«Nos hemos acercado peligrosamente al odio a nuestra propia especie», advierte Lord Alton
Un miembro de la cámara de los Lores abochorna la ley animalista por comparación con el aborto
David Alton, Lord Alton de Liverpool, nacido en Londres en 1951, ha sido miembro de la Cámara de los Comunes entre 1979 y 1997, por los partidos Liberal y Liberal Demócrata, y desde ese año hasta el presente, miembro de la Cámara de los Lores en la bancada independiente.
Católico y padre de cuatro hijos, es uno de los políticos británicos más activamente provida, y está teniendo ocasión de nuevo para demostrarlo con motivo de la tramitación de una ley animalista.
Él mismo ha explicado su posición en un artículo publicado en First Things:
David Alton fue reelegido durante 18 años como miembro de la Cámara de los Comunes por dos distritos de Liverpool: 'Todo el mundo conoce a alguien a quien ha ayudado David Alton', reza el cartel, que le define como 'una potente voz por Liverpool'.
Odiar nuestra propia especie
C. S. Lewis amaba el reino animal. En su trilogía cósmica, no perdió la oportunidad de demostrar su profundo desagrado por la crueldad hacia los animales. Como ha analizado Gerald Root, experto en Lewis, este a menudo relacionaba esa crueldad con personajes malvados, como el profesor Weston, un viviseccionista descrito en los libros como "el deshombre". En la serie de libros que forman Las Crónicas de Narnia, Lewis ilustró cómo el maltrato a los animales suele llevar al maltrato a los seres humanos. Recordemos que en El sobrino del mago, los grotescos experimentos del insensible tío Andrew con cobayas son el preludio de sus experimentos con los niños Digory y Polly.
En su ensayo de 1947 titulado Vivisección, Lewis exploró la diferencia entre sensibilidad y conciencia, por un lado, y animales y seres humanos, por el otro. Desde un punto de vista tanto filosófico como teológico, Lewis creía que los seres humanos tienen una responsabilidad hacia los animales. Insistió en que infligir dolor requiere una justificación, y que si la persona que inflige el dolor no tiene una justificación plausible, su acto se convierte en malvado.
Lewis tenía claro que infligir crueldad en los seres humanos es el corolario inevitable cuando se es cruel con los animales. Esa crueldad sin trabas, escribió, marca "el gran avance del triunfo del utilitarismo despiadado e inmoral sobre el viejo mundo del derecho ético; un triunfo en el que nosotros, al igual que los animales, ya somos las víctimas, y del que Dachau e Hiroshima son sus logros más recientes. Al justificar la crueldad con los animales nos ponemos a nivel de los animales. Elegimos la selva y debemos acatar nuestra elección".
Seguramente a Lewis le preocuparía saber que, aunque nuestra sociedad se ha movido en la dirección correcta en lo que respecta a la crueldad hacia los animales, no ha logrado establecer esta conexión entre lo que hacemos a otras especies y lo que hacemos a la nuestra. En el Reino Unido, la Cámara de los Lores está debatiendo una ley destinada a prevenir la crueldad contra los animales: el Animal Welfare (Sentience) Bill [el proyecto de ley sobre el bienestar de los animales (sensibilidad)]. Si se promulga, el proyecto de ley reconocería formalmente a los animales como seres sensibles y crearía un Animal Sentience Committee [Comité de Sensibilidad Animal] para evaluar los cambios en la política de bienestar animal.
Ojalá todos los seres humanos gozaran de defensas similares en la legislación inglesa. Desgraciadamente, en el Reino Unido los niños no nacidos no reciben esta protección. Cuando pregunté si algunas de las protecciones a las que se refiere el proyecto de ley podrían extenderse a los homo sapiens no nacidos, me respondieron que el proyecto de ley se había redactado de tal forma que lo impidiera.
Existe una gran discrepancia entre el trato que nuestras leyes dan a los animales y el que dan a los seres humanos no nacidos. Por ejemplo, el reciente Animal Act (Scientific Procedures) [Ley de Animales (Procedimientos Científicos)] estipula que los fetos animales deben ser sacrificados de forma "humana", pero no existe ninguna disposición legal similar para los fetos humanos.
