancia de tres años uno del otro, vi cómo se amplificaban las peculiaridades de ambas viudas. Sus maridos no estaban ya presentes para suavizar sus asperezas.

Las diferencias sexuales tienen importancia. El proyecto de la Universidad de Standford titulado Cómo se conocen las parejas y qué las mantiene unidas, monitorizado a lo largo del tiempo, reveló índices dramáticamente elevados de relaciones sexuales extraconyugales entre los hombres gays casados; el 21% refería haber traicionado a su pareja en el último año. Las parejas de lesbianas, en cambio, revelan los índices más bajos de traición, pero los más altos de ruptura.

Ambos comportamientos ha caracterizado desde hace mucho tiempo al varón (que tiene barreras mínimas respecto al sexo) y a la mujer (que nutre expectativas muy altas en las relaciones). Si bien las mujeres son las menos propensas a traicionar, los elevados índices de fracaso de sus uniones homosexuales son responsables de los elevados niveles de madres solteras, una situación considerada desde siempre no óptima para los hijos.

Este es el "sucio secreto" de los científicos sociales, que prefieren aislar las variables de la inestabilidad familiar: proceso que suele convertir en estadísticamente irrelevante la orientación sexual de los progenitores en lo que atañe a los resultados de los hijos. Pero todos sabemos que esto no es así. Los niños necesitan estabilidad y necesitan a su madre. La mayor parte de los hombres homosexuales lo entiende y por este motivo son pocos los que intentan tener hijos. Según un estudio de 2020 publicado en el Journal of Economic Behavior & Organization, en Holanda -tal vez la nación más tolerante del mundo-, solo el 19% de las parejas lesbianas tiene un hijo. Lo mismo vale para el 1% de las parejas gays.

La influencia de la renta

Hay más. El análisis reciente de tres grupos de datos representativos a nivel nacional de Estados Unidos y Canadá, firmado por los economistas Douglas Allen y Joseph Price, ha confirmado los diversos índices de separación de las parejas. Pero el resultado inesperado llegó cuando los investigadores llevaron a cabo una distinción entre parejas con o sin hijos. En ausencia de hijos, las parejas del mismo sexo y las de sexo opuesto han revelado índices de separación relativamente comparables. En cambio, cuando hay hijos, los resultados son sorprendentemente distintos, con índices de separación del 43% en las parejas del mismo sexo, muy superior al 8% registrado entre las parejas de sexo opuesto. En otras palabras, la presencia de hijos tiende a estabilizar a las parejas de sexo opuesto, pero a desestabilizar a las del mismo sexo.

Además, este dato se puede observar claramente en las publicaciones que utilizan los datos del influyente National longitudinal lesbian family study. Ciertamente, a veces las familias homosexuales tienen los mejores resultados respectos a los hijos, como ha revelado un estudio sobre jóvenes holandeses que se publicó en un número de la revista Demography en 2021; no tengo dudas sobre ello. Sin embargo, lo que no se ha pregonado es que las rentas de las familias homosexuales -en su mayoría formadas por dos mujeres- son más altas que las de las familias formadas por un padre y una madre casados, normalmente porque una madre casada con el padre de sus hijos tiene menos posibilidades de ser contratada a tiempo completo y porque las familias homosexuales no corren el riesgo de un embarazo inesperado. Quien planifica ser progenitor lo hace porque puede permitírselo.

Sombra de dos hombres cogidos de la mano.

Un factor que muchos estudios no tienen en cuenta al analizar los resultados académicos de los hijos criados por parejas del mismo sexo es el superior nivel económico de éstas respecto a la población general. Foto (contextual): Robert V. Ruggiero / Unsplash.

El dinero ayuda a las familias, sobre todo en lo que concierne a la educación, criterio respecto al cual las familias homosexuales sobresalen. Sin embargo, falta cualquier consideración sobre el precio que tiene crecer sin un padre. Algunas evidencias iniciales de los datos holandeses sugieren que los chicos procedentes de este tipo de familia se orientan hacia una ocupación no tradicional (es decir, de tipo femenino).

