«Scarp de´Tenis» es una revista mensual, apoyada por Cáritas, que venden personas sin hogar
Entrevista al Papa en la revista de los sin techo de Milán: propone dar limosna mirando a los ojos
El Papa Francisco ha concedido una entrevista a Scarp de'Tenis (www.blogdetenis.it), un periódico mensual financiado por Cáritas de Milán desde los años 90, redactado por periodistas profesionales pero vendido en las calles y en parroquias por personas sin hogar y marginadas. Una asociación de amigos del mensual acompaña a los vendedores para ayudarlos de forma íntegra. Cada ejemplar vale 3 euros, y el vendedor se queda uno por ejemplar.
La entrevista tiene como motivación la anunciada visita del Papa a Milán, la gran ciudad industrial del norte de Italia, y la diócesis más poblada de Europa, programada para el 25 de marzo. La Sala de Prensa vaticana ha publicado estos extractos en español.
- Santo Padre, hablemos del pueblo de los invisibles, de las personas sin domicilio fijo. Hace unas semanas, al comienzo del invierno y del gran frio dio órdenes de acogerlos en el Vaticano, de abrir las puertas de las iglesias. ¿Cómo fue acogido su llamamiento?
- El llamamiento del Papa fue escuchado por muchas personas y muchas parroquias... En el Vaticano hay dos parroquias y cada una ha acogido a una familia de Siria. Muchas parroquias en Roma han abierto sus puertas a la acogida y sé que otras, que no tienen sitio, han recogido dinero para pagar el alquiler durante un año a las personas y familias necesitadas.
»El objetivo debe ser la integración, es importante que los acompañen durante un período inicial. En muchas partes de Italia se ha hecho. Las puertas se han abierto en muchas escuelas católicas, conventos, en muchas otras estructuras. Por eso digo que el llamamiento fue escuchado. También sé de muchas personas que han dado donativos en metálico para pagar el alquiler de las personas sin domicilio fijo.
"Metámonos en los zapatos de los demás", propone el Papa
- En el pasado, todo el mundo ha escrito sobre los zapatos del Papa, zapatos de trabajador y de caminante. Y hace poco fue a una tienda para comprarse un par nuevo. ¿Por qué tanta atención? ¿Tal vez porque hoy en día es difícil meterse en los zapatos de los demás?
- Es muy difícil meterse en los zapatos, en el lugar de los demás, porque a menudo somos esclavos de nuestro egoísmo. En un primer nivel, podemos decir que la gente prefiere ocuparse de sus propios problemas sin querer ver el sufrimiento u otras dificultades. Pero hay otro nivel.
»Ponerse en los zapatos de los demás significa tener una gran capacidad de comprender, de entender los momentos y las situaciones difíciles. Si pensamos, además, en las existencias que están hechas a menudo de soledad, ponerse en los zapatos del otro significa servicio, humildad, generosidad, que es también la expresión de una necesidad. Necesito que alguien se ponga en mis zapatos. Porque todos necesitamos comprensión, compañerismo y un consejo.
»Cuántas veces he conocido a personas que, después de haber buscado consuelo en un cristiano, ya sea un laico, un sacerdote, una monja, un obispo, me dice: "Sí, me ha escuchado, pero no me ha entendido." Entender significa ponerse en los zapatos de los demás.
- Santidad, cuando encuentra a una persona sin domicilio fijo, ¿qué es lo primero que le dice?
- "Buenos días", "¿cómo estás?”… Las personas que viven en la calle entienden de inmediato cuando hay un interés real por parte de la otra persona o cuando hay, no quiero decir ese sentimiento de compasión, pero sí, ciertamente de pena. Se puede ver una persona sin hogar y mirarlo como una persona, o como un perro. Y ellos se dan cuenta de esta forma diferente de mirar.
»En el Vaticano es famosa la historia de una persona sin hogar, de origen polaco, que solía estar en la Piazza Risorgimento en Roma. No hablaba con nadie, ni siquiera con los voluntarios de Cáritas que por la noche le llevaban una comida caliente. Sólo después de mucho tiempo consiguieron que les contase su historia: "Soy un sacerdote, conozco muy bien a vuestro Papa, estudiamos juntos en el seminario."