Como reconoció Lewis en Vivisección, la sensibilidad de los animales es un tema científico complejo y controvertido. Argumentaba que, en caso de duda, había que pecar de cauteloso y prudente. Por supuesto, ahora sabemos mucho más sobre la sensibilidad de los animales de lo que sabíamos en 1947. Pero ese nuevo conocimiento palidece cuando se compara con lo que la ciencia nos ha enseñado sobre la vida en el útero desde 1947.
El año pasado participé en una investigación sobre el dolor fetal organizada por dieciocho parlamentarios de ambas Cámaras. Descubrimos que estudios recientes sugieren que los niños no nacidos pueden sentir dolor mucho antes de lo que se pensaba. En un artículo publicado en la revista Journal of Medical Ethics, los investigadores afirman que ahora hay "pruebas sólidas" de que el cerebro y el sistema nervioso, que comienzan a desarrollarse a las 12 semanas de gestación, permiten que el feto sienta dolor. Uno de los investigadores es británico, proaborto y experto en dolor; él solía pensar que no había ninguna posibilidad de que los bebés no nacidos pudieran sentir dolor antes de las 24 semanas. Ahora también él se inclina por la precaución.
Noah (Noé) murió el 20 de febrero de 2014 a consecuencia de un aborto espontáneo. Su madre, Lara Price, quiso mostrar su cuerpo para hacer ver cómo es su hijo a las madres que abortan voluntariamente a esa edad. Recientes estudios han mostrado que en ese estadio gestacional el feto sufre dolor al ser descuartizado por succión en un abortorio.
Sin embargo, en el Reino Unido, los bebés que son sometidos a un aborto a las 20 semanas de gestación "mediante dilatación y evacuación quirúrgica" -descrita por el Royal College of Obstetricians and Gynaecologists como la intervención en la que "se extrae al feto en pedazos"- no reciben ningún tipo de analgésico para que no sientan dolor. Tampoco lo reciben los bebés que son abortados después de las 22 semanas mediante el "feticidio, en el que se inyecta cloruro de potasio en el corazón para provocar un paro cardíaco inmediato". Human Rights Watch ha destacado que el cloruro de potasio es "insoportablemente doloroso si se administra [...] sin la anestesia adecuada".
En 2018, Ross Clark escribió en The Spectator que "si un marciano nos mirara desde fuera podría concluir que es un comité de animales el que establece los términos de nuestro debate político". En más de una ocasión he dicho que solo podríamos despertar de la naturaleza ilógica de algunas de nuestras actitudes y leyes si un animal llegara a Carriage Gates, en Westminster, con una pancarta en la que se leyera: "Salvemos a la raza humana".
Los que critican estas leyes se arriesgan a ser eliminados de los estrados y las redes sociales, o empujados a la tierra de nadie política. Este mutismo en el debate ha pasado de la ilógica a la ignorancia. Una encuesta de YouGov de 2013 reveló que un sorprendente 17% de los británicos no cree que los seres humanos estén vivos hasta el nacimiento. Tal vez sea porque, dada la brutal realidad del aborto, no desean considerar las implicaciones que tendría pensar que lo contrario es cierto. Y la política del gobierno parece implicar lo mismo.
He conocido a personas que se declaran grandes defensoras de los derechos de los animales y, sin embargo, están vehementemente a favor del aborto, incluyendo algunas que intentan modificar la ley para permitir el aborto en todas las circunstancias hasta el momento del nacimiento. Celebramos, con razón, que se actúe con caridad con los animales que sufren una determinada lesión o discapacidad, pero permitimos el aborto hasta el nacimiento de seres humanos con cualquier tipo de discapacidad, incluido el labio leporino, el paladar hendido o el pie zambo, por no hablar del síndrome de Down.
El Comité de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad ha criticado sistemáticamente los permisos discriminatorios que Gran Bretaña concede a los abortos selectivos por discapacidad y ha sugerido que se modifique la legislación. Pero podemos esperar sentados, porque dudo que el Reino Unido lo haga pronto. Nos hemos acercado peligrosamente al odio a nosotros mismos, a nuestra propia especie.
Como escribió una vez Lewis, cada día tenemos que elegir entre "convertirnos en una criatura de espléndida gloria, o en una de impensable horror"; y "los que guardan silencio hacen más daño".
Traducido por Elena Faccia Serrano.