El Papa pide implicación a toda la Iglesia chilena, la «renovación de la jerarquía» no es suficiente
Los obispos chilenos dieron a conocer este jueves la carta dirigida por Francisco “al Pueblo de Dios que peregrina en Chile”, en relación a los casos de abusos en el país y la situación creada por la renuncia en bloque de todos sus obispos.
“El pasado 8 de abril convocaba a mis hermanos obispos a Roma para buscar juntos en el corto, mediano y largo plazo caminos de verdad y vida ante una herida abierta, dolorosa, compleja que desde hace mucho tiempo no deja de sangrar”, comienza el Papa. “Y les sugería”, continúa, “que invitaran a todo el Santo Pueblo fiel de Dios a ponerse en estado de oración para que el Espíritu Santo nos diera la fuerza de no caer en la tentación de enroscarnos en vacíos juegos de palabras, en diagnósticos sofisticados o en vanos gestos que no nos permitiesen la valentía necesaria para mirar de frente el dolor causado, el rostro de sus víctimas, la magnitud de los acontecimientos”.
Tras agradecer la respuesta de los católicos chilenos a las oraciones que pidió, Francisco invita a todos, sin distinción de lugar en la Iglesia, a involucrarse en la solución, pues “la renovación en la jerarquía eclesial por sí misma no genera la transformación a la que el Espíritu Santo nos impulsa. Se nos exige promover conjuntamente una transformación eclesial que nos involucre a todos”.
El Papa afirma que “el proceso de revisión y purificación que estamos viviendo es posible gracias al esfuerzo y perseverancia de personas concretas que, incluso contra toda esperanza o teñidas de descrédito, no se cansaron de buscar la verdad”.
“Este último tiempo”, continúa, “es tiempo de escucha y discernimiento para llegar a las raíces que permitieron que tales atrocidades se produjeran y perpetuasen, y así encontrar soluciones al escándalo de los abusos no con estrategias meramente de contención -imprescindibles pero insuficientes- sino con todas las medidas necesarias para poder asumir el problema en su complejidad”.
En ese sentido, justifica la misión especial del arzobispo de Malta, Charles Scicluna, y del sacerdote Jordi Bertomeu, para “ver y escuchar” de forma directa y preparar el terreno a la propia petición de perdón del Papa, pues apreció en la actitud mantenida hasta entonces una “falta de reconocimiento/escucha” a las víctimas.
Más que un gesto de “buena voluntad” hacia ellas, se trata ahora de replantearse toda una forma de actuar: “El ‘nunca más’ a la cultura del abuso, así como al sistema de encubrimiento que le permite perpetuarse, exige trabajar entre todos para generar una cultura del cuidado que impregne nuestras formas de relacionarnos, de rezar, de pensar, de vivir la autoridad; nuestras costumbres y lenguajes y nuestra relación con el poder y el dinero... Urge, por tanto, generar espacios donde la cultura del abuso y del encubrimiento no sea el esquema dominante; donde no se confunda una actitud crítica y cuestionadora con traición”
El Papa insta pues a “promover comunidades capaces de luchar contra situaciones abusivas, comunidades donde el intercambio, la discusión, la confrontación sean bienvenidas. Seremos fecundos en la medida que potenciemos comunidades abiertas desde su interior y así se liberen de pensamientos cerrados y auto-referenciales llenos de promesas y espejismos que prometen vida pero que en definitiva favorecen la cultura del abuso”.
Pincha aquí para leer la carta en su integridad.
“El pasado 8 de abril convocaba a mis hermanos obispos a Roma para buscar juntos en el corto, mediano y largo plazo caminos de verdad y vida ante una herida abierta, dolorosa, compleja que desde hace mucho tiempo no deja de sangrar”, comienza el Papa. “Y les sugería”, continúa, “que invitaran a todo el Santo Pueblo fiel de Dios a ponerse en estado de oración para que el Espíritu Santo nos diera la fuerza de no caer en la tentación de enroscarnos en vacíos juegos de palabras, en diagnósticos sofisticados o en vanos gestos que no nos permitiesen la valentía necesaria para mirar de frente el dolor causado, el rostro de sus víctimas, la magnitud de los acontecimientos”.
Tras agradecer la respuesta de los católicos chilenos a las oraciones que pidió, Francisco invita a todos, sin distinción de lugar en la Iglesia, a involucrarse en la solución, pues “la renovación en la jerarquía eclesial por sí misma no genera la transformación a la que el Espíritu Santo nos impulsa. Se nos exige promover conjuntamente una transformación eclesial que nos involucre a todos”.
El Papa afirma que “el proceso de revisión y purificación que estamos viviendo es posible gracias al esfuerzo y perseverancia de personas concretas que, incluso contra toda esperanza o teñidas de descrédito, no se cansaron de buscar la verdad”.
“Este último tiempo”, continúa, “es tiempo de escucha y discernimiento para llegar a las raíces que permitieron que tales atrocidades se produjeran y perpetuasen, y así encontrar soluciones al escándalo de los abusos no con estrategias meramente de contención -imprescindibles pero insuficientes- sino con todas las medidas necesarias para poder asumir el problema en su complejidad”.
En ese sentido, justifica la misión especial del arzobispo de Malta, Charles Scicluna, y del sacerdote Jordi Bertomeu, para “ver y escuchar” de forma directa y preparar el terreno a la propia petición de perdón del Papa, pues apreció en la actitud mantenida hasta entonces una “falta de reconocimiento/escucha” a las víctimas.
Más que un gesto de “buena voluntad” hacia ellas, se trata ahora de replantearse toda una forma de actuar: “El ‘nunca más’ a la cultura del abuso, así como al sistema de encubrimiento que le permite perpetuarse, exige trabajar entre todos para generar una cultura del cuidado que impregne nuestras formas de relacionarnos, de rezar, de pensar, de vivir la autoridad; nuestras costumbres y lenguajes y nuestra relación con el poder y el dinero... Urge, por tanto, generar espacios donde la cultura del abuso y del encubrimiento no sea el esquema dominante; donde no se confunda una actitud crítica y cuestionadora con traición”
El Papa insta pues a “promover comunidades capaces de luchar contra situaciones abusivas, comunidades donde el intercambio, la discusión, la confrontación sean bienvenidas. Seremos fecundos en la medida que potenciemos comunidades abiertas desde su interior y así se liberen de pensamientos cerrados y auto-referenciales llenos de promesas y espejismos que prometen vida pero que en definitiva favorecen la cultura del abuso”.
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