Francisco, en un vídeo a un centro jesuita para refugiados, cita: Fui forastero, y me acogisteis
El Papa Francisco grabó un videomensaje que fue proyectado este martes en el Centro de Refugiados Astalli (centroastalli.it), con motivo de los 35 años la fundación y durante la presentación del su Informe. Este centro es uno de los ejes del trabajo del Servicio Jesuita para los Refugiados (JRS) en Italia.
El Santo Padre le recuerda a los voluntarios, operadores y amigos del centro la frase evangélica “Era forastero y me recibieron”. Y subrayando esta frase el Papa asegura que “cada uno de los refugiados que golpea a nuestra puerta tiene el rostro de Dios, es la carne de Cristo”.
Señala que la experiencia de dolor y de esperanza de los refugiados “nos recuerda que todos somos extranjeros y peregrinos en esta tierra, recibidos por alguien con generosidad y sin haber tenido ningún mérito”.
Y quien huyo “de su tierra a causa de la opresión, de la guerra, de una naturaleza desfigurada por la polución y desertificación, o de la injusta distribución de los recursos del planeta, es un hermano con quien hay que compartir el pan, la casa, la vida”.
El Papa lamenta: “Demasiadas veces no les hemos recibido” y les pidió perdón por “el cierra y la indiferencia de nuestras sociedades que temen el cambio de vida y de mentalidad” que la presencia de los refugiados requiere.
Esto sucede, señala el Santo Padre, porque los refugiados “son tratados como un peso, un problema, un costo” y no como lo que son: “un don”.
Y precisa en concreto en qué consiste este don: Ellos “son el testimonio de cómo nuestro Dios clemente y misericordioso sabe transformar el mal y la injusticia que sufren en un bien para todos”.
Porque cada uno de los inmigrantes “puede ser un puente que nos une con pueblos lejanos, que vuelve posible el encuentro entre culturas diversas y un camino para redescubrir nuestra humanidad”.
El papa Francisco termina su videomensaje, señalando que el Centro Astalli, es un ejemplo concreto y cotidiano de esta acogida nacida de la visión profética del padre Pedro Arrupe de quien la fundación del centro de refugiados antes de su muerte fue “su canto del cisne”.
El Santo Padre le recuerda a los voluntarios, operadores y amigos del centro la frase evangélica “Era forastero y me recibieron”. Y subrayando esta frase el Papa asegura que “cada uno de los refugiados que golpea a nuestra puerta tiene el rostro de Dios, es la carne de Cristo”.
Señala que la experiencia de dolor y de esperanza de los refugiados “nos recuerda que todos somos extranjeros y peregrinos en esta tierra, recibidos por alguien con generosidad y sin haber tenido ningún mérito”.
Y quien huyo “de su tierra a causa de la opresión, de la guerra, de una naturaleza desfigurada por la polución y desertificación, o de la injusta distribución de los recursos del planeta, es un hermano con quien hay que compartir el pan, la casa, la vida”.
El Papa lamenta: “Demasiadas veces no les hemos recibido” y les pidió perdón por “el cierra y la indiferencia de nuestras sociedades que temen el cambio de vida y de mentalidad” que la presencia de los refugiados requiere.
Esto sucede, señala el Santo Padre, porque los refugiados “son tratados como un peso, un problema, un costo” y no como lo que son: “un don”.
Y precisa en concreto en qué consiste este don: Ellos “son el testimonio de cómo nuestro Dios clemente y misericordioso sabe transformar el mal y la injusticia que sufren en un bien para todos”.
Porque cada uno de los inmigrantes “puede ser un puente que nos une con pueblos lejanos, que vuelve posible el encuentro entre culturas diversas y un camino para redescubrir nuestra humanidad”.
El papa Francisco termina su videomensaje, señalando que el Centro Astalli, es un ejemplo concreto y cotidiano de esta acogida nacida de la visión profética del padre Pedro Arrupe de quien la fundación del centro de refugiados antes de su muerte fue “su canto del cisne”.
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