Acaba de publicarse su libro «La guerra perpetua. Apocalipsis y redención»
Ángel Barahona, filósofo: la Biblia ofrece una antropología «única» sobre la violencia y el perdón
Ángel Barahona (n. 1957), padre de cuatro hijos, es doctor en Filosofía y licenciado en Ciencias de la Educación y en Teología Dogmática, y director del Departamento de Humanidades de la Universidad Francisco de Vitoria.
Es uno de los grandes investigadores sobre la violencia y sus condicionantes antropológicos e históricos. Acaba de publicar La guerra perpetua. Apocalipsis y redención (Encuentro), un estudio sobre la guerra como constante histórica y sus implicaciones políticas en el pasado y hoy mismo.
-Usted menciona que la guerra parece ser una constante histórica. ¿Cree que esta tendencia es inevitable o que hay alguna esperanza real de romper este ciclo?
-Creo que es inevitable: el origen de la guerra es el carácter constitutivamente mimético de los seres humanos. Estamos siempre observando y copiando lo que vemos en los otros. Así aprendemos, nos relacionamos… Desear según el otro, querer tener lo que el otro ostenta, creer que el otro es siempre más feliz que yo, o que ha tenido más suerte en el reparto de dones que yo, me lleva a la envidia mimética y a repetir sus gestos, intenciones, para conseguir el reconocimiento de los demás que le atribuyo o los bienes que creo que le dan el ser, etc..
»Cuando los recursos son escasos o no se pueden compartir -o es suyo o es mío-, eso es una de las causas del conflicto, el origen de la cultura humana. Esto está basado en la biología, demostrado por las neuronas espejo de Giacomo Rizzolatti y de la psicología de Jean-Michel Oughourlian, Albert Bandura, etc.
-¿Qué papel juegan las Escrituras judeocristianas en ofrecer una salida a este dilema?
-Las Escrituras judeocristianas ratifican estos hallazgos de la ciencias sociales y naturales. Desde el Génesis, los conflictos entre hermanos (Caín y Abel, Jacob y Esaú, la violencia de Lamec, la rivalidad por la envidia de los hermanos de José, los Herodes, los hermanos que quieren que Jesús dirima en su rivalidad por la herencia, la propia rivalidad romano-judía en la que se ve envuelto, etc.) son una constante que hacen de la Biblia una ciencia antropológica única para comprender la violencia humana, pero también para conocer las vías de la reconciliación: el perdón, el leer la historia desde la perspectiva de Dios (como hace José cuando en vez de vengarse de sus hermanos les dice que todo tenía que pasar para que “hoy” pueda acogerlos en Egipto, o el perdón de Esaú a Jacob).
-¿Cómo se relacionan la violencia y la religión en el contexto de las guerras modernas?
-Si se refiere al cristianismo como una mera religión… yo recomendaría el libro de W.T. Cavanaugh, El mito de la violencia religiosa para entender cómo la Ilustración y Voltaire y la leyenda anticatólica han contribuido a una lectura sesgada del tema de las relaciones. Ciertamente que hay relación… en la media que algunos hacen de la religión un uso perverso en función de sus intereses políticos… ¿Pero eso como se puede evitar o controlar?
Ángel Barahona, 'La guerra perpetua'.
»Lo que sí está probado es la relación entre la violencia y lo sagrado. En este sentido, recomiendo los libros de René Girard La violencia y lo sagrado y Veo a Satán caer como el relámpago. La religión siempre ha sido usada por el poder temporal -satánico, en el sentido de que está regido por el “príncipe de este mundo”- para sus propósitos de expansión y enriquecimiento sin escrúpulos, porque mueve las masas y los corazones “gratis”.
-¿Y la religión puede ser una fuerza para la paz?
-La paz siempre es rostro a rostro, persona a persona; la guerra y el conflicto despersonalizan al ser humano, lo convierten en colectivo, grupo, etnia, identidad forjada por el odio al enemigo común. En este sentido la fe (que siempre distingo de la religión por el uso desviado que se ha hecho de la palabra) siempre llama a la reconciliación, a considerar al otro hermano, hijo del mismo padre, fuerza de paz porque sigue al Príncipe de la Paz.