»La voz llegó a San Juan Pablo II, que oyó el nombre, confirmó que había estado con él en el seminario y quiso encontrarlo. Se abrazaron después de cuarenta años, y al final de la audiencia, el Papa pidió ser confesado por el sacerdote que había sido su compañero. "Pero ahora te toca a ti," dijo el Papa. Y su compañero de seminario fue confesado por el Papa.
»Gracias al gesto de un voluntario, de una comida caliente, de unas palabras de consuelo, de una mirada bondadosa, esta persona pudo recuperarse y hacer una vida normal que lo llevó a ser capellán de un hospital. El Papa lo había ayudado, por supuesto, esto es un milagro, pero también es un ejemplo para decir que las personas sin hogar tienen una gran dignidad.
»En el arzobispado de Buenos Aires en una reja entre un portal y la acera vivían una familia y una pareja. Los encontraba cada mañana cuando salía. Los saludaba e intercambiaba unas palabras con ellos. Nunca pensé en echarles. Alguien me dijo: "Ensucian la Curia," pero la suciedad está dentro. Yo creo que hay que hablar con la gente con gran humanidad, no como si tuvieran que pagarnos una deuda y no tratarlos como si fueran pobres perros”.
- Muchos se preguntan si es justo dar limosna a las personas que piden ayuda en la calle. ¿Qué responde?
- Hay tantos argumentos para justificarse a sí mismo cuando no se da limosna... "¿Pero cómo, yo le doy el dinero y luego se lo gasta en un vaso de vino?". Un vaso de vino es la única felicidad que tiene en la vida, eso está bien. Pregúntate, más bien, que es lo que haces tu en secreto, que felicidad buscas a escondidas. O bien, a diferencia de él, eres más afortunado, tienes una casa, una esposa, hijos... ¿qué es lo que te lleva a decir "ocupaos vosotros de él”?
»Una ayuda siempre es justa. Desde luego, no es bueno lanzar al pobre solo algunas monedas. Es importante el gesto, ayudar a los que piden mirándoles a los ojos y tocando sus manos. Echar el dinero y no mirar a los ojos, no es un gesto de cristiano… Enseñar la caridad no es descargar las propias culpas, pero es un acercarse, un mirar a una miseria que llevo dentro de mí y que el Señor comprende y salva. Porque todos tenemos miserias dentro”.
- En varias ocasiones el Papa se ha pronunciado en defensa de los migrantes invitando a la acogida y a la caridad. Milán, en este sentido es una capital de acogida. Pero hay muchos que se preguntan si realmente se puede acoger a todos sin distinción o si es necesario establecer un límite
- Los que llegan a Europa huyen de la guerra o del hambre. Y de alguna manera somos culpables porque explotamos sus tierras, pero no hacemos ningún tipo de inversión para que ellos puedan beneficiarse. Tienen derecho a emigrar y tienen derecho a ser acogidos y ayudados. Pero esto debe hacerse con esa virtud cristiana que debe ser propia de los gobernantes: la prudencia.
»¿Qué significa? Significa aceptar a todos aquellos que se "pueden" acoger. Y esto con respecto a los números. Pero es igualmente importante reflexionar sobre "cómo" acoger. Porque acoger significa integrar. Esto es lo más difícil, porque si los inmigrantes no se integran, se guetizan. Integrar, significa entonces, entrar en la vida del país, respetar la legislación del país, respetar la cultura del país, pero también respetar la propia cultura y las propias riquezas culturales.
»La integración es un trabajo muy difícil…. Recibir, acoger, consolar e integrar inmediatamente. Lo que falta es la integración. Cada país debe ver a cuantos puede acoger. No se puede acoger si no hay posibilidad de integración.
- En la historia de su familia, está la travesía del Oceano por su abuelo y su abuela, con su padre... ¿Cómo se crece siendo hijo de emigrantes? ¿Se ha sentido algunas vez desarraigado?
- Nunca me sentí desarraigado. En Argentina todos somos emigrantes. Por eso allí el diálogo interreligioso es la norma. En la escuela había judíos llegados en su mayoría de Rusia y musulmanes sirios y libaneses, turcos o con el pasaporte del Imperio Otomano. Había mucha hermandad.
