«Mi libertad termina donde empieza la tuya»: el Papa explica por qué esta expresión está equivocada
El Papa Francisco prosiguió este miércoles con su catequesis en la Audiencia General sobre la carta de San Pablo a los Gálatas donde profundizó nuevamente en la “libertad de la fe” y destacando la espontaneidad y la libertad de los niños, como el que se le acercó para pedirle el solideo, habló de la “valentía de acercarse al Señor, de estar abiertos al Señor, de no tener miedo del Señor”.
El Pontífice señaló que el apóstol en esta carta va poco a poco introduciendo “la gran novedad de la fe”, y es una “novedad” –agregó el Papa- “porque no renueva sólo algún aspecto de la vida, sino que nos lleva dentro de esa ‘vida nueva’ que hemos recibido con el Bautismo”.
“Hemos pasado de la esclavitud del miedo y del pecado a la libertad de los hijos de Dios. Otra vez la palabra libertad”, agregó el Papa.
Con esta nueva catequesis, Francisco quiso explicar “cuál es para el apóstol el corazón de esta libertad”.
“Pablo afirma que la libertad está lejos de ser ‘un pretexto para la carne’ (Gal 5,13): la libertad no es un vivir libertino, según la carne o según el instinto, los deseos individuales y los propios impulsos egoístas; al contrario, la libertad de Jesús nos conduce a estar —escribe el apóstol— ‘al servicio los unos de los otros’”, añadió el Papa.
De este modo, recalcó que “la libertad en Cristo tiene alguna ‘esclavitud’, alguna dimensión que nos lleva al servicio, a vivir para los otros. La verdadera libertad, en otras palabras, se expresa plenamente en la caridad. Una vez más nos encontramos delante de la paradoja del Evangelio: somos libres en el servir, no en el hacer lo que queremos. Somos libres en el servir, y ahí viene la libertad; nos encontramos plenamente en la medida en que nos donamos. Nos encontramos plenamente a nosotros en la medida en que nos donamos, tenemos la valentía de donarnos; poseemos la vida si la perdemos. Esto es Evangelio puro”.
Pero esta paradoja, ¿cómo se explica?, preguntó Francisco. A su juicio, la respuesta de San Pablo es “tan sencilla como comprometedora”: “Mediante el amor”.
Por ello, recordó que “no hay libertad sin amor. La libertad egoísta del hacer lo que quiero no es libertad, porque vuelve sobre sí misma, no es fecunda. Es el amor de Cristo que nos ha liberado y también es el amor que nos libera de la peor esclavitud, la del nuestro yo; por eso la libertad crece con el amor”.
Sin embargo, Francisco alertó que este amor no es el de “telenovela” ni el de la “pasión que busca simplemente lo que nos apetece y nos gusta”. Se trata del “amor que vemos en Cristo, la caridad: este es el amor verdaderamente libre y liberador”.
“Para Pablo la libertad no es ‘hacer lo que me apetece y me gusta’. Este tipo de libertad, sin un fin y sin referencias, sería una libertad vacía, una libertad de circo: no funciona. Y de hecho deja el vacío dentro: cuántas veces, después de haber seguido solo el instinto, nos damos cuenta de quedar con un gran vacío dentro y haber usado mal el tesoro de nuestra libertad, la belleza de poder elegir el verdadero bien para nosotros y para los otros”, añadió Francisco.
Así, expresó que “la verdadera libertad nos libera siempre, sin embargo cuando buscamos esa libertad de ‘lo que me gusta y no me gusta’, al final permanecemos vacíos”.
En resumen, “si la libertad no está al servicio —este es el test— si la libertad no está al servicio del bien corre el riesgo de ser estéril y no dar fruto. Sin embargo, la libertad animada por el amor conduce hacia los pobres, reconociendo en sus rostros el de Cristo. Por eso el servicio de los unos hacia los otros permite a Pablo, escribiendo a los Gálatas, subrayar algo de ninguna manera secundario”.
Francisco recordó que una las expresiones modernas más difundidas sobre la libertad es esta: “mi libertad termina donde empieza la tuya”. “¡Pero aquí falta la relación, el vínculo! Es una visión individualista. Sin embargo, quien ha recibido el don de la liberación obrada por Jesús no puede pensar que la libertad consiste en el estar lejos de los otros, sintiéndoles como molestia, no puede ver el ser humano encaramado en sí mismo, sino siempre incluido en una comunidad. La dimensión social es fundamental para los cristianos, y les consiente mirar al bien común y no al interés privado”, respondió el Papa.