En España, Getafe se ha interesado por la iniciativa
Más de 30 diócesis en Italia promueven una alternativa al Halloween pagano: Hallyween
A pesar del enorme poder del marketing norteamericano, cada vez más voces se alzan para reclamar la vuelta de lo tradicional.
Ni truco ni trato. Ante la disyuntiva repetida esta noche frente a la puerta de millones de casas de todo el mundo por niños disfrazados de vampiros, fantasmas, brujas y demás personajes de pesadilla se puede reaccionar de una forma creativa. No hace falta dar con la puerta en las narices a los diablillos ni borrar Halloween del calendario, sólo hay que recordar las auténticas raíces de esta fiesta y, si lo deseamos, celebrarla en consecuencia.
Aunque la borrachera consumista y costumbrista provocada por el cine y la televisión erosione nuestra memoria, hubo un tiempo en que el término Halloween no significaba nada en nuestro país. Sólo en las naciones anglosajonas tenía algo de sentido. Aquí, la noche del 31 de octubre no ocurría nada. Era sólo la víspera de Todos los Santos. Ese día sí que era importante: todos, incluso los niños, íbamos al cementerio a ponerle flores al abuelo o a la tía que ya no estaba. Luego, quien quería, iba a misa. Muchos lo hacían, no había más que echar un vistazo a las iglesias, que aquel día estaban siempre llenas.
Halloween proviene de la expresión inglesa «All Hallow’s Eve» (la víspera de Todos los Santos). Tanto de los buenos como de los malos. «Había una antigua tradición celta, luego cristianizada, que consideraba que un día en particular del año estamos más cerca del mundo de los espíritus. Cuando éramos jóvenes no salíamos nunca esa noche, se pasaba en familia, porque teníamos miedo de los espíritus malignos», explica el sacerdote británico Peter Fleetwood en los micrófonos de Radio Vaticana. Este temor ancestral ha dado mucho juego en la sociedad contemporánea: desde los disfraces de demonio más propios de un prostíbulo que del infierno hasta los agoreros que consideran satánica esta celebración.
La noche de los santos
Cansado de ver multiplicarse las calabazas con caras grotescas por su barrio, un sacerdote italiano decidió hace tres años ofrecer una alternativa a sus feligreses. «Con sus disfraces de muertos, asesinos, brujas y demonios, Halloween muestra sólo el horror y la fealdad. Pero en nuestro mundo también hay algo mucho más hermoso, los santos. La fiesta de Todos los Santos no es intrascendental», cuenta Andrea Brugnoli, párroco en Desenzano del Garda, un pueblo cercano a Brescia, en el norte de Italia. Para recordar la importancia que siempre ha tenido el 1 de noviembre y ofrecer una alternativa a Halloween, el padre Brugnoli y su asociación de jóvenes católicos ha organizado «Hollyween, la noche de los santos».
Esta iniciativa invita a las iglesias y a los cristianos a que cuelguen de las ventanas, terrazas, balcones y puertas imágenes de santos. «Este año participan 30 diócesis italianas, hay incluso obispos que han escrito a sus feligreses para que se involucren. También ha llamado mucho la atención en el extranjero. En España se ha interesado la diócesis de Getafe».
Resulta imposible saber cuántas personas celebrarán Hollyween, pero el padre Brugnoli aventura cuáles serán los santos cuya imagen más se vea en las casas de la gente. «Son siempre santos locales, contemporáneos, cuyas vidas nos inspiran y resultan cercanas. Es el caso de Padre Pío o Don Bosco, el fundador de los salesianos. También está la beata Chiara Badano, una jovencísima miembro de los Focolares, y por supuesto Juan Pablo II».
Si la idea de Hollyween prendiese en España, Brugnoli apuesta por cuál sería una de las imágenes que elegirían los católicos de nuestro país: Santa Teresa de Jesús. «Es una mujer extraordinaria y muy valiente. Yo estoy enamorado de ella».