- ¿Qué es lo que más echa de menos de Buenos Aires? ¿Los amigos, las visitas a las villas miseria, el fútbol?
- Sólo hay una cosa que echo mucho de menos: la posibilidad de salir y pasear por la calle. Me gusta ir a visitar las parroquias y conocer gente.
- Milán está lista para recibirle a finales de marzo. Empezamos por las organizaciones benéficas, las asociaciones de voluntarios, los que se preocupan por dar a las personas sin hogar un lugar para pasar la noche, alimentación, salud, oportunidades para la redención. En Milán nos enorgullecemos de ser capaces de hacerlo bastante bien. ¿Es suficiente? ¿Cuáles son las necesidades de los que han terminado en la calle?
- Sencillamente, estas personas necesitan lo mismo que los emigrantes, es decir, la integración. Desde luego, no es fácil de integrar una persona sin hogar, porque cada una de ellas tiene una historia especial. Por eso tenemos que acercarnos los unos a los otros, encontrar maneras de ayudar y echarles una mano.
-A menudo se dice que los pobres puede cambiar el mundo. Pero es difícil que haya solidaridad donde hay pobreza y miseria, como en las periferias de las ciudades. ¿Qué piensa?
- Le hablo de mi experiencia en Buenos Aires. En los barrios pobres hay más solidaridad que en los del centro. En las villas miseria hay muchos problemas, pero a menudo los pobres son más solidarios entre sí porque sienten que se necesitan mutuamente. He encontrado más egoísmo en otros barrios, no quiero decir ricos porque sería calificar descalificando, pero la solidaridad que vemos en los barrios pobres, no se ve en otros lugares, aunque la vida sea más complicada y difícil.
»En los barrios pobres, por ejemplo, se ve más la droga , pero sólo porque en otros barrios está "tapada" y se usa con guantes blancos.
-Ultimamente hemos intentado leer Milán de una forma diferente, partiendo de los últimos y de la calle, y con los ojos de las personas sin hogar que acuden a un centro de día de Caritas Ambrosiana. Con ellos hemos publicado una guía de la ciudad vista desde la calle. Santo Padre, ¿qué conoce de la ciudad y que espera de su inminente visita?
- No conozco Milan. He estado allí sólo una vez, por unas horas, en los años setenta. Pero tengo un gran deseo, espero conocer a tanta gente. Es mi mayor expectativas: sí, espero encontrar a tanta gente...
La entrevista tiene como motivación la anunciada visita del Papa a Milán, la gran ciudad industrial del norte de Italia, y la diócesis más poblada de Europa, programada para el 25 de marzo. La Sala de Prensa vaticana ha publicado estos extractos en español.
- Santo Padre, hablemos del pueblo de los invisibles, de las personas sin domicilio fijo. Hace unas semanas, al comienzo del invierno y del gran frio dio órdenes de acogerlos en el Vaticano, de abrir las puertas de las iglesias. ¿Cómo fue acogido su llamamiento?
- El llamamiento del Papa fue escuchado por muchas personas y muchas parroquias... En el Vaticano hay dos parroquias y cada una ha acogido a una familia de Siria. Muchas parroquias en Roma han abierto sus puertas a la acogida y sé que otras, que no tienen sitio, han recogido dinero para pagar el alquiler durante un año a las personas y familias necesitadas.
»El objetivo debe ser la integración, es importante que los acompañen durante un período inicial. En muchas partes de Italia se ha hecho. Las puertas se han abierto en muchas escuelas católicas, conventos, en muchas otras estructuras. Por eso digo que el llamamiento fue escuchado. También sé de muchas personas que han dado donativos en metálico para pagar el alquiler de las personas sin domicilio fijo.
"Metámonos en los zapatos de los demás", propone el Papa
- En el pasado, todo el mundo ha escrito sobre los zapatos del Papa, zapatos de trabajador y de caminante. Y hace poco fue a una tienda para comprarse un par nuevo. ¿Por qué tanta atención? ¿Tal vez porque hoy en día es difícil meterse en los zapatos de los demás?
