¿Quién está en el lado correcto de la Historia?
Quienes dirigieron esas revoluciones tenían las mismas ideas filosóficas que los “progresistas” de hoy. Creían que el pasado era barbarie y que el futuro sería un paraíso construido sobre las ideas de la autodenominada Ilustración. Estaban en “el lado correcto de la Historia”.
por Joseph Pearce
Se ha convertido en lugar común de la moderna polémica política aludir al lado correcto de la Historia. Es una frase que suelen emplear quienes se consideran “ilustrados” o “progresistas” y la utilizan para condenar a sus oponentes políticos por estar en el lado equivocado de la Historia o ser históricamente incorrectos.
Como siempre, es importante que definamos los términos. No podemos abordar la cuestión de estar en el lado correcto de la Historia mientras no sepamos qué entendemos por “Historia”.
Para la persona “ilustrada” o “progresista”, la Historia es una inexorable ascensión desde un pasado primitivo a un futuro ilustrado. El pasado es, por tanto, inferior al presente, como el presente será inferior al futuro.
Esta concepción de la Historia fue defendida por Hegel (1770-1831), quien entendió la Historia como la liberación gradual de la Humanidad de la ignorancia. De forma similar, Auguste Comte (1798-1857) vio la Historia como una transición desde fases marcadas por una relativa ignorancia a fases de creciente iluminación. En particular, la Historia comienza con una edad mística, marcada por el misticismo y la superstición; progresa a una edad metafísica, donde los filósofos emplean la facultad de la razón para intentar entender los misterios del cosmos; y progresa finalmente a una edad científica, en la cual se erradica el misterio y triunfa el materialismo.
Karl Marx (1818-1883) utilizó y politizó la concepción progresista de la Historia propugnada por Hegel y Comte. Para Marx, la historia debe interpretarse en términos de un determinismo político y económico. Para Marx, la Historia comienza con la relación amo-esclavo y luego pasa a través del feudalismo y el capitalismo hasta la estabilidad final que se encuentra en el comunismo, donde el poder del estado abrirá camino a alguna forma de paraíso económico y político caracterizado por la libertad y la justicia para todos.
Estos “progresistas” que desprecian a sus oponentes políticos por estar en “el lado equivocado de la Historia” han aceptado y asumido el determinismo histórico de Hegel, Comte y Marx, y ven la Historia como un mecanismo liberador que se mueve hacia adelante y aplasta a los reaccionarios que se interponen en su camino. Para esos “progresistas”, este proceso es inevitable e inexorable y por tanto imparable.
La irónica consecuencia de esa visión de la Historia es que nos ciega a nuestra Historia misma, impidiendo incluso que aprendamos las lecciones que la Historia enseña. Si el pasado es inferior al presente, si está marcado por la barbarie y la ignorancia, ¿qué puede enseñar a nuestro presente más “ilustrado”? ¿Qué pueden enseñar los ignorantes y supersticiosos campesinos del pasado a los urbanos y sofisticados habitantes de la modernista Ciudad del Hombre? No es sorprendente, pues, que los “progresistas” defiendan que las grandes obras de la civilización occidental desaparezcan de los programas escolares y universitarios. Las ideas que esas grandes obras expresan no solo se caracterizan por la ignorancia que corroe necesariamente el pasado, sino que existe el peligro de que algunas personas se las tomen en serio, y ellas mismas se hundan en la ignorancia y en la barbarie. Esta prohibición de libros se asemeja a la quema de libros, una práctica que ha caracterizado todas las culturas donde las ideas “progresistas” han tocado poder.
A pesar de toda su retórica sobre la “tolerancia”, el hecho es que los “progresistas” han demostrado ser los menos tolerantes de todos. Las ideas “ilustradas” y “progresistas” que condujeron a la Revolución Francesa condujeron también a la invención de la guillotina como instrumento del Reino del Terror que siguió al inicio de la Revolución. Las ideas “ilustradas” y “progresistas” de Karl Marx condujeron a una plétora de revoluciones en los siglos XIX y XX, todas las cuales desembocaron en violencia y terror, asesinando a millones de civiles a escalas que habrían sido absolutamente impensables en el pasado “no ilustrado”. Y sin embargo, quienes dirigieron esas revoluciones tenían las mismas ideas filosóficas que los “progresistas” de hoy. Creían que el pasado era barbarie y que el futuro sería un paraíso construido sobre las ideas de la autodenominada Ilustración. Estaban en “el lado correcto de la Historia”. En cuanto a sus millones de víctimas, como los campesinos católicos de la Vendée o los fieles de la Ortodoxia rusa, fueron sacrificados por necesidad, porque estaban en “el lado equivocado de la Historia”. Sus muertes eran necesarias e inevitables porque entorpecían la marcha del “progreso”.
