Expansión del islam
La decisión de Nestlé, la comida «halal» y una vía de financiación de las mezquitas
La atención a los inmigrantes mahomentanos ha acabado convirtiéndose en países como Francia o Reino Unido en una obligación común.
Según informa Europa Press citando fuentes de la compañía, Nestlé, que desde 2004 comercializa en España dos sopas halal (Harira y Chorba) importadas de Marruecos, potenciará esta gama de productos con productos de pasta, como lasañas o pizzas. Se trata de atender la demanda de los inmigrantes musulmanes en nuestro país, que según el Instituto Nacional de Estadística suman casi ochocientos mil.
En otros países europeos la demanda se ha convertido en exigencia, y así, en el Reino Unido hay escuelas donde los alumnos mahometanos son mayoría y la comida «halal» ha acabado siendo obligatoria para todos. Las protestas del resto de padres, británicos, han servido casi siempre de poco, porque para ellos no ha valido el principio del respeto a las minorías ni en su propio país.
Pero en Francia el problema de la comida halal (productos de los que se certifica que han sido preparados según la ley isámica) está tan extendido que afecta incluso a la conciencia de los católicos.
En efecto, según señala en un artículo el sacerdote Ludovic Girod al orientar a sus fieles sobre este asunto, la carne halal proviene de un animal sacrificado invocando a Alá y conforme a un ritual de corte religioso -y contrario, por cierto, a las leyes alimentarias europeas, que han hecho la debida excepción-. Eso no impide a los cristianos comer esa carne si se hace al margen de toda connotación religiosa, explica Girod, y en un marco que no pueda ser confundido con la participación en un acto musulmán.
Pero hay otro problema. La certificación halal sólo la expiden organismos islámicos autorizados, y según declaró el 12 de agosto al diario Parisien el rector de la gran mezquita de Lyon, se cobra entre 10 y 15 céntimos de euro por cada kilo de carne certificada. Según la autoras del libro La République et l´Islam (Gallimard, 2002), Jeanne Hélène Kaltenbach y Michèle Tribalat, «hay intereses financieros enormes tras la cuestión de la comida halal», que de una forma u otra repercute en la financiación de las mezquitas que proliferan por todo el país. Por esta razón Girod considera que un católico debería abstenerse de comprarla.
Lo cual, en muchas ocasiones, se hace sin saberlo. Según el artículo citado, en 2007 hasta un 32% de las reses sacrificadas en Francia lo fueron conforme al ritual halal, y esa proporción ha aumentado después. Pero una buena parte de ella se introduce después en el circuito comercial clásico, y es adquirida sin tener conciencia de ello.
En otros países europeos la demanda se ha convertido en exigencia, y así, en el Reino Unido hay escuelas donde los alumnos mahometanos son mayoría y la comida «halal» ha acabado siendo obligatoria para todos. Las protestas del resto de padres, británicos, han servido casi siempre de poco, porque para ellos no ha valido el principio del respeto a las minorías ni en su propio país.
Pero en Francia el problema de la comida halal (productos de los que se certifica que han sido preparados según la ley isámica) está tan extendido que afecta incluso a la conciencia de los católicos.
En efecto, según señala en un artículo el sacerdote Ludovic Girod al orientar a sus fieles sobre este asunto, la carne halal proviene de un animal sacrificado invocando a Alá y conforme a un ritual de corte religioso -y contrario, por cierto, a las leyes alimentarias europeas, que han hecho la debida excepción-. Eso no impide a los cristianos comer esa carne si se hace al margen de toda connotación religiosa, explica Girod, y en un marco que no pueda ser confundido con la participación en un acto musulmán.
Pero hay otro problema. La certificación halal sólo la expiden organismos islámicos autorizados, y según declaró el 12 de agosto al diario Parisien el rector de la gran mezquita de Lyon, se cobra entre 10 y 15 céntimos de euro por cada kilo de carne certificada. Según la autoras del libro La République et l´Islam (Gallimard, 2002), Jeanne Hélène Kaltenbach y Michèle Tribalat, «hay intereses financieros enormes tras la cuestión de la comida halal», que de una forma u otra repercute en la financiación de las mezquitas que proliferan por todo el país. Por esta razón Girod considera que un católico debería abstenerse de comprarla.
Lo cual, en muchas ocasiones, se hace sin saberlo. Según el artículo citado, en 2007 hasta un 32% de las reses sacrificadas en Francia lo fueron conforme al ritual halal, y esa proporción ha aumentado después. Pero una buena parte de ella se introduce después en el circuito comercial clásico, y es adquirida sin tener conciencia de ello.
Comentarios