Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Alfie Evans


Un amigo ateo y partidario de la eutanasia está espantado con lo que ocurre. Porque Alfie nos avisa de lo que esconden los buenos deseos de la demagogia indolora, la solidaridad subvencionada y el humanitarismo al por mayor.

por Enrique García-Máiquez

Opinión

La conciencia me insistía en que escribiese sobre Alfie, el niño inglés de menos de dos años que jueces y médicos han dictado que muera. Lo han diagnosticado incurable. Le han retirado el soporte vital. Y prohíben el traslado del niño al hospital del Vaticano que quiere tratarlo. A los padres no les dejan decidir nada: les han expropiado la patria potestad. Desengañaba a mi conciencia diciéndome: ¿de qué servirá un artículo? La maquinaria de todo un Estado (esta vez el inglés) se ha puesto en marcha y no se va a parar por cuatrocientas pocas palabras escritas en la provincia de Cádiz.

Sin embargo, si una lección nos da Alfie Evans, es que hay una inutilidad más importante que todos los imperios. Un amigo ateo y partidario de la eutanasia está espantado con lo que ocurre. Porque Alfie nos avisa de lo que esconden los buenos deseos de la demagogia indolora, la solidaridad subvencionada y el humanitarismo al por mayor. Un peligro repugnante se cierne sobre nuestra libertad y nuestra dignidad. Si, a partir de ahora, alguien se espanta cuando le toque el turno, habrá que espetarle: "¿Para qué crees tú que vivió Alfie?"

Chesterton se indignó contra una ley que, para luchar contra los piojos, obligaba a afeitar las cabezas de los niños pobres: "Hay que empezar por algún sitio y yo empiezo por el pelo de una niña. Cualquier otra cosa es mala, pero el orgullo que siente una buena madre por la belleza de su hija es bueno. […] Si hay otras cosas en su contra, hay que acabar con ellas. Si los terratenientes, las leyes y las ciencias están en su contra, habrá que acabar con los terratenientes, las leyes y las ciencias. Con el pelo rojo de una golfilla del arroyo prenderé fuego a toda la civilización moderna. […]. La pequeña golfilla del pelo rojo, a la que acabo de ver pasar junto a mi casa, no debe ser afeitada, ni lisiada, ni alterada […]. Ella es la imagen humana y sagrada".

Este artículo es inútil, porque ya han decidido qué y cómo y quiénes valen y quiénes no, pero hay que empezar por algún sitio, y empiezo por la vida de Alfie y los derechos de sus padres. Si hay otras cosas en su contra, hay que acabar con ellas. Por ahora, contra los negros augurios de los médicos que aseguraron (los mismos que aseguran que Alfie es incurable) que no viviría 3 minutos sin el soporte vital, contra ellos, Alfie Evans lleva respirando más de 30 horas. Su ejemplo nos inspirará siempre.

Publicado en Diario de Cádiz.
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