Dar valor a las uniones fértiles

Todo esto significa que, como media, el matrimonio entre un hombre y una mujer sostiene cargas directas de reproducción y crianza de los hijos muchos más pesadas, y con menos recursos, respecto a la unión entre personas del mismo sexo. Privilegiar (algo muy distinto a tolerar) las uniones naturalmente infértiles no tiene sentido en un mundo en el que los bajos índices de natalidad amenazan el futuro económico y cultural de Occidente.

El matrimonio es la unión que, desde siempre, une a los padres con las madres y con los hijos que estas llevan en su seno. Estas familias son los muros maestros de la historia de Europa. Sin embargo, actualmente la Unión Europea apoya la concesión de ventajas comparables a las uniones que no son fértiles naturalmente: una política del tipo love is love, basada en el sentimiento moderno. La subsidiariedad ha sido el principio fundador de la Unión, un compromiso que garantiza que los Estados miembros mantienen su autoridad sobre los "sectores en los que la UE no tiene competencia exclusiva".

Plantear una ampliación a nuevos Estados miembros a costa de obligarlos a reconsiderar sus políticas familiares -mientras se castiga a quienes han resistido y cuya sangre ha hecho posible la Unión Europea moderna y sus fronteras- rebasa drásticamente los límites de la gobernanza europea, además de ser una clara tergiversación de sus valores fundacionales.

 * * *

Regnerus sintetiza así los principales errores de los estudios que cita:

Diez cosas que hay que saber sobre los estudios favorables a las parejas LGBT

1. La cantidad no siempre es sinónimo de calidad, y las investigaciones favorables a los progenitores de parejas homosexuales, más numerosas, suelen tener limitaciones, empezando por la recogida de los datos, obtenidos a veces con métodos no casuales sino en "bola de nieve", es decir, mediante la red de relaciones de un grupo inicial.

2. No es infrecuente que en dichas investigaciones se lleven a cabo comparaciones entre los niños criados por algunas parejas homosexuales -a menudo más ricas que la media- y los de todas las parejas de sexo opuesto, haciendo que esta comparación sea totalmente incorrecta.

3. A veces se omite el grupo control con el que efectuar la comparación de los resultados alcanzados con un estudio.

4. En muchos estudios el número de niños analizados que viven con parejas homosexuales no es representativo de la realidad considerada, siendo muy reducido (casi siempre por debajo de las 40 unidades) e impidiendo cualquier posible carácter de generalización.

5. Muchas investigaciones que son favorables a la parentalidad de las parejas homosexuales toman en consideración a "familias homosexuales" femeninas -formadas además por mujeres de gran nivel de educación- en las que el hijo ha crecido, al menos al inicio, en una familia heterosexual normal.

6. Frente a una cierta consistencia en los estudios realizados sobre la infancia -estudiada casi siempre considerando solo los aspectos macroscópicos del malestar-, escasean los estudios sobre las condiciones de los hijos criados en "familias homosexuales" en el final de la adolescencia o en la edad adulta.

7. En cualquier caso, dichos estudios casi nunca consideran el punto de vista directo de los hijos, privilegiando el de las parejas del mismo sexo (encuestadas a menudo solo mediante cuestionarios estándar enviados on line), las cuales, informadas del objetivo de la investigación, tienen todo el interés, hoy en día, a ser consideradas buenos progenitores.

8. La reelaboración de los datos recogidos por algunos de estos estudios han llevado, en ocasiones, a resultados distintos, sin que sea posible saber si se trata de errores estadísticos o de alteraciones voluntarias de los investigadores.

9. A menudo estas investigaciones son obra de profesores que no esconden, no solo sus tendencias homosexuales, sino también el hecho de que son defensores del movimiento LGBT, cuando no verdaderos activistas arcoíris.

10. Todo estudioso sabe que publicar un trabajo que pueda contradecir -o incluso que no refuerce- el relato arcoíris sobre la "ninguna diferencia" con las familias tradicionales, puede costarle polémicas o protestas incendiarias. Esto explica por qué no son muchos los estudios que no son favorables a los relatos arcoíris.

Traducción de Helena Faccia Serrano.

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