A quiénes no votaré
Pero un cambio político de 180 grados, como exige el país para no naufragar del todo, requiere unos políticos con unas ideas claras y valientes, y aquí empiezan mis dudas y temores, comenzando por el propio Rajoy, que no termino de enterarme de si sube o si baja.
Pese a todas las presiones que ZP viene recibiendo para adelantar las elecciones generales, no existe el menor indicio de que vaya a hacerlo. No es frecuente que un político en el poder convoque elecciones cuando sabe que va a perderlas. En España sólo se ha dado un caso en la democracia reciente: el de Calvo Sotelo en 1982 a fin de dar gusto al Rey, que quería entregar el Gobierno a los socialistas. S.M. sabría por qué, aunque nadie se tomó la molestia de aclararlo, ni entonces ni después. Si bien a mi juicio la cosa tiene poco misterio. Seguramente la Monarquía se había comprometido a hacer un hueco a los sociatas para que tocaran poder, o lo que es lo mismo, presupuesto. Tal era el hambre que traían después de «cien años de honradez», «pero ni un día más», como decía el coñón de Jaime Campany (q.e.p.d.).
A ZP no se le echa de la Moncloa ni a empellones (no quiero decir a cañonazos, para no mentar a la bicha, que estos «rogelios»,cuando les interesa, toman siempre el rábano por las hojas). De manera que apurará su mandato, aunque nos deje a los españolitos en paños menores, hasta el último segundo del último minuto, a ver si en la prórroga se produce algún milagro laico y enmandilado que le libere de la humillación de la derrota -¡hay de los vencidos!- y consiga darle la vuelta a la tortilla, como ya sucediera en 2004 a causa de la terrible tragedia del 11-M, que Dios sabe, porque lo sabe todo, quien la organizó y ejecutó. Por supuesto, los pelanas de Lavapiés y los «suicidas» de la calle de Martín Gaite, rien de rien. A lo sumo fueron los porteadores de los artefactos, pero no más.
No obstante, si los comicios generales no vienen antes, entre otras razones porque apenas hay espacio para ello, tendremos como aperitivo, aparte de las votaciones catalinas, las autonómicas y municipales, lo que supone que tenemos a la vista un apretado jolgorio electorero. Y entonces llegará la oportunidad a los exprimidos y puteados «ciudadanos» de ejercer su derecho «soberano», el único día en cuatro años. Pues bien, en esas fechas, mi menda piensa tomarse la revancha, que la estoy viendo aplazada más de la cuenta. Por el bien de mi gente y de toda la gente a la que sólo les deseo paz y bien, que es la generalidad de los batuecos de a pie, no pienso votar a ningún sociata en ningún lugar y escalón, porque todos ellos han sigo y siguen siendo cómplices y corresponsables de las atrocidades cometidas por este Gobierno. Entonces ¿tendré que hacerlo por el PP? Maticemos.
Personalmente me atengo, por lo común, a la doctrina de don Ángel Herrera, aquella del mal menor o bien posible. Entonces, si me fijo en los dos grandes partidos nacionales, la elección no ofrece dudas, aunque tenga que taparme las narices, como sugería el gran periodista italiano, Indro Montanelli, cuando aconsejaba votar a la Democracia Cristiana. Ya sé que el PP presenta muchas lagunas, pero tengo la esperanza, si alcanza el poder, que su Gobierno dejará de acosar a la Iglesia, que suprimirá la corrupción de menores en las aulas y su adoctrinamiento laicista, que suprimirá o limitará algunas barbaridades de la ley del aborto (tendría que abortarla del todo), que no eliminará los símbolos religiosos de los espacios públicos, muestra de una civilización bimilenaria y fundamento de las raíces de ésta nación llamada España (he escrito nación y España, qué provocación la mía), que hará algo que permita reducir el tremendo drama humano del paro, que baje impuestos, que liberalice la economía, etc., etc., etc.
Pero un cambio político de 180 grados, como exige el país para no naufragar del todo, requiere unos políticos con unas ideas claras y valientes, y aquí empiezan mis dudas y temores, comenzando por el propio Rajoy, que no termino de enterarme de si sube o si baja. A fin de creer en él, deberíamos saber antes de nada a qué fue a México tras perder las elecciones de 2004. ¿A tomarse un asueto tras el trajín electoral? ¿A ver al tío gallego que seguramente tendrá por allí? (todos los gallegos tienen un tío en América) ¿A platicar un ratito con Carlos Slim, el compinche de Felipe González? ¿O a qué? Eso es, ¿a qué? Bueno, Rajoy me suscita serias dudas, como la diminuta Soraya (chiquita pero matona, émula de Pecos Bill), o Mariloli de Cospedal, ambas de convicciones religiosa más que dudosas. Pero a otros del PP no los votaré ni borracho, yo que no bebo más allá de un culito de baso durante las comidas serias. Por ejemplo, al manirroto y faraónico Ruiz Gallardón, verdadero peligro para las arcas públicas y el bolsillo de los contribuyentes. Además, para mandiles, ya hemos tenido bastantes ZP y su tropa. Tampoco votaría a la deslenguada «señora» Celia Villalobos, como la llamaba el pecero Antonio Romero, que a mi parecer se ha equivocado de bancada. Y así, a otros y otras que no es preciso detallar, pues como dice el Evangelio, por sus obras los conoceréis.
