Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

La rivalidad y la vanagloria dañan al cristiano: la gratuidad es el modelo de Jesús, dice el Papa

ReL

El Papa Francisco celebra misa cotidiana en la capilla de la residencia Santa Marta
El Papa Francisco celebra misa cotidiana en la capilla de la residencia Santa Marta

La rivalidad y la vanagloria son dos grandes peligros que debilitan a las comunidades cristianas, avisó el Papa Francisco en su homilía matinal de este lunes 5 de noviembre.

La murmuración y la rivalidad

“Hay mucha gente que siente que no puede crecer, y para situarse por encima de los demás, los desprecia por medio de los chismes. Es un modo de destruir a la persona que surge de la rivalidad”, advirtió el Papa Francisco.

Recordó que San Pablo, en su carta a los Filipenses, dice que en la comunidad cristiana no puede haber espacio para las rivalidades.

El Papa explicó que “la rivalidad es una lucha para acabar con el otro. La rivalidad es algo negativo que puede producirse de forma abierta, directa, o con guante blanco, pero siempre destruye al otro para alzarse uno mismo”.

 

Frente a la vanagloria, cultivar la gratuidad

“La vanagloria destruye la comunidad, destruye la familia. Pensad, por ejemplo, en la rivalidad entre hermanos por la herencia del padre. Es algo que se produce todos los días. Pensad en la vanagloria, en aquellos que presumen de ser mejores que los demás…”, comentó el Pontífice.
 

Por el contrario, explicó el Papa, el cristiano debe seguir el ejemplo del Hijo de Dios, es decir, frente a la rivalidad y la vanagloria, debe “cultivar la gratuidad”.

La gratuidad implica hacer el bien sin preocuparse de si los demás hacen lo mismo. "De esa manera, mediante pequeños gestos, se construye la paz, se siembra unidad, se avanza por el camino de la concordia".

“Cuando leemos las noticias sobre la guerra, o sobre la hambruna en Yemen que afecta a los niños y que fruto de esas guerras…, pensamos: ‘están lejos, pero pobres niños’. Y sin embargo, ¿por qué no tienen para comer?”.

En cambio, esa misma guerra “la tenemos en casa, en nuestras instituciones, esa rivalidad, la guerra, comienza ahí. Y es precisamente ahí donde hay que hacer la paz: en la familia, en la parroquia, en las instituciones, en el lugar de trabajo, buscando siempre la unanimidad y la concordia y no por el interés propio”, concluyó el Papa.

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