Existe, sin embargo, otra concepción de la Historia que ve la Historia como algo humano, y no como un mero mecanismo. Ve la Historia como algo que empieza con la familia, no con la esclavitud. Cree que podemos aprender del pasado lecciones valiosas que nos permiten comprender el presente y el futuro. Ve el pasado como algo caracterizado por todo lo que es humano, por todo lo que es bueno, malo y feo en la condición humana. Cree que tenemos mucho que aprender de todo lo que es bueno, verdadero y bello del pasado; de los grandes filósofos y las grandes obras del arte y la literatura; y de aquellos cuyas vidas se caracterizaron por el amor, que es inseparable del sacrificio de uno mismo. También cree que tenemos mucho que aprender del mal y de la fealdad del pasado; de los tiranos que rechazaron la llamada del amor, prefiriendo sin embargo sacrificar a los demás en altares erigidos a sus propios egos; y de las malas ideas que han tenido malas consecuencias, como las mencionadas ideas de Hegel, Comte y Marx.
No cree que el pasado sea algo bárbaro que deba descartarse con desprecio, sino que es un anciano arrugado que nos muestra toda la plenitud de la experiencia humana, capacitándonos para aprender de los errores del pasado para que no estemos abocados a repetirlos en el presente o en el futuro, y mostrándonos la vida de los héroes que dieron su vida por sus amigos y enemigos, inspirándonos a hacer lo mismo.
Vemos, pues, que estar en el lado correcto de la historia depende de lo que entendamos por Historia. Si la Historia es un mero mecanismo de determinismo histórico que aplasta a quienes tengan ideas “no progresistas” y “no ilustradas”, solo podemos estar en el lado “correcto” arrodillándonos ante el poder de esa maquinaria. Si, por el contrario, la Historia es el testimonio de seres humanos que interactúan entre sí a través del tiempo y nos enseñan, mediante las consecuencias de sus acciones, a evitar el mal y su capacidad destructiva, y nos inspiran para vivir vidas inmoladas que hagan un mundo mejor para nuestros prójimos e incluso para nuestros enemigos, entonces solo estaremos en el lado “correcto” de la Historia si seguimos el ejemplo de los santos y de los héroes.
Por decirlo sin rodeos: quienes están en el lado correcto de la Historia son quienes viven unas vidas buenas y virtuosas al servicio de la verdad objetiva, haciendo así del mundo un lugar mejor y más hermoso. Quienes tratan el pasado con desprecio, rehusando aprender sus lecciones y adorando la maquinaria imaginaria del “progreso”, serán hoy los instrumentos de la tiranía como han sido los instrumentos de la tiranía en el pasado. No están solo en el lado equivocado de la Historia, están en el lado equivocado de la Humanidad.
Publicado en The Imaginative Conservative.
Traducción de Carmelo López-Arias.
Otros artículos del autor
- Joseph Pearce destaca el papel de Hilaire Belloc en el renacimiento cultural católico anglófono
- Alexander Cameron: el jesuita y jacobita héroe de la Escocia católica que un día podría ser santo
- E.F. Schumacher, el converso que convirtió a millones de lectores a la doctrina social de la Iglesia
- Seis genios del renacimiento católico musical que vivió Francia en el primer tercio del siglo XX
- Diem, el devoto presidente católico de Vietnam a quien Kennedy traicionó, provocando su asesinato
- Shakespeare, católico (incluso desafiante) hasta el final: Blackfriars Gatehouse, la prueba
- Aquel feliz día en el que Benedicto XVI se convirtió en Papa
- La novela-pesadilla de Benson sobre el Señor del Mundo «se está verificando ante nuestros ojos»
- La exégesis de Joseph Pearce: «Debemos leer la Biblia literalmente para poder leerla literariamente»
- ¿Quiso Shakespeare ensalzar el amor romántico de Romeo y Julieta? Joseph Pearce muestra lo contrario