¿Votar entonces a algún de los múltiples partidos pequeñitos, pequeñitos? Bueno, es una forma como otra cualquiera de malbaratar el voto, y yo comparto la teoría del voto útil, de manera que pienso hacer caso a Indro Montanelli, siempre que el PP no meta en las listas a mucho mangurrino/a progre.
A ZP no se le echa de la Moncloa ni a empellones (no quiero decir a cañonazos, para no mentar a la bicha, que estos «rogelios»,cuando les interesa, toman siempre el rábano por las hojas). De manera que apurará su mandato, aunque nos deje a los españolitos en paños menores, hasta el último segundo del último minuto, a ver si en la prórroga se produce algún milagro laico y enmandilado que le libere de la humillación de la derrota -¡hay de los vencidos!- y consiga darle la vuelta a la tortilla, como ya sucediera en 2004 a causa de la terrible tragedia del 11-M, que Dios sabe, porque lo sabe todo, quien la organizó y ejecutó. Por supuesto, los pelanas de Lavapiés y los «suicidas» de la calle de Martín Gaite, rien de rien. A lo sumo fueron los porteadores de los artefactos, pero no más.
No obstante, si los comicios generales no vienen antes, entre otras razones porque apenas hay espacio para ello, tendremos como aperitivo, aparte de las votaciones catalinas, las autonómicas y municipales, lo que supone que tenemos a la vista un apretado jolgorio electorero. Y entonces llegará la oportunidad a los exprimidos y puteados «ciudadanos» de ejercer su derecho «soberano», el único día en cuatro años. Pues bien, en esas fechas, mi menda piensa tomarse la revancha, que la estoy viendo aplazada más de la cuenta. Por el bien de mi gente y de toda la gente a la que sólo les deseo paz y bien, que es la generalidad de los batuecos de a pie, no pienso votar a ningún sociata en ningún lugar y escalón, porque todos ellos han sigo y siguen siendo cómplices y corresponsables de las atrocidades cometidas por este Gobierno. Entonces ¿tendré que hacerlo por el PP? Maticemos.
Personalmente me atengo, por lo común, a la doctrina de don Ángel Herrera, aquella del mal menor o bien posible. Entonces, si me fijo en los dos grandes partidos nacionales, la elección no ofrece dudas, aunque tenga que taparme las narices, como sugería el gran periodista italiano, Indro Montanelli, cuando aconsejaba votar a la Democracia Cristiana. Ya sé que el PP presenta muchas lagunas, pero tengo la esperanza, si alcanza el poder, que su Gobierno dejará de acosar a la Iglesia, que suprimirá la corrupción de menores en las aulas y su adoctrinamiento laicista, que suprimirá o limitará algunas barbaridades de la ley del aborto (tendría que abortarla del todo), que no eliminará los símbolos religiosos de los espacios públicos, muestra de una civilización bimilenaria y fundamento de las raíces de ésta nación llamada España (he escrito nación y España, qué provocación la mía), que hará algo que permita reducir el tremendo drama humano del paro, que baje impuestos, que liberalice la economía, etc., etc., etc.
Pero un cambio político de 180 grados, como exige el país para no naufragar del todo, requiere unos políticos con unas ideas claras y valientes, y aquí empiezan mis dudas y temores, comenzando por el propio Rajoy, que no termino de enterarme de si sube o si baja. A fin de creer en él, deberíamos saber antes de nada a qué fue a México tras perder las elecciones de 2004. ¿A tomarse un asueto tras el trajín electoral? ¿A ver al tío gallego que seguramente tendrá por allí? (todos los gallegos tienen un tío en América) ¿A platicar un ratito con Carlos Slim, el compinche de Felipe González? ¿O a qué? Eso es, ¿a qué? Bueno, Rajoy me suscita serias dudas, como la diminuta Soraya (chiquita pero matona, émula de Pecos Bill), o Mariloli de Cospedal, ambas de convicciones religiosa más que dudosas. Pero a otros del PP no los votaré ni borracho, yo que no bebo más allá de un culito de baso durante las comidas serias. Por ejemplo, al manirroto y faraónico Ruiz Gallardón, verdadero peligro para las arcas públicas y el bolsillo de los contribuyentes. Además, para mandiles, ya hemos tenido bastantes ZP y su tropa. Tampoco votaría a la deslenguada «señora» Celia Villalobos, como la llamaba el pecero Antonio Romero, que a mi parecer se ha equivocado de bancada. Y así, a otros y otras que no es preciso detallar, pues como dice el Evangelio, por sus obras los conoceréis.
¿Votar entonces a algún de los múltiples partidos pequeñitos, pequeñitos? Bueno, es una forma como otra cualquiera de malbaratar el voto, y yo comparto la teoría del voto útil, de manera que pienso hacer caso a Indro Montanelli, siempre que el PP no meta en las listas a mucho mangurrino/a progre.
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