¿Resucitó realmente Jesús de Nazaret?
Los cristianos celebramos cada domingo y especialmente ahora, en este tiempo pascual recién inaugurado, la resurrección de Cristo. Por lo que se refiere a la persona histórica de Jesús de Nazaret, hoy en día ningún historiador que se precie de serlo duda de que realmente existió, pero eso de que murió y encima resucitó parece poco menos que un cuento chino, una bonita historieta que alguien inventó un día y que la Iglesia católica mantiene como forma de seguir fabricando ilusiones vanas. Sobre la muerte de Jesús por condena de Poncio Pilato hablan algunos historiadores, como Tácito o Flavio Josefo, pero ¿qué decir de su resurrección? ¿Se puede considerar como un hecho histórico fiable o es una invención de la primitiva comunidad cristiana? En una palabra, ¿resucitó realmente Jesús de Nazaret?
El apóstol San Pablo pone el dedo en la llaga cuando afirma que, si Cristo no resucitó, “vana es nuestra fe” (1 Cor 15, 17). En efecto, la fe de los cristianos o se sustenta en hechos que han acontecido real, históricamente, o, de lo contrario, carece de sentido. Si Cristo no ha resucitado, no existen ni la fuerza de los sacramentos ni la gracia o vida divina que se nos comunican por medio de la Iglesia. Con Cristo muerto y sin resucitar, Él ya no vive ni puede, por ello, actuar a través de la Iglesia. Por otra parte, es un hecho claro que, si alguien encontrara, sin duda científica, el cadáver de Jesús, demostraría con hechos que el cristianismo es una gran mentira. Cristo no habría resucitado. Se podría aducir una prueba: "Ahí está su cadáver".
Ahora bien, la crítica moderna ha desarrollado unos criterios llamados “de historicidad”, que nos hacen pensar en la realidad del hecho de la resurrección. Uno de esos criterios es conocido con el nombre de “criterio de discontinuidad”: cuando un dato es totalmente contrario a la mentalidad judía primitiva, no puede ser esta la que lo ha inventado. En este sentido, habría que precisar varias cosas:
1º) Teniendo en cuenta que el pueblo judío creía en la resurrección, pero solo en la reservada para el final de los tiempos, resulta inimaginable en su mentalidad pensar en una resurrección repentina, al estilo de la acontecida con Jesús, según el testimonio de los apóstoles. Por eso, la primera comunidad cristiana, de origen judío, no pudo inventar una cosa así.
2º) Llama la atención cómo dicen los evangelios que una mujer (María Magdalena) es la primera persona testigo y pregonera de un hecho tan importante como la resurrección. Teniendo en cuenta el nulo valor testifical y social de la mujer en aquella cerrada mentalidad, esto solo se entiende por fidelidad histórica a unos hechos reales.
3º) Tras la resurrección, los jefes de la primitiva comunidad cristiana, lejos de ser ensalzados (como sería lo normal), aparecen bastante desprestigiados, como hombres temerosos, dubitativos e, incluso, incrédulos (caso de Tomás, que pondrá condiciones para creer en la resurrección de Cristo). Alguno mete la pata preguntando a Jesús si es ahora cuando va a restablecer el reino de Israel (He 1, 6). El sentido que Jesús quería dar a su resurrección (redimir, salvar a la humanidad: un sentido espiritual, no temporal) era, al principio, ajeno a la mentalidad de los apóstoles, más política que espiritual: “Nosotros esperábamos que él había de dominar a Israel” (Lc 24, 12-13). Por eso, resulta impensable que inventaran una resurrección con ese sentido desconocido para ellos y de ahí que sólo podamos explicar su inicial ridículo por fidelidad a hechos históricos.
Al margen de lo anterior, la ciencia viene más en apoyo de la fe en la resurrección que a desmentirla, tras los numerosos y exhaustivos análisis o estudios realizados a la Sábana Santa de Turín, que, ya solo con la inexplicable imagen en negativo de un hombre crucificado, debería movernos a reflexión o a preguntas. Sin embargo, eso es tan solo el principio de unas cuantas investigaciones rigurosas que han dado como resultado el asombro de los especialistas ante hechos que la ciencia no puede explicar. Animo, desde estas líneas, a indagar en este campo, cuyos pormenores obviaré, en atención a la brevedad de este articulo y por no ser personalmente un experto en la materia.
Resumiendo: tenemos argumentos (como mínimo, importantes indicios racionales) para pensar que, efectiva y realmente, Cristo resucitó. ¡Aleluya! ¡Feliz Pascua de Resurrección!