Martes, 24 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Las raíces judías del ayuno cuaresmal


El ayuno ayuda a rezar, a focalizarnos, a estar alertas de forma espiritual; en cambio, si fuese un día común y corriente con todas las mismas rutinas, ese día quizás pasaría desapercibido. Ayunar pone a nuestro cuerpo y a nuestra mente en una misma sintonía.

por Luciana Rogowicz

Opinión

El día del Miércoles de Ceniza estaba mi hermana de visita en mi casa. Y cuando mi marido me preguntó por el tema de las cenizas de la celebración, mi hermana dijo en chiste: “Los católicos hacen cosas raras“… Y pensando sobre eso me acordé de que el Dr. Brant Pitre siempre dice que si hay algo que te parece raro en el catolicismo seguramente tiene sus raíces y explicación en el judaísmo.
 
Así que me puse a investigar, y él mismo en unos de sus videos, que puedes ver aquí abajo si sabes inglés, cuenta las raíces judías, o más bien bíblicas, del Miércoles de Ceniza.


 
En este artículo vamos a hacer el recorrido bíblico que el Dr. Brant Pitre hace en ese vídeo, y al final de todo una excelente explicación de por qué el ayuno es importante espiritualmente.
 
Las raíces bíblicas del símbolo de las cenizas
A lo largo del Antiguo testamento existen varias alusiones a las cenizas como símbolo. Vamos a destacar a continuación las más relevantes en relación al Miércoles de Ceniza.
 
Desde el comienzo, en el Génesis, luego de la caída, Dios le dice a Adán: “… ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!” (Gn 3,19)
 
Este es uno de los versos que a veces se cita al poner las cenizas en la frente de las personas el miércoles de ceniza. Tanto el polvo, como las cenizas, son usados como símbolos de la mortalidad a la que estamos sujetos luego de la caída.
 
El segundo texto que Pitre cita es del libro de Job, capítulo 42, versículo 6: “Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y la ceniza”.
 
Acá ya no sólo el polvo y la ceniza remiten a la mortalidad, sino también simbolizan el arrepentimiento.
 
Esto también se ve en el libro de Daniel, en el capítulo 9, cuando él está rezando e intercediendo por su pueblo. Si bien él es una persona recta, un hombre fiel, hace penitencia por los pecados de su pueblo. Y la forma en que hace esa penitencia es a través de la oración, ayuno, cilicio y ceniza.
 
Esto se vé también en el primer libro de los Macabeos (que no es parte del Tanaj [Biblia Hebrea], sino del Antiguo Testamento Católico), en el capítulo 3, versículo 45 a 47: “Jerusalén estaba deshabitada como un desierto, ninguno de sus hijos entraba ni salía. El Santuario había sido pisoteado. los extranjeros ocupaban la Ciudad, convertida en albergue de los paganos. Había desaparecido la alegría de Jacob, y ya no se oía la flauta ni la cítara… Aquel día ayunaron, se vistieron con un sayal, esparcieron ceniza sobre sus cabezas y rasgaron sus vestiduras”.
 
Y por último, otra de las raíces bíblicas del simbolismo de las cenizas la encontramos en el libro de Ester, cuando querían aniquilar al pueblo judío: “Cuando Mardoqueo se enteró de lo que había pasado, rasgó sus vestiduras se puso un sayal, se cubrió de ceniza y salió por la ciudad dando gritos de amargura, hasta llegar frente a la puerta real, porque nadie podía franquearla vestido con esa ropa. En cada provincia, a medida que iba llegando la orden del rey y su decreto, había un gran duelo entre los judíos, con ayunos, lágrimas y lamentaciones. Y el sayal y la ceniza sirvieron de lecho para muchos” (Ester 4,1-3).
 
Ester, quien era esposa del rey, intercedió por el pueblo, haciendo intenso ayuno, oración y cubriéndose con cenizas, y logró la salvación de su pueblo.
 
Las cenizas como símbolo de mortalidad, penitencia, e intercesión
Cualquier judío de principios de siglo hubiera reconocido que cuando una persona se ponía cenizas en su frente, respondía a alguna de estas tres cosas:
 
-un signo de reconocimiento de su mortalidad, al igual que en el Génesis;
-un signo de arrepentimiento de sus pecados, como en Job;
-o estaban intercediendo por otros como pasó con Ester, o Daniel.
 
De hecho, hasta Jesús mismo hace referencia al tema como una costumbre común del judaísmo de la época: "¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza" (Mt 11. 21).
 
