No perder la estrella
Tampoco hay que ser injusto con las drag queens. Llevo años observando como las cabalgatas de los Reyes Magos se carnavalizan inexorablemente. Esto que nos tiene tan ocupados ahora de la cabalgata de Vallecas no sucede por generación espontánea ni in vitro, sino que es un eslabón más de una cadena vieja.
No me gusta que una carroza de drag queens participe en una cabalgata de los Reyes Magos, y creo que no hay transfobia por mi parte. Tampoco me gustaría que el día del orgullo gay participase una carroza católica con un señor haciendo de Juan Bautista y gritando por la megafonía al desierto de la muchedumbre: "¡Convertíos, y creed en el Evangelio!". Prefiero cada cosa en su lugar y un mínimo de adecuación a las circunstancias.
Fuera de ahí, respeto que las drag queens gusten tanto como espectáculo a algunos, en general. Y entiendo que para las drag queens concretas, que se dedican a eso, la cabalgata de Reyes es una ocasión única de tener un público cautivo, aunque sean niños. También para los que quieren que visualicemos a toda costa el transexualismo es una oportunidad de oro. Pero la honestidad de la operación sería la misma que si yo, para tener más lectores de los que tengo, cambiase mi visión de la vida, a ver si con otra agrado más. Seguro que sí, porque con ésta lo llevo crudo, pero entonces no sería yo el que agrado ni mi pensamiento. Si la carroza LGTBI recibe muchos aplausos el día de la cabalgata de Reyes, será usando el método de Don Francisco de Quevedo para que te persigan las mujeres: ponerte a correr tú delante de ellas, vayan donde vayan.
Ahora bien, tampoco hay que ser injusto con las drag queens. Llevo años observando como las cabalgatas de los Reyes Magos se carnavalizan inexorablemente. Esto que nos tiene tan ocupados ahora de la cabalgata de Vallecas no sucede por generación espontánea ni in vitro, sino que es un eslabón más de una cadena vieja. Las músicas ensordecedoras, los personajes estrambóticos de Disney o de Bob Esponja y la búsqueda de la espectacularidad a toda costa han ido preparando el camino. Que no es, precisamente, el camino de Oriente, aquel por el que los tres Reyes Magos fueron a adorar al Niño que había nacido en el pesebre. La fiesta cristiana se ha descristianizado.
Por tanto, antes que criticar a nadie, habría que hacer examen de conciencia. ¿Hemos ido dejando que nuestra fiesta de la noche de mañana y de la mañana de pasado pierda su sentido, esto es, su estrella? Si fuese así, tampoco nos desesperemos. También los Magos auténticos la perdieron, y recalaron en el palacio de Herodes (que dejaría a las drag queens en pañales), pero le dieron esquinazo enseguida y volvieron a lo suyo. Es lo que tendríamos que hacer.
Publicado en Diario de Cádiz.
Fuera de ahí, respeto que las drag queens gusten tanto como espectáculo a algunos, en general. Y entiendo que para las drag queens concretas, que se dedican a eso, la cabalgata de Reyes es una ocasión única de tener un público cautivo, aunque sean niños. También para los que quieren que visualicemos a toda costa el transexualismo es una oportunidad de oro. Pero la honestidad de la operación sería la misma que si yo, para tener más lectores de los que tengo, cambiase mi visión de la vida, a ver si con otra agrado más. Seguro que sí, porque con ésta lo llevo crudo, pero entonces no sería yo el que agrado ni mi pensamiento. Si la carroza LGTBI recibe muchos aplausos el día de la cabalgata de Reyes, será usando el método de Don Francisco de Quevedo para que te persigan las mujeres: ponerte a correr tú delante de ellas, vayan donde vayan.
Ahora bien, tampoco hay que ser injusto con las drag queens. Llevo años observando como las cabalgatas de los Reyes Magos se carnavalizan inexorablemente. Esto que nos tiene tan ocupados ahora de la cabalgata de Vallecas no sucede por generación espontánea ni in vitro, sino que es un eslabón más de una cadena vieja. Las músicas ensordecedoras, los personajes estrambóticos de Disney o de Bob Esponja y la búsqueda de la espectacularidad a toda costa han ido preparando el camino. Que no es, precisamente, el camino de Oriente, aquel por el que los tres Reyes Magos fueron a adorar al Niño que había nacido en el pesebre. La fiesta cristiana se ha descristianizado.
Por tanto, antes que criticar a nadie, habría que hacer examen de conciencia. ¿Hemos ido dejando que nuestra fiesta de la noche de mañana y de la mañana de pasado pierda su sentido, esto es, su estrella? Si fuese así, tampoco nos desesperemos. También los Magos auténticos la perdieron, y recalaron en el palacio de Herodes (que dejaría a las drag queens en pañales), pero le dieron esquinazo enseguida y volvieron a lo suyo. Es lo que tendríamos que hacer.
Publicado en Diario de Cádiz.
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