Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El Papa recibe a la Agencia Tributaria y habla de los impuestos: «La Biblia no demoniza el dinero»

El Papa, con la Agencia Tributaria
El Papa recibió en el Vaticano a una delegación de la Agencia Tributaria italiana / Vatican Media

ReL

Este lunes Francisco ha recibido a una delegación de la “Agenzia delle Entrate”, la Agencia Tributaria de Italia donde ha hablado de los impuestos, una realidad muy presente en la propia Escritura y con una importancia tan grande como en la actualidad.

En el discurso que les dirigió el Papa habló de transparencia, legalidad e imparcialidad con respecto al cobro y al pago de los impuestos, “parte de la vida cotidiana desde la antigüedad”, pero también foco de numerosos conflictos.

De este modo, el Pontífice recordó que la Biblia “no demoniza el dinero”, afirmó Francisco, sino que invita “a hacer un buen uso de él, a no ser esclavos de él, a no idolatrarlo”. Y advirtió que “no es fácil usar bien el dinero, no es fácil”.

El Papa contó la experiencia del pago del diezmo, “poco conocida pero muy interesante”. El diezmo para los levitas, explicó, servía para "hacer madurar en la conciencia del pueblo dos verdades: la de no ser autosuficiente, porque la salvación viene de Dios; y la de ser responsables unos de otros, empezando por los más necesitados".

Legalidad, imparcialidad y transparencia

Es en este contexto donde “los principios de legalidad, imparcialidad y transparencia se convierten en una valiosa brújula”, agregó el Pontífice.

En primer lugar, el Papa habló de la “legalidad”, que en el ámbito de la fiscalidad es “una forma de equilibrar las relaciones sociales apartando fuerzas a la corrupción, la injusticia y la desigualdad. Pero esto requiere una cierta formación y cambio cultural. Como se suele decir, la fiscalidad se considera como ‘meter las manos en los bolsillos de la gente’. En realidad, los impuestos son un signo de legalidad y justicia. Debe favorecer la redistribución de la riqueza, protegiendo la dignidad de los pobres y de los últimos, que siempre corren el riesgo de ser aplastados por los poderosos”.

Pero además, Francisco recalcó que “cuando los impuestos son justos son para el bien común”. Por eso mismo pidió trabajar para que crezca “la cultura del bien común, para que se tome en serio el destino universal de los bienes que la doctrina social de la Iglesia sigue defendiendo aún hoy, heredándola de la Escritura y de los Padres de la Iglesia”.

En segundo lugar, el obispo de Roma habló ante los miembros de la Agencia Tributaria de la “imparcialidad” de su trabajo gracias a la cual “no hay mejores ciudadanos que otros en función de su pertenencia social, sino que todos tienen la buena fe de ser leales constructores de la sociedad”.

En su opinión, “hay una ‘artesanía del bien común’ que conviene narrar, porque las conciencias honestas son la verdadera riqueza de la sociedad. Hablando de la imparcialidad, es siempre actual la indicación de San Pablo a los cristianos de Roma: ‘Dad a cada uno lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor’ (Rm 13, 7). No se trata de legitimar ningún poder, sino de ayudar a cada uno a ‘hacer el bien ante todos’ (Rm 12, 17)”.

El ejemplo de Zaqueo

Por último habló de la transparencia, el término que más utilizó en su intervención. Francisco agregó que la transparencia hace que las personas estén más motivadas para pagar los impuestos, dijo, "sobre todo si la recaudación ayuda a superar las desigualdades, a realizar inversiones para que haya más trabajo, a garantizar una buena sanidad y educación para todos, a crear infraestructuras que faciliten la vida social y la economía".

Las autoridades fiscales suelen ser percibidas de forma negativa si no está claro en qué y cómo se gasta el dinero público. Esto puede llevar a la sospecha y al descontento”, agregó.

Además, explicó que “el episodio evangélico de Zaqueo recuerda la conversión de un hombre que no sólo reconoce su pecado de haber defraudado a los pobres, sino que sobre todo comprende que la lógica de acumular para sí mismo lo ha aislado de los demás. Para ello vuelve y comparte. Fue tocado en su corazón por el amor gratuito de Jesús que quería ir directo a su casa. Y luego declara abiertamente lo que hará: dará la mitad de lo que posee a los pobres y devolverá cuatro veces más a los que han robado. ¡Devoluciones con generosos intereses! De esta manera le da transparencia al dinero que pasa por sus manos. Dinero transparente: este es el objetivo”.

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