-Su libro se basa en parte en las obras de René Girard y Jean-Pierre Dupuy. ¿Cómo influyen estas teorías en su visión de la guerra y la redención?
-Son filosofías de la historia al estilo agustiniano. Trabajan con el mundo y sus intereses y el mundo funciona miméticamente. Dupuy es miembro de la Academia Francesa, y presidente del Comité de Ética de la Alta Autoridad Francesa de Seguridad Nuclear. Ambos, filósofos políticos afamados y reconocidos. Comparten su dedicación a la teoría mimética y al mecanismo universal del chivo expiatorio. Ambos están interesados en las profecías bíblicas, que no son sistemas de adivinación sino prospectiva. Se toman en serio la fábula de Noé y los microapocalipsis evangélicos, así como el propio apocalipsis.
»Uno leyendo a Clausewitz y el otro elaborando su propia teoría del conflicto, coinciden en que estamos en una tesitura sórdida de la historia: o la reconciliación o la nada… No tanto por la locura de los políticos que nos gobiernan -que también- sino incluso por el carácter accidental que puede envolver a lo nuclear. Además de otras variables en el espectro del futuro: la ecología, las pandemias, el cambio climático, las migraciones descontroladas, y los efectos perversos no previstos de las políticas de seguridad, la escalada a los extremos suscitada por el orgullo, la psicología de los humillados, etc. Sus tesis de fondo son universales y atemporales porque lo que ponen en juego en sus análisis, además de lo dicho, es el tema del prestigio, la revancha neocolonial de los que antes de ayer fueron colonizados y humillados, etc. Psicopolítica que pocas veces se tiene en cuenta en el análisis.
-La política a menudo se muestra impotente para detener la 'escalada a los extremos'. ¿Qué cambios estructurales serían necesarios en los sistemas políticos globales para prevenir esta escalada? ¿Qué papel pueden jugar los ciudadanos individuales en este proceso?
-Creo que una toma de conciencia ciudadana de que estamos ante estrategias MAD (siglas en inglés de Destrucción Mutua Asegurada) es la única posibilidad de revertir lo inexorable del devenir de la historia. Una vez que la maquinaria de acción-reacción se pone en marcha, como decía Clausewitz “escala a los extremos hasta las tinieblas exteriores” y eso que él no conocía más que cañoncitos napoleónicos de poco poder destructivo.
»Lo que pasa que en el poder de generar comunión en las masas es complicado. Las masas son predecibles en parte, y fácilmente manipulables cuando se esgrime resentimiento, y cuando alguien le señala el culpable de su situación se vuelven locas y matan (Elías Canetti dixit) pero las preside un “sonambulismo colectivo” difícil de manejar por la diversidad de medios, de redes, de mala información que reciben.
-Usted menciona que la esperanza puede encontrarse donde menos se la espera. En un mundo lleno de conflictos y caos, ¿podría compartirnos un ejemplo inspirador de esperanza y redención que haya encontrado en su investigación o en su vida personal?
-En la modestia de una vida callada, coherente con la fe. Son los testigos sencillos de la resurrección, que se perdonan y se aman, que se dan a otros en el servicio y en el amor los que nos pueden llamar a conversión y apelar a la esperanza.
»La esperanza solo puede derivar de la confianza en los testigos que, tras escuchar el Kerigma y contarnos que la resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte, es un hecho de la historia incontrovertible, nos inviten a vivir de ella. Solo si hay vida más allá de la muerte se puede neutralizar su poder, que nos aterra, nos obliga a refugiarnos en nuestros pequeños mundos, a no ponernos en riesgo, a reservarnos, a no amar en definitiva y a que el egoísmo nos vuelva huraños, enemigos unos de otros.
»Hay millones de ejemplos de santos anónimos que están dando la vida calladamente en nuestra vida cotidiana, tanto como en Ucrania, Rusia, Israel, Líbano, Siria, Pakistán, India, China, o en las guerras olvidadas en África: Somalia, Sudán, República Centro Africana…