Hollyween no es un evento contrario a Halloween, sino una alternativa. «No queremos luchar contra lo que significa esta celebración ni contra los enormes intereses económicos que han proliferado a su alrededor. Lo importante es que los cristianos tenemos nuestra propia fiesta aunque no queramos darnos cuenta de ello. El problema nace de la descristianización: los católicos se han olvidado de vivir su fe. A mí no me interesa evangelizar a los paganos, que celebren Halloween si ellos quieren, sino a los propios cristianos», cuenta el padre Brugnoli.
Debate en la Santa Sede
En el Vaticano no existe una posición oficial sobre esta fiesta, explica el portavoz de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, quien apunta que se trata de un asunto a analizar «desde una perspectiva pastoral» en cada diócesis.
A título personal, el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de la Santa Sede, sí afirmó con motivo de la polémica sobre la presencia del crucifijo en las escuelas que «la Europa del tercer milenio nos deja sólo las calabazas y nos quita los símbolos más queridos». «A mí no me gusta Halloween», subrayó.
Su sucesor al frente de la archidiócesis de Génova, el cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, también ha tomado partido y pasará la jornada previa al primero de noviembre junto a sus feligreses recorriendo un itinerario por el centro histórico de su ciudad que recuerda a los santos más importantes.
Iniciativas similares también comienzan a abrirse hueco en Estados Unidos, el país donde Halloween más ha evolucionado con el tiempo. Hay parroquias que proponen a sus feligreses que, en lugar de hacer caras amenazantes en las calabazas, opten por sonrisas, y que se deshagan de los trajes de brujas y demonios y disfracen a sus hijos de santos.
También gana terreno la costumbre de dejar una vela encendida fuera de casa, para que la luz ahuyente los malos espíritus y a los diablillos propios de Halloween. Hay quien opta por un mensaje más directo: «Gracias, ni truco ni trato». Las pegatinas y carteles con este texto son la última alternativa para protegerse de los excesos de esta noche.
Presencias extrañas y gritos en la Casa Blanca
El poder y la muerte han estado presentes a lo largo de la historia en la Casa Blanca, con asesinatos, duelos e intrigas. Por ello, cada año, centenares de personas se reúnen a las puertas de la residencia ocupada por los Obama, fiel seguidor de esta celebración. El fantasma más popular es el de Abraham Lincoln, presidente asesinado durante la guerra civil, que llegó a ser detectado por el perro de Ronald Reagan, que ocupó la Casa Blanca de 1981 a 1989. Los gritos de Andrew Jackson, el séptimo presidente del país, también fueron escuchados por algunos trabajadores que, incluso, seguían soñando con él después de muerto.
Aunque la borrachera consumista y costumbrista provocada por el cine y la televisión erosione nuestra memoria, hubo un tiempo en que el término Halloween no significaba nada en nuestro país. Sólo en las naciones anglosajonas tenía algo de sentido. Aquí, la noche del 31 de octubre no ocurría nada. Era sólo la víspera de Todos los Santos. Ese día sí que era importante: todos, incluso los niños, íbamos al cementerio a ponerle flores al abuelo o a la tía que ya no estaba. Luego, quien quería, iba a misa. Muchos lo hacían, no había más que echar un vistazo a las iglesias, que aquel día estaban siempre llenas.
Halloween proviene de la expresión inglesa «All Hallow’s Eve» (la víspera de Todos los Santos). Tanto de los buenos como de los malos. «Había una antigua tradición celta, luego cristianizada, que consideraba que un día en particular del año estamos más cerca del mundo de los espíritus. Cuando éramos jóvenes no salíamos nunca esa noche, se pasaba en familia, porque teníamos miedo de los espíritus malignos», explica el sacerdote británico Peter Fleetwood en los micrófonos de Radio Vaticana. Este temor ancestral ha dado mucho juego en la sociedad contemporánea: desde los disfraces de demonio más propios de un prostíbulo que del infierno hasta los agoreros que consideran satánica esta celebración.