¿Por qué el ayuno?
La costumbre de las cenizas, a su vez, está relacionada a un período de ayuno y oración. Una etapa de acercamiento a Dios, desprendiéndonos de los placeres mundanos, especialmente la comida y la bebida.
 
Las lecturas del Miércoles de Ceniza nos marcan este camino y nos explican las razones. Por ejemplo, a través de Joel, Dios nos muestra que el ayuno comunitario tiene como objetivo el arrepentimiento y volver la mirada hacia Dios: “Pero aún ahora –oráculo del Señor– vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos. Desgarren su corazón y no sus vestiduras, y vuelvan al Señor, su Dios, porque él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y rico en fidelidad, y se arrepiente de tus amenazas… ¡Toquen la trompeta en Sión, prescriban un ayuno, convoquen a una reunión solemne” (Jl 2, 1215).
 
Esto es precisamente el ideal de la cuaresma, que las personas vuelvan a Dios con todo su corazón. No sólo a nivel externo, con ayuno, sino interiormente, “con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza“(Dt.6.5); “Desgarren su corazón y no sus vestiduras“, como dice la lectura de Joel.
 
El Dr. Pitre continua explicando los motivos del ayuno de una forma tan simple y clara que cabe destacar aquí: "La forma de poder lograr esta vuelta hacia Dios, es ayudándonos también con nuestros cuerpos. No somos ángeles, somos personas compuestas por cuerpo y alma. Y de este modo el ayuno es una forma muy poderosa para sacar la mente de estar al servicio de complacer al cuerpo con comida y bebida, y focalizar la mente en Dios y las cosas de las que queremos arrepentirnos o cambiar".
 
Cuando comienzas a ayunar, por ejemplo, salteando una comida, si no estás acostumbrado a hacerlo, tu cuerpo se va a dar cuenta de que algo le está faltando. Y de ese modo comienza a gritarte “¡Hey! ¡Aliméntame, dame algo de comer!”. Y eso hace que nos pongamos en un estado de alerta. Y si sabemos el motivo por el cual estamos ayunando (por ejemplo porque es Miércoles de Ceniza, o por el motivo que sea), todo ese día vamos a estar pensando en eso. Cada vez que el cuerpo nos alerte acerca de que necesita comida o bebida, nos va a concientizar a la vez, del motivo por el cual estamos ayunando y nos va a permitir estar conectados a esa intención.
 
El ayuno ayuda a rezar, a focalizarnos, a estar alertas de forma espiritual; en cambio, si fuese un día común y corriente con todas las mismas rutinas, ese día quizás pasaría desapercibido. Ayunar pone a nuestro cuerpo y a nuestra mente en una misma sintonía.
 
La práctica del ayuno es parte del judaísmo, y muy especialmente un día al año, en el día del perdón (Iom Kipur). Ese día todo judío está llamado a un ayuno total de comida, bebida, y otras cosas más detalladas en el Levítico 23.
 
Yo personalmente, solía ayunar, hasta cuando era más chica. Sin ser religiosa ni estar tan convencida de las religiones, ni de la existencia de Dios, igual elegía ayunar porque era un ritual que me hacía formar parte de mi pueblo judío. Era experimentar, ese día del año, lo mismo que estaban haciendo miles de judíos alrededor del mundo. Era una manera de unirme a ellos.
 
Esta forma de ayuno comunitario es muy valiosa, y a la vez también es fundamental el ayuno individual y privado. Por eso también tenemos en este día las lecturas del Evangelio donde Jesús nos dice que cuando ayunemos lo hagamos para Dios y no para ser vistos: “Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 1618).
 
Cabe destacar que Jesús no dice “si ayunan…”, sino que dice “cuando ayunen…”. Es decir, que asume que esta es una práctica real y necesaria. Del mismo modo se refiere a la limosna y la oración. Todos estos son hábitos que Jesús espera para sus seguidores, para todos nosotros.
 
Por eso pidamos que en esta Cuaresma podamos crecer en estas prácticas, comprenderlas más profundamente y que a través de ellas podamos ver un poco más el maravilloso mundo invisible; que muchas veces perdemos de vista por tener puesta nuestra mirada en cosas intrascendentes. Que nuestro corazón, nuestra mente y nuestras fuerzas apunten siempre, y especialmente en esta Cuaresma, a Él.

Publicado en el blog de la autora, Judía & Católica.
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