«Pidamos a la Virgen ser jóvenes diciendo no al pecado y vivir una vida bella diciendo sí a Dios»
El pecado empobrece y endurece el corazón y nos impide vivir una vida plena, que solo existe en Dios y con el modelo de quien jamás tuvo mancha sobre su conciencia: la Virgen María. Es el mensaje que lanzó Francisco en el Angelus de la fiesta de la Inmaculada Concepción, antes de convocar a los presentes al tradicional homenaje vespertino en la Plaza de España.
“La Palabra de Dios” era el secreto de la “vida bella” de la Virgen María, explicó el Papa, recordando que numerosas representaciones pictóricas la muestran el día de la Anunciación con un libro en las manos: “Aquel libro es la Escritura. De esa manera, María estaba dispuesta a escuchar a Dios y a detenerse con Él. La Palabra de Dios era su secreto”.
En aquel momento decisivo para la humanidad, el ángel Gabriel se dirigió a María "con una palabra que no es fácil de traducir, que significa ‘colmada de gracia’, ‘creada de la gracia’, ‘llena de gracia’. Antes de llamarla María la llama ‘llena de gracia’, y así revela el nombre nuevo que Dios le ha dado”, y que significa que “María está rebosante de la presencia de Dios, que está totalmente habitada por Dios, que no hay lugar en ella para el pecado”.
Con nosotros es algo distinto: "Todo el mundo, desgraciadamente, está contaminado por el mal. Cada uno de nosotros, si nos miramos al interior, podemos ver los lados oscuros. Incluso los más grandes santos eran pecadores, y toda realidad, incluso la más bella, está afectada por el mal: toda, excepto María”, quien fue "creada inmaculada para acoger plenamente con su ‘sí’ al Dios que venía al mundo para iniciar una nueva historia”.
Por tanto, dijo Francisco, cada vez que nos dirigimos a la Virgen diciéndole "llena de gracia" (como en el Avemaría), le dirigimos "el mismo cumplido que le hace Dios".
Y así “la reconocemos siempre joven, porque no ha sufrido nunca el envejecimiento del pecado”. Pues “sólo hay una cosa que envejece de verdad: no la edad, sino el pecado. El pecado envejece, porque agarrota el corazón. Lo cierra, lo hace inerte, lo hace sufrir. Pero la ‘llena de gracia’ está limpia de pecado”, concluyó.
“La Palabra de Dios” era el secreto de la “vida bella” de la Virgen María, explicó el Papa, recordando que numerosas representaciones pictóricas la muestran el día de la Anunciación con un libro en las manos: “Aquel libro es la Escritura. De esa manera, María estaba dispuesta a escuchar a Dios y a detenerse con Él. La Palabra de Dios era su secreto”.
En aquel momento decisivo para la humanidad, el ángel Gabriel se dirigió a María "con una palabra que no es fácil de traducir, que significa ‘colmada de gracia’, ‘creada de la gracia’, ‘llena de gracia’. Antes de llamarla María la llama ‘llena de gracia’, y así revela el nombre nuevo que Dios le ha dado”, y que significa que “María está rebosante de la presencia de Dios, que está totalmente habitada por Dios, que no hay lugar en ella para el pecado”.
Con nosotros es algo distinto: "Todo el mundo, desgraciadamente, está contaminado por el mal. Cada uno de nosotros, si nos miramos al interior, podemos ver los lados oscuros. Incluso los más grandes santos eran pecadores, y toda realidad, incluso la más bella, está afectada por el mal: toda, excepto María”, quien fue "creada inmaculada para acoger plenamente con su ‘sí’ al Dios que venía al mundo para iniciar una nueva historia”.
Por tanto, dijo Francisco, cada vez que nos dirigimos a la Virgen diciéndole "llena de gracia" (como en el Avemaría), le dirigimos "el mismo cumplido que le hace Dios".
Y así “la reconocemos siempre joven, porque no ha sufrido nunca el envejecimiento del pecado”. Pues “sólo hay una cosa que envejece de verdad: no la edad, sino el pecado. El pecado envejece, porque agarrota el corazón. Lo cierra, lo hace inerte, lo hace sufrir. Pero la ‘llena de gracia’ está limpia de pecado”, concluyó.
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