- Es muy difícil meterse en los zapatos, en el lugar de los demás, porque a menudo somos esclavos de nuestro egoísmo. En un primer nivel, podemos decir que la gente prefiere ocuparse de sus propios problemas sin querer ver el sufrimiento u otras dificultades. Pero hay otro nivel.
»Ponerse en los zapatos de los demás significa tener una gran capacidad de comprender, de entender los momentos y las situaciones difíciles. Si pensamos, además, en las existencias que están hechas a menudo de soledad, ponerse en los zapatos del otro significa servicio, humildad, generosidad, que es también la expresión de una necesidad. Necesito que alguien se ponga en mis zapatos. Porque todos necesitamos comprensión, compañerismo y un consejo.
»Cuántas veces he conocido a personas que, después de haber buscado consuelo en un cristiano, ya sea un laico, un sacerdote, una monja, un obispo, me dice: "Sí, me ha escuchado, pero no me ha entendido." Entender significa ponerse en los zapatos de los demás.
- Santidad, cuando encuentra a una persona sin domicilio fijo, ¿qué es lo primero que le dice?
- "Buenos días", "¿cómo estás?”… Las personas que viven en la calle entienden de inmediato cuando hay un interés real por parte de la otra persona o cuando hay, no quiero decir ese sentimiento de compasión, pero sí, ciertamente de pena. Se puede ver una persona sin hogar y mirarlo como una persona, o como un perro. Y ellos se dan cuenta de esta forma diferente de mirar.
»En el Vaticano es famosa la historia de una persona sin hogar, de origen polaco, que solía estar en la Piazza Risorgimento en Roma. No hablaba con nadie, ni siquiera con los voluntarios de Cáritas que por la noche le llevaban una comida caliente. Sólo después de mucho tiempo consiguieron que les contase su historia: "Soy un sacerdote, conozco muy bien a vuestro Papa, estudiamos juntos en el seminario."
»La voz llegó a San Juan Pablo II, que oyó el nombre, confirmó que había estado con él en el seminario y quiso encontrarlo. Se abrazaron después de cuarenta años, y al final de la audiencia, el Papa pidió ser confesado por el sacerdote que había sido su compañero. "Pero ahora te toca a ti," dijo el Papa. Y su compañero de seminario fue confesado por el Papa.
»Gracias al gesto de un voluntario, de una comida caliente, de unas palabras de consuelo, de una mirada bondadosa, esta persona pudo recuperarse y hacer una vida normal que lo llevó a ser capellán de un hospital. El Papa lo había ayudado, por supuesto, esto es un milagro, pero también es un ejemplo para decir que las personas sin hogar tienen una gran dignidad.
»En el arzobispado de Buenos Aires en una reja entre un portal y la acera vivían una familia y una pareja. Los encontraba cada mañana cuando salía. Los saludaba e intercambiaba unas palabras con ellos. Nunca pensé en echarles. Alguien me dijo: "Ensucian la Curia," pero la suciedad está dentro. Yo creo que hay que hablar con la gente con gran humanidad, no como si tuvieran que pagarnos una deuda y no tratarlos como si fueran pobres perros”.
- Muchos se preguntan si es justo dar limosna a las personas que piden ayuda en la calle. ¿Qué responde?
- Hay tantos argumentos para justificarse a sí mismo cuando no se da limosna... "¿Pero cómo, yo le doy el dinero y luego se lo gasta en un vaso de vino?". Un vaso de vino es la única felicidad que tiene en la vida, eso está bien. Pregúntate, más bien, que es lo que haces tu en secreto, que felicidad buscas a escondidas. O bien, a diferencia de él, eres más afortunado, tienes una casa, una esposa, hijos... ¿qué es lo que te lleva a decir "ocupaos vosotros de él”?
»Una ayuda siempre es justa. Desde luego, no es bueno lanzar al pobre solo algunas monedas. Es importante el gesto, ayudar a los que piden mirándoles a los ojos y tocando sus manos. Echar el dinero y no mirar a los ojos, no es un gesto de cristiano… Enseñar la caridad no es descargar las propias culpas, pero es un acercarse, un mirar a una miseria que llevo dentro de mí y que el Señor comprende y salva. Porque todos tenemos miserias dentro”.