La noche de los santos
Cansado de ver multiplicarse las calabazas con caras grotescas por su barrio, un sacerdote italiano decidió hace tres años ofrecer una alternativa a sus feligreses. «Con sus disfraces de muertos, asesinos, brujas y demonios, Halloween muestra sólo el horror y la fealdad. Pero en nuestro mundo también hay algo mucho más hermoso, los santos. La fiesta de Todos los Santos no es intrascendental», cuenta Andrea Brugnoli, párroco en Desenzano del Garda, un pueblo cercano a Brescia, en el norte de Italia. Para recordar la importancia que siempre ha tenido el 1 de noviembre y ofrecer una alternativa a Halloween, el padre Brugnoli y su asociación de jóvenes católicos ha organizado «Hollyween, la noche de los santos».
Esta iniciativa invita a las iglesias y a los cristianos a que cuelguen de las ventanas, terrazas, balcones y puertas imágenes de santos. «Este año participan 30 diócesis italianas, hay incluso obispos que han escrito a sus feligreses para que se involucren. También ha llamado mucho la atención en el extranjero. En España se ha interesado la diócesis de Getafe».
Resulta imposible saber cuántas personas celebrarán Hollyween, pero el padre Brugnoli aventura cuáles serán los santos cuya imagen más se vea en las casas de la gente. «Son siempre santos locales, contemporáneos, cuyas vidas nos inspiran y resultan cercanas. Es el caso de Padre Pío o Don Bosco, el fundador de los salesianos. También está la beata Chiara Badano, una jovencísima miembro de los Focolares, y por supuesto Juan Pablo II».
Si la idea de Hollyween prendiese en España, Brugnoli apuesta por cuál sería una de las imágenes que elegirían los católicos de nuestro país: Santa Teresa de Jesús. «Es una mujer extraordinaria y muy valiente. Yo estoy enamorado de ella».
Hollyween no es un evento contrario a Halloween, sino una alternativa. «No queremos luchar contra lo que significa esta celebración ni contra los enormes intereses económicos que han proliferado a su alrededor. Lo importante es que los cristianos tenemos nuestra propia fiesta aunque no queramos darnos cuenta de ello. El problema nace de la descristianización: los católicos se han olvidado de vivir su fe. A mí no me interesa evangelizar a los paganos, que celebren Halloween si ellos quieren, sino a los propios cristianos», cuenta el padre Brugnoli.
Debate en la Santa Sede
En el Vaticano no existe una posición oficial sobre esta fiesta, explica el portavoz de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, quien apunta que se trata de un asunto a analizar «desde una perspectiva pastoral» en cada diócesis.
A título personal, el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de la Santa Sede, sí afirmó con motivo de la polémica sobre la presencia del crucifijo en las escuelas que «la Europa del tercer milenio nos deja sólo las calabazas y nos quita los símbolos más queridos». «A mí no me gusta Halloween», subrayó.
Su sucesor al frente de la archidiócesis de Génova, el cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, también ha tomado partido y pasará la jornada previa al primero de noviembre junto a sus feligreses recorriendo un itinerario por el centro histórico de su ciudad que recuerda a los santos más importantes.
Iniciativas similares también comienzan a abrirse hueco en Estados Unidos, el país donde Halloween más ha evolucionado con el tiempo. Hay parroquias que proponen a sus feligreses que, en lugar de hacer caras amenazantes en las calabazas, opten por sonrisas, y que se deshagan de los trajes de brujas y demonios y disfracen a sus hijos de santos.
También gana terreno la costumbre de dejar una vela encendida fuera de casa, para que la luz ahuyente los malos espíritus y a los diablillos propios de Halloween. Hay quien opta por un mensaje más directo: «Gracias, ni truco ni trato». Las pegatinas y carteles con este texto son la última alternativa para protegerse de los excesos de esta noche.
Presencias extrañas y gritos en la Casa Blanca
El poder y la muerte han estado presentes a lo largo de la historia en la Casa Blanca, con asesinatos, duelos e intrigas. Por ello, cada año, centenares de personas se reúnen a las puertas de la residencia ocupada por los Obama, fiel seguidor de esta celebración. El fantasma más popular es el de Abraham Lincoln, presidente asesinado durante la guerra civil, que llegó a ser detectado por el perro de Ronald Reagan, que ocupó la Casa Blanca de 1981 a 1989. Los gritos de Andrew Jackson, el séptimo presidente del país, también fueron escuchados por algunos trabajadores que, incluso, seguían soñando con él después de muerto.
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