El Papa recalca la dignidad que confiere el Bautismo mientras urge a la igualdad hombre-mujer
El Papa Francisco ha proseguido este miércoles durante la Audiencia General con su catequesis centrada en la Carta de San Pablo a los gálatas, donde el apóstol les insiste en que “no olviden la novedad de la revelación de Dios”.
“Nosotros los cristianos a menudo damos por descontado esta realidad de ser hijos de Dios. Sin embargo, siempre es bueno recordar de forma agradecida el momento en el que nos convertimos en ello, el de nuestro Bautismo, para vivir con más consciencia el gran don recibido”, señaló el Papa.
¿Quién sabe la fecha de su Bautismo?, preguntó a los presentes. “Es la fecha en la cual hemos sido salvados, es la fecha en la cual nos hemos convertido en hijos de Dios”, les explicó.
Tal y como señalaba Francisco, “San Pablo en sus Cartas hace referencia en más de una ocasión al Bautismo. Para él, ser bautizados equivale a participar de forma efectiva y real en el misterio de Jesús. Por ejemplo, en la Carta a los Romanos llegará incluso a decir que, en el Bautismo, hemos muerto con Cristo y hemos sido sepultados con Él para poder vivir con Él (cfr 6,3-14), muerto con Cristo y hemos sido sepultados con Él para poder vivir con Él. Esta es la gracia del Bautismo, participar en la muerte y resurrección de Jesús”.
De este modo, el Bautismo “no es un mero rito exterior”, indicó el Papa, que quiso recordar que “quienes lo reciben son transformados en lo profundo, en el ser más íntimo, y poseen una vida nueva, precisamente esa que permite dirigirse a Dios e invocarlo con el nombre “Abbà, padre”.
San Pablo explicaba que la identidad recibida con el Bautismo “es una identidad totalmente nueva” que prevalece sobre cualquier otra diferencia “étnico-religiosa” como cuando el apóstol decía “ya no hay judío ni griego”; y también a nivel social: “ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer”.
“Para Pablo, escribir a los gálatas que en Cristo ‘no hay judío ni griego’ equivalía a una auténtica subversión en ámbito étnico- religioso. El judío, por el hecho de pertenecer al pueblo elegido, era privilegiado respecto al pagano, y el mismo Pablo lo afirma: no sorprende, por tanto, que esta nueva enseñanza del apóstol pudiera sonar como herética. Pero ¿cómo iguales todos? Somos diferentes y se escucha un poco herético ¿no?”, indicó el Pontífice.
Hablando de estas diferencias robadas, también quiso hablar del hombre y la mujer: “así, finalmente, la igualdad en Cristo supera la diferencia social entre los dos sexos, estableciendo una igualdad entre hombre y mujer entonces revolucionaria y que hay necesidad de reafirmar también hoy. Hay necesidad de reafirmar también hoy”.
“Cuántas veces escuchamos expresiones que desprecian a las mujeres, cuántas veces hemos escuchado: ‘no, no hagan nada, es cosa de mujeres’. Mira que, el hombre y la mujer tienen la misma dignidad. Existe en la historia, también hoy, una esclavitud de las mujeres, las mujeres no tienen las mismas oportunidades de los hombres. Debemos leer lo que dice Pablo, somos iguales en Cristo Jesús”, dijo.
Siguiendo con su explicación de esta carta de San Pablo, el Papa indicó que el apóstol “afirmala profunda unidad que existe entre todos los bautizados, a cualquier condición pertenezcan, sean hombres o mujeres, iguales, porque cada uno de ellos, en Cristo, es una criatura nueva. Toda distinción se convierte en secundaria respecto a la dignidad de ser hijos de Dios, el cual con su amor realiza una verdadera y sustancial igualdad. Todos, a través de la redención de Cristo y el Bautismo que hemos recibido, somos iguales, hijos e hijas de Dios. Iguales”.