Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

Francisco pide renovar nuestro «sí» a Jesús y «ningún fracaso podrá llevarnos a la desesperación»

Francisco bautiza a un catecúmeno japonés durante la Vigilia Pascual. Foto: Vatican Media.
Francisco bautiza a un catecúmeno japonés durante la Vigilia Pascual. Foto: Vatican Media.

Jesús M.C.

Francisco, que evitó acudir al Via Crucis del Coliseo para poder presidir la Vigilia Pascual de este Sábado Santo en la basílica de San Pedro, lo hizo y, por primera vez en varias semanas, leyó en su integridad la homilía.

Tras la bendición del fuego pascual, el Papa colocó los clavos de incienso en el cirio pascual, que permancerá encendido en todas las iglesias hasta el domingo de Pentecostés.

La basílica de San Pedro, a oscuras mientras se transmite el fuego pascual.

La basílica de San Pedro, a oscuras mientras se transmite el fuego pascual. Foto: Vatican Media.

Una vez procesionado, se cantó el pregón pascual en latín y se leyeron las lecturas del día en francés, italiano, español, portugués e inglés. Tras el canto de los salmos, se entonó el Gloria mientras tañían las campañas de la basílica.

Tras la homilía que leyó Francisco, se procedió al bautismo y confirmación de ocho adultos: cuatro de Italia, dos de Corea, uno de Japón y uno de Albania; sacramentos que administró el mismo Papa.

Los nuevos cristianos, tras recibir el agua bautismal. Al fondo, el baldaquino cubierto por la restauración en curso.

Los nuevos cristianos, tras recibir el agua bautismal, a la espera de ser confirmados. Al fondo, el baldaquino cubierto por la restauración en curso. Foto: Vatican Media.

En su homilía, el Papa describió el estado de ánimo de las santas mujeres que acudieron al sepulcro con "la sensación de que se ha terminado todo, y que el acontecimiento de Jesús ha sido ya sellado con una piedra", que es para ellas el principal problema: ¿quién la correrá?

Esa pregunta da la medida de la "alegría inaudita de la Pascua", dijo el pontífice: "Aquella roca, obstáculo infranqueable, era el símbolo de lo que las mujeres llevaban en el corazón, el final de su esperanza".

Es lo que nos pasa habitualmente a nosotros: "A veces sentimos que una lápida ha sido colocada pesadamente en la entrada de nuestro corazón, sofocando la vida, apagando la confianza, encerrándonos en el sepulcro de los miedos y de las amarguras, bloqueando el camino hacia la alegría y la esperanza". 

También nosotros nos preguntamos: ¿quién nos correrá la piedra del sepulcro?

Francisco coloca los clavos en el cirio pascual.

Francisco coloca los clavos en el cirio pascual. Foto: Vatican Media.

La respuesta es la misma que recibieron aquellas mujeres "que tenían la oscuridad en el corazón": "Es la Pascua de Cristo, la fuerza de Dios, la victoria de la vida sobre la muerte, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, el renacimiento de la esperanza entre los escombros del fracaso. Es el Señor, el Dios de lo imposible que, para siempre, hizo correr la piedra y comenzó a abrir nuestros corazones para que la esperanza no tenga fin. Hacia Él, entonces, también nosotros debemos mirar".

Con el triunfo de la Resurrección, Jesús "abrió una página nueva para el género humano", y desde entonces, "si nos dejamos llevar de la mano por Jesús, ninguna experiencia de fracaso o de dolor, por más que nos hiera, puede tener la última palabra sobre el sentido y el destino de nuestra vida. Desde aquel momento, si nos dejamos aferrar por el Resucitado, ninguna derrota, ningún sufrimiento, ninguna muerte podrá detener nuestro camino hacia la plenitud de la vida".

Los momentos esenciales de la Vigilia Pascual.

Tras una extensa cita del teólogo jesuita Karl Rahner (1904-1984), el Papa aseguró que Jesús "nos hace pasar de la oscuridad a la luz, que se ha unido a nosotros para siempre y nos salva de los abismos del pecado y de la muerte, atrayéndonos hacia el ímpetu luminoso del perdón y de la vida eterna".

"Hermanos y hermanas", concluyó, "acojamos a Jesús, Dios de la vida, en nuestras vidas, renovémosle hoy nuestro 'sí' y ningún escollo podrá sofocar nuestro corazón, ninguna tumba podrá encerrar la alegría de vivir, ningún fracaso podrá llevarnos a la desesperación. Hermanos y hermanas, mirémoslo a Él y pidámosle que la potencia de su resurrección corra las rocas que oprimen nuestra alma".

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