- En varias ocasiones el Papa se ha pronunciado en defensa de los migrantes invitando a la acogida y a la caridad. Milán, en este sentido es una capital de acogida. Pero hay muchos que se preguntan si realmente se puede acoger a todos sin distinción o si es necesario establecer un límite
- Los que llegan a Europa huyen de la guerra o del hambre. Y de alguna manera somos culpables porque explotamos sus tierras, pero no hacemos ningún tipo de inversión para que ellos puedan beneficiarse. Tienen derecho a emigrar y tienen derecho a ser acogidos y ayudados. Pero esto debe hacerse con esa virtud cristiana que debe ser propia de los gobernantes: la prudencia.
»¿Qué significa? Significa aceptar a todos aquellos que se "pueden" acoger. Y esto con respecto a los números. Pero es igualmente importante reflexionar sobre "cómo" acoger. Porque acoger significa integrar. Esto es lo más difícil, porque si los inmigrantes no se integran, se guetizan. Integrar, significa entonces, entrar en la vida del país, respetar la legislación del país, respetar la cultura del país, pero también respetar la propia cultura y las propias riquezas culturales.
»La integración es un trabajo muy difícil…. Recibir, acoger, consolar e integrar inmediatamente. Lo que falta es la integración. Cada país debe ver a cuantos puede acoger. No se puede acoger si no hay posibilidad de integración.
- En la historia de su familia, está la travesía del Oceano por su abuelo y su abuela, con su padre... ¿Cómo se crece siendo hijo de emigrantes? ¿Se ha sentido algunas vez desarraigado?
- Nunca me sentí desarraigado. En Argentina todos somos emigrantes. Por eso allí el diálogo interreligioso es la norma. En la escuela había judíos llegados en su mayoría de Rusia y musulmanes sirios y libaneses, turcos o con el pasaporte del Imperio Otomano. Había mucha hermandad.
- ¿Qué es lo que más echa de menos de Buenos Aires? ¿Los amigos, las visitas a las villas miseria, el fútbol?
- Sólo hay una cosa que echo mucho de menos: la posibilidad de salir y pasear por la calle. Me gusta ir a visitar las parroquias y conocer gente.
- Milán está lista para recibirle a finales de marzo. Empezamos por las organizaciones benéficas, las asociaciones de voluntarios, los que se preocupan por dar a las personas sin hogar un lugar para pasar la noche, alimentación, salud, oportunidades para la redención. En Milán nos enorgullecemos de ser capaces de hacerlo bastante bien. ¿Es suficiente? ¿Cuáles son las necesidades de los que han terminado en la calle?
- Sencillamente, estas personas necesitan lo mismo que los emigrantes, es decir, la integración. Desde luego, no es fácil de integrar una persona sin hogar, porque cada una de ellas tiene una historia especial. Por eso tenemos que acercarnos los unos a los otros, encontrar maneras de ayudar y echarles una mano.
-A menudo se dice que los pobres puede cambiar el mundo. Pero es difícil que haya solidaridad donde hay pobreza y miseria, como en las periferias de las ciudades. ¿Qué piensa?
- Le hablo de mi experiencia en Buenos Aires. En los barrios pobres hay más solidaridad que en los del centro. En las villas miseria hay muchos problemas, pero a menudo los pobres son más solidarios entre sí porque sienten que se necesitan mutuamente. He encontrado más egoísmo en otros barrios, no quiero decir ricos porque sería calificar descalificando, pero la solidaridad que vemos en los barrios pobres, no se ve en otros lugares, aunque la vida sea más complicada y difícil.
»En los barrios pobres, por ejemplo, se ve más la droga , pero sólo porque en otros barrios está "tapada" y se usa con guantes blancos.
-Ultimamente hemos intentado leer Milán de una forma diferente, partiendo de los últimos y de la calle, y con los ojos de las personas sin hogar que acuden a un centro de día de Caritas Ambrosiana. Con ellos hemos publicado una guía de la ciudad vista desde la calle. Santo Padre, ¿qué conoce de la ciudad y que espera de su inminente visita?
- No conozco Milan. He estado allí sólo una vez, por unas horas, en los años setenta. Pero tengo un gran deseo, espero conocer a tanta gente. Es mi mayor expectativas: sí, espero encontrar a tanta gente...
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